Por José María Marcos (*)
En su poesía "El despertar", Alejandra Pizarnik dice: "Señor / La jaula se ha vuelto pájaro / y se ha volado / y mi corazón está loco / porque aúlla a la muerte / y sonríe detrás del viento / a mis delirios", y se pregunta una y otra vez: "Qué haré con el miedo / Qué haré con el miedo".
Diego García Iguini ha reunido en Cuentos en el mar de humanidades historias que tratan de dar respuesta a este viejo interrogante. El autor nació en Avellaneda en 1978 y "pasa actualmente letargo y estío por las tierras de Ezeiza. Fue allí donde, por miedo a sufrir una posible sequía en la cabeza, decide entrenar el vicio de completar con la imaginación todo aquello que se esconde en los rincones totalmente ajenos al ojo cotidiano", tal como se lo presenta en una breve nota biográfica.
Ahí, ya, aparece el primer miedo: "Sufrir una posible sequía en la cabeza". Pero hay más, y la contratapa lo sugiere así: "En el presente libro (el autor) pretende pintar paisajes donde el caos y los miedos alzan paréntesis de oscuridad, para acorralar la luz de cada historia en fértiles parcelas del destino".
En los seis relatos reunidos, los temores se convierten en las vedettes de los acontecimientos, y si bien el desarrollo de las historias está cercano al género fantástico, las preocupaciones son bien cotidianas y reconocibles: la inseguridad en sus distintas variantes, el maltrato laboral, los abusos del poder y la imposibilidad de ser un buen padre, por citar algunos ejemplos.
En el cuento "El mercader ilegal de almas" —que abre la serie—, Iguini ahonda en el viejo mito de la compra de almas, pero le da una vuelta de tuercas: el que empieza a adquirir almas es otro ser humano, que piensa que el viejo oficio de Satanás es apenas un juego pasado de moda en el siglo XXI. Así le va al pobre infeliz.
"Un mutante en sufrimiento" describe a un monstruo bastante especial: Nahuel es un muchacho común y corriente, con pinta de no matar una mosca, pero es capaz de convertirse en un cruel asesino si algo lo asusta demasiado.
En "Flores en el barrio de la ‘gente bien’", el intendente Carlos Ravelaca gana las elecciones prometiendo terminar con el tema de la inseguridad. Sus votantes le dicen cosas que todos escuchamos a diario: "Es imposible vivir así, con miedo todo el tiempo. Estos maleantes parecen correr con ventaja. Nosotros vivimos con temor y ellos, todo lo contrario, continúan fortaleciéndose a costa de nuestra calidad de vida... a costa de nuestros bolsillos y nuestra tranquilidad". Ravelaca le promete a la "crema de la comunidad" que dará una solución en seis noches, en las cuales deben quedarse encerrados en sus casas, y entonces, la mano dura se transforma en una pesadilla de película de terror.
En "Gustavo y su máquina del tiempo", el miedo a la soledad hace que un personaje trate de recuperar a Pamela —el amor de su vida—, aunque con métodos parecidos a los del Dr. Frankenstein.
"Por el éxito de la empresa" narra el ingreso de un joven a un trabajo, donde piensa dar todo de sí para el progreso de una firma, que le ofrece prosperidad. El muchacho desconoce aún qué tipo de sacrificio requiere el éxito.
En "Mar de ajó" —último cuento del volumen—, Iguini reconstruye la relación entre un padre separado y su hija, durante sus primeras vacaciones solos. En la ciudad balnearia, Julián recibe un ataque mortal, fruto de la inseguridad, y una ayuda "especial" lo ayuda a cumplir con su cometido.
En líneas generales los cuentos se leen con fluidez —pese a la abundancia de construcciones tipo "la punta agresiva de sádico metal" (para referirse a "un cuchillo") o "la despedida entre los dueños de las cenizas no se demoró demasiado en hacerse saludo" (en lugar de "los ex esposos se despidieron")— y, lo más importante, logran ahondar con lucidez en los mecanismos más primitivos que se ponen en juego cuando las personas se dejan ganar por el miedo. Esto permite aventurar que, seguramente, sus lectores podrán identificarse y emocionarse con muchos pasajes de estas historias, creadas a partir de una atenta y aguda mirada de la realidad.
