Daniel Mordzinski, cuya fotos se exhiben en el CCK, retrató a los grandes escritores latinoamericanos. Uno de ellos lo siguió por la ciudad. Por Washington Cucurto para La Agenda Buenos Aires
Daniel Mordzinski es un fotógrafo argentino, pero además es un trotamundos, un aventurero incansable de nuestro tiempo. Mordzinski hizo de la fotografía un lugar de aventura impostergable. Dedicó su vida a armar uno de los archivos de imágenes más importantes del mundo: retrató a todos los escritores de nuestro tiempo, en los lugares más remotos y en las situaciones mas impredecibles que ni el más avezado de los lectores de esta crónica se pueda imaginar.
En el Centro Cultural Kirchner se inauguró hace unos días una muestra de su arte. Desde Juan José Saer fotografiado en París, hasta Pedro Mairal o José María Marcos aparecen en esta muestra increíble. Por supuesto, no faltan clásicos como Borges, Cortázar o Mario Vargas Llosa. Pero sorprende la cantidad de jóvenes escritores latinoamericanos que fotografió y fotografía casi a diario, el joven Mordzinski. Casi como un Quijote incansable, apunta con su cámara y le da una nueva oportunidad a la realidad.
A la inauguración de la muestra no faltó nadie. Personalidades de distintos lugares de la cultura y la política se dieron cita para ver las fotos de Mordzinski. Cada fotografía tiene la particularidad de narrar un mundo y una época. Cada fotografía narra toda una vida, una novela, una historia que merece ser contada y captada como en ese momento.
Obnubilado, me quedo más de 15 minutos mirando una fotografía de Arturo Carrera, el poeta más fabuloso de Argentina, corriendo debajo de la lluvia, intentando taparse con su campera de jeans. Corren los años 90, la foto muestra a un Arturo joven y sonriente huyendo de la tormenta. Miles de sensaciones se me vienen a la cabeza, por ejemplo, fue por esos años que conocí a Arturo.
Vargas Llosa, tal vez antes de ganar el Premio Nobel, es fotografiado en su cama de hotel. Gabriel García Marquez también es capturado al borde de una cama. El aspecto, el alma o lo que sea de la foto, da toda la sensación de que estamos en un hotel caribeño, uno de esos tantos que aparecen en sus novelas. Mordzinski tiene la gracia de buscar la foto en el momento mas inoportuno. De pronto, al comienzo de la muestra, llama a varias personas del público y les propone hacerse una imagen grupal. Esta gracia, este ingenio, esta naturalidad, es la marca Mordzinski. El secreto de Mordzinski es sencillo, apela a lo mejor de los demás y crea un momento de gracia y bondad donde el fotografiado se siente feliz en ese instante del click.
Vaya a saber en cuántas cosas pensará en ese segundo: a diferencia de muchos artistas, Mordzinksi no duda ni demora nada en hacer la toma. Clickea y chau. Su mente es una cámara fotográfica, está constantemente activa, reseteando, en play permanente siempre preparada para dar el click.
“Parate, acá”. “Agarrá esto”. “Apoyá el brazo en esa ventana”. Y si hay un caballo, puede decirte “subite a ese caballo”. Todo con total naturalidad, con mucha frescura, esa actitud hace que todo sea posible y que usted, que jamás se subió a un caballo terminé encima de la bestia sin titubear y sonriendo a la cámara.
El fotografiado puede ser Leonardo Oyola, Fabián Casas, Alejandra Costamagna, Gabriela Luzzi o Mauro Libertella, grandes escritores de esta época y se los puede ver fotografiados en las situaciones mas extrañas. En la foto grupal del público, que les comenté al comienzo, por ejemplo, tiran de una cuerda imaginaria Diego Erlan de un lado y Daniel Divinski del otro.