“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

INSOMNIA | El mundo de Darío Lavia

Los efectos de los rayos catódicos en el corazón del creador de Cinefanía

Por José María Marcos | Especial para INSOMNIA N° 284 | 1° de diciembre de 2021


Anochece en una casa argentina de los años ochenta y la tele está encendida. El pequeño Darío disfruta de una comedia en apariencia inofensiva. Un tímido maestro quiere tornarse un galán y, mediante una fórmula química, logra ser un tipo simpático y conquistador, pero su nueva personalidad lo arrastra hacia caminos insospechados. Darío presencia la mutación del profesor, bajo una luz sombría y una música inquietante, y algo cotidiano, inofensivo, se vuelve inconcebible, amenazante. Tenso, le ruega a su abuela que ponga fin a la emisión. Lo que acaba de ver le provocó palpitaciones y sudor, y de a poco, recupera el ritmo normal de la respiración y el control de sus emociones. Aún no lo sabe el pequeño, pero ha tenido un encuentro esencial con el arte audiovisual, a través de El profesor chiflado (The Nutty Professor, 1963), la icónica película dirigida y actuada por Jerry Lewis, que adapta en clave de parodia la novela El extraño caso del Dr. Jekyll y Míster Hyde, de Robert Louis Stevenson, y que muestra cuán borrosas son las fronteras entre la realidad y la fantasía, entre el sainete y el horror, entre el deseo y el miedo. Tampoco sabe el pequeño que los rayos catódicos le han plantado en su cuerpo unas semillas de cine y literatura, que con el correr del tiempo darán nacimiento al universo Cinefanía. “La primera película que me impactó fue El profesor chiflado, la original, la única, la influencial, la de Jerry Lewis. Tenía yo pocos años y la comencé a ver sin dificultades, hasta que llegó el momento de la metamorfosis, la iluminación se hizo lúgubre y Jerry comenzó a transfigurarse en algo impresionante. Fue demasiado para mí y pedí a mi abuela que apague el televisor, pues me estaba asustando”, relató el editor y escritor Darío Lavia en diálogo con INSOMNIA cuando lo invitamos a que nos cuente cómo nació una pasión que lo llevó a convertirse en el hacedor de la web Cinefania.com y una constelación de publicaciones en formato físico que son una referencia esencial para los amantes del cine. Nacido en 1974 en Morón, provincia de Buenos Aires, es licenciado en Comercio Internacional y —además de haber creado la citada web, un conjunto de revistas y libros sobre cine, un programa de radio y hasta un canal de YouTube—, en el 2020 publicó su primer volumen de cuentos, El árbol sangriento, con veintiséis relatos de terror, misterio, ciencia ficción y humor negro, prologado por el escritor Enrique Medina. De todo esto y más hablamos con este diestro cinéfilo, experto rastreador de gemas en estado de olvido.

DE ESPECTADOR A BUSCADOR DE VERTIENTES

—¿Cuándo decidiste pasar de ser un simple espectador a transitar el camino que hoy te llevó a ser un buscador de vertientes?

—Una cosa fue de la mano de otra. Después de interesarme mucho por el fútbol, me decepcionó que los jugadores pasaran de un equipo a otro, y justo apareció el cine donde los elencos permanecían incólumes con el paso de las décadas. Comencé como muchos: tomando nota de los títulos de las películas que veía… ese listado de títulos se amplió a la anotación de los intérpretes a medida que me daba la velocidad de escritura, durante los títulos de crédito iniciales o finales de las películas que se emitían por tevé; luego, transcribiendo a máquina de escribir; más tarde, copiando a listados de computadora; por último, tras un par de lustros, trasladando todo a una base de datos para exportarla y que esté a disposición en la web. 
—¿Qué te movilizó a crear una web dedicada al terror?
—En la época del auge de internet comencé por publicar una web dedicada al cine de horror clásico que nunca había podido ver de chico sino de joven, durante la década del 90, con la emisión de un programa de Canal 2 que cada medianoche daba películas clásicas y silentes, y luego, con el advenimiento del cable, a través de las señales USA Network y Colección. Esa web fue Terror Universal (cinefania.com), que hoy cumple su mayoría de edad. Tras estudiar algo de programación, bases de datos y lenguaje html, me animé a publicar la primera base de datos de cine fantástico en el idioma de Cervantes, allá en abril de 2000. Los que me animaron a hacerlo fueron mis amigos Pablo Sapere y Pablo César Doval.


