“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

Reseña en La Información: El mejor regalo es el que podemos compartir en familia, una y otra vez

La escritora Claudia Cortalezzi leyó y recomendó El hámster dorado (Del Naranjo, 2014), Monstruos de pueblo chico (Galerna, 2015) y Frikis mortis (Del Naranjo, 2016), en un artículo para La Información, publicado el miércoles 21 de diciembre de 2016. Comparto aquí el texto de este querida y admirada colega.


La Información. Miércoles 21 de diciembre de 2016.
Los buenos libros para chicos son esos que cuando los grandes nos ponemos a leerles a nuestros hijos, nos damos cuenta de que nos encontramos muy metidos en la historia. Nos descubrimos pensando que la estamos leyendo para nosotros, que si no hubiera un chico cerca la leeríamos y disfrutaríamos igual.
Eso me pasó con estas tres novelas “para chicos” de José María Marcos.
En cada una de ellas hay chicos y grandes, hay buenos, malos y malísimos, hay animales —el hámster Meso,el perro Huesitos y el perro Locuras—, y hay monstruos de verdad o imaginados; monstruos que, por momentos, parecen salir del libro.
Lo mismo pasa con los personajes:
Camila, una nena que vive con su mamá y el amigo de su mamá en una fábrica abandonada y conoce a un hámster del que se hace muy amiga, en El hámster dorado.
Mariano, un señor que convence a su familia de radicarse en el pueblo de su infancia, Uribelarrea, donde se enfrentará al “mostro” poniendo a prueba su alma de niño, en Monstruos de pueblo chico.
Los dos hermanos y su amigo el Friki, estos aventureros, amantes del cine, que combaten una y otra vez a ese monstruo con el que conviven, en Frikis mortis. 
Decía que, así como lo que da miedo parece salirse de las páginas, al ir avanzando en la lectura, también sentimos que los personajes se corporizan y, de alguna manera, nos llaman a seguir leyendo, a que les prestemos nuestra compañía, a que los ayudemos a salir de donde están.
Hay en la narración un algo que atrapa de entrada y no nos suelta la mano, que nos lleva a transitar el miedo, pero también a valorar a la familia y a los amigos.
Y yo creo que ese algo que atrapa tiene que ver con lo que dice el kiosquero de Almagro —personaje secundario de Monstruos de pueblo chico—: “¡Y amo los libros! ¡Pueden cambiar el mundo!”.
Es evidente que José María está convencido de que los libros pueden cambiar el mundo, y nos lo hace notar en cada una de sus historias.