Reseña de Los fantasmas siempre tienen hambre de José María Marcos (Muerde Muertos, 2010). Por Lucas Berruezo para El Lugar de lo Fantástico
“Pensé que superaríamos la pelea dejando que el tiempo
transcurriese, y ese fue el error. Subestimamos nuestros sentimientos más
oscuros, y los días fueron abriendo una herida que jamás sanó, o, peor, que
cicatrizó con una enorme franja que nos separó para siempre”.
José María Marcos, “La Casa Hansen ” en Los fantasmas siempre tienen hambre.
Acabo de terminar de leer Los fantasmas siempre tienen hambre de José María Marcos.
Generalmente, después de terminar un libro, espero varios días antes de
sentarme a escribir una reseña. Generalmente también, evito los comentarios de
libros de cuentos (es poco lo que se puede decir e imposible hacer un resumen
satisfactorio). Pero en este caso, voy a hacer una doble excepción.
El libro cuenta con once cuentos, todos de terror.
Curiosamente, ninguno de ellos se llama “Los fantasmas siempre tienen hambre”,
sino que esta frase, tomada de R.D. Jameson, figura en uno de los tantos
epígrafes, específicamente del relato “Un ángel de la guarda”. No obstante, el
libro no podría tener un mejor título, más pertinente. De alguna manera, nos
permite ver cómo la vida está rodeada de fantasmas, aunque no se traten siempre
de los ya conocidos espíritus que vuelven de la muerte a reclamar algo o a
llevarse a alguien (aunque estos tampoco faltan, por supuesto). Un fantasma
también puede ser una perversión del alma, un pecado capital incontrolable, un
monstruo ancestral, un odio que supera la vida y la muerte o un conjunto de
manchas que nos persiguen hasta sellar nuestro destino… Nuestra vida está
rodeada de fantasmas que siempre tienen
hambre, y lo peor de todo es que se alimentan de seres humanos.
Con diversos homenajes a los maestros del género, los
relatos nos atrapan por su contundencia. Un hombre que recibe la ceguera con
alegría porque significa dejar en la oscuridad al ente que vive dentro de él,
un padre violento y obsesivo que está dispuesto a todo para que su hijo
adelgace, un ángel de la guarda que protege con fines macabros son algunas de
las tantas historias que se pueden recorrer en Los fantasmas siempre tienen hambre. Todas narradas con una prosa
admirable, esa que una vez le hizo decir a Pablo Martínez Burkett “José escribe
de una manera que te dan ganas de aplaudir”. Y la verdad es que sí, dan ganas
de aplaudir.
Aplaudamos.