DEL MUNDO DIGITAL AL PAPEL

—Vos empezaste en el mundo digital y llegaste al papel. ¿Cómo se dio ese proceso?
—Cuando el fragor de internet y las puntocom, todo pasaba por lo online. Al tiempo me di cuenta de que lo virtual es mucho más inestable de lo que se cree y comencé a estudiar el tema del formato físico. Partió de una idea de otro amigo Patricio Flores, quien sugirió publicar anualmente una selección de los mejores artículos del año que aparecían en Cinefanía. Así nació el primer Libro de Oro que ofrecía en descarga libre como regalo a los lectores. Eventualmente imprimía una tirada pequeña para regalar a los colaboradores o bien para aquellos lectores que lo quisieran para sus bibliotecas. Poco después los Libros de Oro se convirtieron en una selección de artículos originales para esa publicación. El primer intento de publicar una revista fue como colaborador de Juan Carlos Moyano en la revista Terrormanía de la que salieron dos números en 2003. Con esa breve experiencia y tras dos lustros de publicación de Libros de Oro en tiradas pequeñas (primero anillados, luego emblocados), en 2013 me animé a publicar Cinefanía Macabra junto a amigos como Gustavo García, Sergio Diéguez, Ezequiel Hansen, Federico Fornasari, Lucio Lagioia, Sebastián Domizzi, Adrián Lodi y Carina Rodríguez. Al año siguiente, tras sufrir durante años un asedio por parte de Christian Vallini Lawson y Mariano Buscaglia (auténticos referentes nacionales de literatura fantástica y revistas pulp, que me instaban a acometer con la publicación de la revista Cineficción, de la que habían salido cinco números en 2009 bajo dirección de Héctor Pessina), fue que decidimos con Juan Moyano acometer esa nueva publicación. A la fecha, ya llevamos una docena de números publicados.
—Hablame de Cineficción. ¿Cómo abordan la realización de la revista?
—Planificamos un tema central al cual dedicar el/los artículos y/o entrevistas de base, un desplegable central y la portada. Lo demás se desprender de este punto de partida. Con Juan estamos convencidos de que todo entra por los ojos, entonces la revista tiene que estar vestida de etiqueta para atraer la atención de potenciales lectores que aún no la conocen. De este modo, lo primero es una portada ilustrada. ¿Por qué ilustrada y no simplemente con un diseño en base a una imagen descargada gratuitamente de la web como dicta el siempre vigente facilismo? Pues porque los lectores de Cineficción, así como cualquiera de cualquier otra publicación artesanal, valoran y responden de inmediato al darse cuenta que una revista los reclama a través de una ilustración que evoca aquellas imágenes, aquellos fotogramas que están en la web pero que ellos mismos tienen impresos en el reverso de sus retinas. Lógicamente este proceso toma sus meses, pero como suelo decir: nosotros no tenemos ningún contrato, hipoteca, lobby o corporación multinacional que nos presione… más que nuestra propia autoexigencia. Cada número toma el tiempo que tiene que tomar y cuando sale reporta satisfacciones a todos, los que lo hacemos y los que lo consumen.


LIBROS QUE VALEN ORO

—¿Cuántos Libros de Oro llevás realizados?

