Pétalos del alma, de Adriana Gladys Burgos (Editorial De Los Cuatro Vientos, 2009, 64 páginas).
Por José María Marcos (*).
En cualquier discurso, incluso el poético, el apóstrofe es una figura que consiste en dirigir la palabra, en segunda persona, a uno o varios semejantes, presentes o ausentes, a seres abstractos o a cosas inanimadas. En Pétalos del alma, Adriana Gladys Burgos ha buceado intuitivamente en sus sentimientos mediante este recurso retórico y ha construido en verso un diálogo imaginario con sus seres queridos.
Tras la dedicatoria a sus familiares y amigos, la vecina de Ezeiza presenta el dueto "Madre" y "Padre", y señala, por ejemplo, "Hoy quiero yo padre coronar con versos, / La tristeza grande que a ti te dejamos; / Y en pocas palabras pedirte disculpas, / Y cubrir con besos tus penas y llantos".
De ahí en adelante los diálogos se extienden a lo largo de toda la obra, con evocaciones a Estela y Mario en el poema "A mis amigos del Bosque Peralta Ramos", a Franky en "Adiós amigo", a una hija en "Gracias", a una ahijada en "Palabras para mi ahijada", a su colega Víctor Contreras en "Amigo", al músico Pocho Leiva en "El reflejo de tu vida", a Alicia Micheli en "Para vos, amiga" y a María Inés Iribarne en "Una mano amiga", entre otros.
La autora (integrante del grupo Acento Poético) propone además una larga serie de poemas de amor ("Ausencia", "No habrá olvido", "Indiferencia", "La piel", "Tus ojos", "El recuerdo", "En tus manos", etcétera), donde el destinatario de tanto amor, quizás, nunca se entere de ello, y, por eso, le dice: "Buscabas ahogar tus penas / Con cariños pasajeros / Mas yo no supe gritarte / que el mío era verdadero" ("Tinieblas").
Incorpora también reflexiones metafísicas, como en "La tormenta", y afirma que Dios "nos ha dado el alma, con mil tormentas adentro, / para aprender a vencerlas / y entender el desafío que significa vivir". Asimismo mantiene diálogos consigo misma ("Frente al espejo" o "Quisiera"), y cierra con tres narraciones en prosa: "Generaciones" (sobre la relación de un abuelo y su nieto), "Junto a la torre de los ingleses" (donde un extraño Edwin Nolan dialoga tarde a tarde con una mujer) y "Una vez más" (en el que el amor se nos presenta como algo enigmático y eterno).
En la contratapa se afirma que la propuesta de Adriana es compartir sus emociones "con todos aquellos que sienten que el Amor, en cualquiera de sus formas, es lo más importante en un ser humano". Estos versos sencillos y directos dejan bien en claro todo el amor que la autora tiene por la vida, y, seguramente de llegar a su destino, cumplirán con creces su objetivo.
(*) La Palabra de Ezeiza, página 6, jueves 30 de julio de 2009.