Reseña de Las armas. Volumen I (Libretto, 2014). Por José María Marcos para La Palabra de Ezeiza (*)
Las armas. Volumen I (Libretto, 2014) está compuesto por monólogos concebidos en el marco de un taller de teatro dictado por Marcos Perearnau en la Unidad Penal Nº 48 de José León Suárez. A partir de la consigna de escribir en primera persona desde la visión del arma (el encuentro con su portador, una aventura compartida y el desenlace de la relación), diecisiete detenidos narraron una historia. A esta experiencia se sumaron dos policías del partido de San Martín.
De acuerdo con el prólogo, “proponer el arma como lugar de enunciación habilitó el descubrimiento de voces y escrituras excepcionales. Se trata de textos que trascienden las fronteras de los géneros y las disciplinas, de los odios y prejuicios compartidos, los silencios, miedos y alambrados; realizando así la transformación de un duelo sin palabras, en un diálogo épico-poético fundado en la destreza de la mano para el manejo de las palabras y su música”.
De este modo surgieron relatos con armas que ya desde su título revelan una relación estrecha con el portador: “La Nena”, “La Col (o mi amor)”, “La Morocha” y “El Compañero”. Otras se destacan por sus características técnicas (“Doble acción”, “La Treinta de apellido Ocho”, “La Bersa”), una se queja de su lugar en el mundo (“La Descartable”) y varias se autodefinen por su carácter (“La Reflexiva”, “La Contracturada”, “La Depre”). Algunas recuerdan su procedencia (“La Ejército Argentino”, “La Reglamentaria”); otra cree que el “azar” es sinónimo de “destino” (“La Ruleta”); una siente que posee algo especial (“El Don”); y también están aquellas que tímidamente se presentan como “La Dorada”, “El Fierro” o “La Lija”
Ya desde la enunciación hay una confesión, pero no una confesión en términos judiciales, sino como una manera de expresar aquellas historias mínimas que sólo se narran en circunstancias especiales cuando aparece un oído atento.
Como marca la socióloga Luciana Strauss —en un enriquecedor epílogo, titulado “Voces armadas”—, “en ningún caso el escenario de las historias es el contexto de encierro: los lugares son la calle, una vitrina, el cinturón del portador, un supermercado, una casa”.
A lo largo de estos textos, vemos cómo el arma en cuanto fetiche le devuelve al portador un presunto universo perdido y se produce una suerte de compensación. A su vez, como máscara, le permite contar su historia con cierta distancia. Ella habla de él, de sus necesidades, carencias, sueños y proyectos. Funciona como si “arma” y “alma” fueran apenas dos caras de una misma moneda.
Proyecto original por sus voces e instancia reparadora, Las armas —que ya lanzó el Volumen I y tiene el marcha el Volumen II— recupera aquellas tragedias cotidianas que laten en el detrás de escena, esas historias donde las armas son veneradas, temidas y amadas, como dioses y jueces de la vida y de la muerte.
(*) Martes 30 de diciembre de 2014.