—Hasta el momento ocho: I misceláneo sin tema específico y reconvertido para su reedición en Horror (1895-1968); II Horror; III Thriller; IV Ciencia Ficción; V Monstruos; VI Cine Pulp; VII Weird Western; VIII Shock TV. Actualmente está cocinándose el siguiente volumen: Sci Fi TV. A partir de la reedición de Monstruos, todas las portadas son del ilustrador Pablo Canadé, uno de los pocos artistas que conozco que a la vez es editor de sí mismo, pues edita y ofrece los álbumes de fichas del cine de horror. Debido a esta tarea, Pablo también es un investigador de las diferentes épocas y tendencias del cine fantástico, con lo cual, conoce bien la iconografía clásica pero también las rarezas y las curiosidades del género. Pero, fundamentalmente, por esta duplicidad autor y editor, sabe que la clave de venta de un producto es el atractivo que pueda ejercer desde la portada.
—Uno de esos libros (Shock TV) está dedicado a la televisión. ¿Qué valor le das a la tele y a los telefilms en relación al cine?
—Uno muy importante, trascendental, pues la gran mayoría de nuestros traumas, o sea, los recuerdos fuertes de los primeros años, provienen de visionados televisivos. Antes de convertirse en difusor casi permanente y vacuo de chismes y rumores de la farándula, la televisión también era difusora del género fantástico, a través de series, largometrajes, telefilmes y hasta programas infantiles o didácticos. En Shock TV cubrimos todos aquellos programas argentinos o extranjeros de o con elementos de terror y suspenso que se emitieron por nuestra tevé. En el inminente Sci Fi TV se cubren los programas de fantasía y ciencia ficción. Completan esta reconstrucción de un rompecabezas cuya totalidad de piezas estará siempre incompleta, los recuerdos de figuras del medio como Mercedes Carreras, Pipo Pescador, Fabio Zerpa, Kenneth Johnson, Jorge Pacini, Selva Alemán, Marilina Ross y un montón de personalidades que en estos años fuimos entrevistando junto a Juan Moyano y Mariano Chinelli, los otros coautores de la obra.
—En el 2017 pusiste en marcha los Breviarios de Cinefanía y ya llevás publicadas dos series. La primera (Íconos del Horror) presenta cinco libros dedicados a Lon Chaney, Bela Lugosi, Boris Karloff, Vincent Price y Peter Cushing. En la segunda (Titanes del Horror) se sumaron títulos consagrados a Drácula, Frankenstein, Freaks, Sherlock Holmes y Jekyll & Hyde. ¿Cómo surgió?
—Luego de uno (o dos) cimbronazos que tuvo nuestra bamboleante estabilidad económica, decidimos cristalizar un proyecto que hacía años me rondaba la cabeza: una publicación de formato pequeño y económico, con aparente poco texto (pues a medida que vamos evolucionando, las nuevas generaciones hedonistas tienen menos paciencia y voluntad para leer) y con el atractivo del interior a todo color. Su denominación nace de mi afán por rescatar viejos formatos (por ejemplo, el mismo Libro de Oro es una alusión a los antiguos Libros de Oro de Patoruzú). Había dos o tres nombres para denominar el nuevo producto: por un lado, recordaba los Breviarios del Fondo de Cultura Económica, y por otro, recordaba  los Mentores del Saber y los Resúmenes Lerú. Al final, con ayuda de mi hermano Edmundo y su esposa Sol, el término “breviarios” ganó y, a pesar de que hoy en día algunos lectores o libreros los aluden como “brevarios” (sic), lo importante es que los adquieran y los lean. En los Breviarios de Cinefanía se trata un tema específico de manera sintética pero profunda, a través de 150 páginas profusamente ilustradas. Cada uno presenta las filmografías de acuerdo a los nuevos hallazgos y estudios en la materia, con prólogos de autores especializados a nivel mundial. En portada, como corresponde, hay ilustraciones originales. En este caso, retratos al óleo de Gabriela Rodas cuyo estilo barroco y atractivo resume en sus pinceladas el universo del terror y lo fantástico que también opera en el imaginario de los lectores. Las buenas artes y accesibilidad de la imprenta Dorrego (donde imprimimos Cineficción) nos permitieron materializar este proyecto que, entiendo, no cualquier empresa se anima a imprimir.

LA RADIO CON CHUCHO

—Contamos de tu incursión en la radio, que se replica a su vez en el Canal de YouTube de Cinefanía.

—Esa fue idea del actor Chucho Fernández, amigo que conocí a través de la revista Cineficción y de la que también participa con una columna en cada número. La idea era armar programas temáticos que fueran coleccionables, pues hoy en día los modos de consumir han cambiado de manera radical a cómo era la radio en el siglo XX e incluso a cómo era hace algunos años atrás. Nos repartimos las tareas: él encargándose de los auspicios o canjes y yo de los guiones, cortinas y entrevistados, y así fabricamos la friolera de 61 programas repartidos en dos temporadas. Como le ha pasado a todo el mundo, la pandemia fracturó la fluidez del programa en vivo y nos obligó a grabar y editar cada uno desde su hogar. La gran satisfacción que nos ha permitido el programa fue sacar al aire la palabra de un montón de autores, estudiosos, investigadores, artistas y realizadores de cine fantástico, desde Hideo Nakata a Alejandro Ibáñez Nauta, de Juan Antonio Molina Foix a Jesús Palacios, de Patricia Breccia a Pablo de León, de Enrique Medina a Pablo Capanna… y, a la vez, a nuestros columnistas y colaboradores de aquí y allá. Y ya puedo adelantar que está en marcha una nueva temporada que arrancaremos con la palabra de Kenneth Johnson, creador de dos productos televisivos perennes como son V: Invasión extraterrestre y El increíble Hulk…