Diego García Iguini ha reunido en Cuentos en el mar de humanidades historias que tratan de dar respuesta a este viejo interrogante. El autor nació en Avellaneda en 1978 y "pasa actualmente letargo y estío por las tierras de Ezeiza. Fue allí donde, por miedo a sufrir una posible sequía en la cabeza, decide entrenar el vicio de completar con la imaginación todo aquello que se esconde en los rincones totalmente ajenos al ojo cotidiano", tal como se lo presenta en una breve nota biográfica.
Ahí, ya, aparece el primer miedo: "Sufrir una posible sequía en la cabeza". Pero hay más, y la contratapa lo sugiere así: "En el presente libro (el autor) pretende pintar paisajes donde el caos y los miedos alzan paréntesis de oscuridad, para acorralar la luz de cada historia en fértiles parcelas del destino".
En los seis relatos reunidos, los temores se convierten en las vedettes de los acontecimientos, y si bien el desarrollo de las historias está cercano al género fantástico, las preocupaciones son bien cotidianas y reconocibles: la inseguridad en sus distintas variantes, el maltrato laboral, los abusos del poder y la imposibilidad de ser un buen padre, por citar algunos ejemplos.
En el cuento "El mercader ilegal de almas" —que abre la serie—, Iguini ahonda en el viejo mito de la compra de almas, pero le da una vuelta de tuercas: el que empieza a adquirir almas es otro ser humano, que piensa que el viejo oficio de Satanás es apenas un juego pasado de moda en el siglo XXI. Así le va al pobre infeliz.
"Un mutante en sufrimiento" describe a un monstruo bastante especial: Nahuel es un muchacho común y corriente, con pinta de no matar una mosca, pero es capaz de convertirse en un cruel asesino si algo lo asusta demasiado.
En "Flores en el barrio de la ‘gente bien’", el intendente Carlos Ravelaca gana las elecciones prometiendo terminar con el tema de la inseguridad. Sus votantes le dicen cosas que todos escuchamos a diario: "Es imposible vivir así, con miedo todo el tiempo. Estos maleantes parecen correr con ventaja. Nosotros vivimos con temor y ellos, todo lo contrario, continúan fortaleciéndose a costa de nuestra calidad de vida... a costa de nuestros bolsillos y nuestra tranquilidad". Ravelaca le promete a la "crema de la comunidad" que dará una solución en seis noches, en las cuales deben quedarse encerrados en sus casas, y entonces, la mano dura se transforma en una pesadilla de película de terror.
En "Gustavo y su máquina del tiempo", el miedo a la soledad hace que un personaje trate de recuperar a Pamela —el amor de su vida—, aunque con métodos parecidos a los del Dr. Frankenstein.
"Por el éxito de la empresa" narra el ingreso de un joven a un trabajo, donde piensa dar todo de sí para el progreso de una firma, que le ofrece prosperidad. El muchacho desconoce aún qué tipo de sacrificio requiere el éxito.
En "Mar de ajó" —último cuento del volumen—, Iguini reconstruye la relación entre un padre separado y su hija, durante sus primeras vacaciones solos. En la ciudad balnearia, Julián recibe un ataque mortal, fruto de la inseguridad, y una ayuda "especial" lo ayuda a cumplir con su cometido.
En líneas generales los cuentos se leen con fluidez —pese a la abundancia de construcciones tipo "la punta agresiva de sádico metal" (para referirse a "un cuchillo") o "la despedida entre los dueños de las cenizas no se demoró demasiado en hacerse saludo" (en lugar de "los ex esposos se despidieron")— y, lo más importante, logran ahondar con lucidez en los mecanismos más primitivos que se ponen en juego cuando las personas se dejan ganar por el miedo. Esto permite aventurar que, seguramente, sus lectores podrán identificarse y emocionarse con muchos pasajes de estas historias, creadas a partir de una atenta y aguda mirada de la realidad.
(*) La Palabra de Ezeiza, página 6, jueves 30 de julio de 2009.