LA LETRA CON SANGRE ENTRA

Fanático de la criatura creada por el doctor Frankenstein —nacida de la imaginación de la escritora Mary Shelley y con infinidad de adaptaciones al cine, el teatro, el arte y otras artes—, Darío opina que “Frankenstein sintetiza la quintaesencia del monstruo, nos permite vibrar con cada nueva adaptación y nos invita a conocer la fuente literaria de la que proviene y que, sin el importante ícono cinematográfico, tal vez nunca hubiéramos llegado a conocer”.
—En cuanto a lo literario, ¿tenés referentes, autores, obras, que te hayan marcado?
—Todas las lecturas del género, pero en especial las primeras que fueron el Diccionario del diablo de Ambrose Bierce (aun sin saber su nombre) y la colección Biblioteca Básica de Misterio y Terror de Ediciones UVE que se conseguía en kioscos de diarios. Para la confección de los Breviarios repasé Frankenstein de Mary Shelley y Drácula de Bram Stoker, así como también Jekyll y Hyde de Stevenson. A través de encargarme de la producción de cada programa de radio, en un lapso corto leí y traduje mucho de diferentes autores: Oscar Wilde, Clive Barker, Bloch, Matheson, James Malcolm Rymer, Henry James, Le Fanu, Clarence Tod Robbins, e ignotos como Arthur Train, Gouverneur Morris . También exóticos como Alfred Kubin, Selma Lagerlof, Gustav Meyrink, Gustav Weil, Lafcadio Hearn, Richard Gordon Smith y hasta Alesteir Crowley. Y repasé argentinos como Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Víctor Juan Guillot, Alberto Laiseca y Enrique Medina. Mis preferidos son Poe, Lovecraft y Hope Hodgson.
—Hablemos de El árbol sangriento, tu primer libro de cuentos. ¿Cómo se gestó? ¿Por qué incorporaste algunos textos escritos junto a Patricio Flores?
—Cuando en inicio del 2020 arreció la pandemia y aún no tenía el nuevo Libro de Oro para publicar, pensé que la ficción sería una ventana nueva para explorar y ver qué pasaba, más allá de los numerosos libros y publicaciones didácticas sobre cine. Los textos provienen de distintas épocas. Por un lado, a través de varios lustros de este siglo, tuve el ejercicio de escribir historias que intercambiaba con mi amigo Patricio Flores, quien por ese entonces vivía en la provincia de Salta, a cientos de kilómetros de distancia. A partir de un montón de temáticas, preparamos numerosos relatos, algunos de forma individual y otros en colaboración. Por otro lado, durante una época, participé de unas tertulias literarias junto a Agustina Piñeiro, Graciela Rapan y Matías Gayesky en las que elaborábamos narraciones de terror y ciencia ficción. Todo esto fue el caldo de cultivo de esta antología personal. 
—Aunque las ilustraciones que confeccionaste para el interior del libro aluden a fotogramas clásicos, la mayoría de los relatos no pivotean sobre los mitos del cine fantástico. Hay cuentos de boxeadores, de psicoanalistas, de oficinistas, de reencarnaciones. Por distintas vías trabajás sobre las desventuras de quienes trabajan o ocupan lugares donde no quieren estar. ¿Sentís que es uno los mayores padecimientos de nuestra época?
—Hay muy pocos males reales en este siglo XXI vertiginoso y avanzado. El grueso de los llamados males son cosas que inventamos para infringirnos nuestra cuota de infelicidad por no considerarnos merecedores de tener vida y algo de salud. El mayor es que todo, tecnología y entorno, nos lleva a creernos centro absoluto de la Creación. Todo parece girar en torno del individuo y esto provoca un enrarecimiento del resto, pues somos cada vez menos proclives a ponernos en el lugar del otro. La consideración se ha convertido en un bien escaso y la piedad es casi una reliquia de tiempos idos. En ese contexto, cualquier mínima dosis de real-realidad que nos toque, provoca una conmoción traumática. Es que la cercanía de la idea, del atisbo de la nula sustancia de nuestras vidas, de que venimos y nos vamos sin ninguna importancia y de que lo verdaderamente estimable es lo que hacemos durante este breve lapso y lo que dejamos para los demás, quiebra ese espejismo ficticio y absurdo. Ninguno de los relatos del libro supera algunas de las sorpresas amargas que nos depara este camino sinuoso en el que estamos embarcados, aunque mi propósito es que en algún párrafo acertado pueda equipararlo y que el lector se entretenga con la simetría resultante.
—¿Qué significa para vos que el prólogo del libro esté escrito por Enrique Medina, el célebre autor de Las tumbas?
—Simplemente tocar el cielo con las manos. Hoy en día, realmente, la posibilidad de publicar es accesible para todos, pero (como bien apuntabas en tu comentario del film argentino de ciencia ficción Moebius, que salió en un número de Cineficción) vivimos en un “mar de sordera”. Esto provoca que el grueso se haga sordo a nuestros mensajes y, a la vez, nosotros ensordecer a los mensajes de los demás. Esto no es sólo un mal de esta época, pues justamente Moebius, que lo denota, se filmó en el siglo pasado. Yo creo que —Salomón dixit— “no hay nada nuevo bajo el sol” y que durante el siglo XX don Enrique Medina ha tenido que luchar a destajo contra esa sordera generalizada, pero no recayó en querer vencerla con más sordera. Por eso me siento muy agradecido y honrado de haber contado con su aval en el prólogo del libro y me sirve a la vez como ejemplo para tener el oído atento y también abrir los ojos, pues en esta época además de sordera se agrega un mar de ceguera.

PELÍCULAS IMPRESCINDIBLES

—¿Te animarías a nombrar tres películas imprescindibles de la historia del cine de terror? 

—La novia de Frankenstein (1935) y El bebé de Rosemary (1968), ambas por su significación histórica en el horror clásico y moderno y, a la vez, por seguir entreteniendo e invitando a soñar con un mundo de dioses y monstruos. Y Freaks (1932), por mostrarnos qué tan retorcido es, no el mundo de la gente normal ni el de los freaks sino el de ambos, que mismamente es el nuestro.
—Siendo un devoto del cine clásico, ¿qué pensás de las remakes?
—Son las que permiten que la industria pueda seguir proyectándose en el tiempo. Antes, cuando no había acceso a las obras originales, eran excepciones que contribuían a sembrar cultura y edificador íconos. Recordemos que las películas clásicas de Hammer fueron una especie de remake de previas versiones de Universal. Pero hoy, teniendo la posibilidad de ver la obra original, considero que no hay ningún motivo que me lleve a ver remakes y, de hecho, no los veo.
—¿Cuál es tu opinión del cine de terror modelo siglo XXI?
—No tengo ninguna. Como te decía antes, no veo remakes y el cine de consumo masivo está casi por completo compuesto de ellas. Sin embargo, sí tengo opinión sobre las películas no masivas que nos llegan por ejemplo vía festivales. En contra de lo que creen muchos críticos, el cine no está muerto, sino que se ha vuelto selectivo. Hay muchas películas valiosas que exploran territorios genéricos o temáticos específicos, provenientes del cine mismo o la literatura.
—¿Cuál es tu mirada sobre el cine de terror argentino? ¿En qué medida el Buenos Aires Rojo Sangre (BARS) aportó a este presente?
—El terror argentino tiene gran recorrido (no sólo el cinematográfico, sino también el televisivo y el de todas las demás disciplinas). En lo cinematográfico, el BARS ha contribuido al rescate de realizadores y películas que precedieron nuestra época. Como pantalla para que el material pueda ser visto en sala por docenas, cientos o miles de personas, la presencia del BARS marca la diferencia entre tener un estímulo para seguir adelante con el género o largar todo y dedicarse a otra cosa. De acá a un par de lustros, los jóvenes realizadores que empezaron a mostrar sus cortos en el BARS serán ya veteranos con una carrera en el género, ¡así que imaginate el aporte!
—¿Tenés alguna película que te hubiera gustado filmar? ¿O actuar? ¿Por qué? 
—Cedería dirección y actuación para los que saben. Lo canjearía por más tiempo para ver las incontables perlas que aún hay en lista de espera.