Por José María Marcos, exclusivo para INSOMNIA, Nº 205, enero de 2015
Pablo Tolosa. |
Pablo Tolosa nació en Viedma en 1970. Cursó estudios
primarios y secundarios en la capital provincial y luego obtuvo el título de
Ingeniero de Sistemas en la UNICEN. Colaboró en varias revistas literarias y
editó algunos libros en forma independiente y artesanal: Huyendo desesperadamente del relato, El problema de la resurrección, Un
zapato m lo cuenta, Bric a Brac y
Gente que vive en palanganas. Su
libro Malditos animales recibió el
primer premio en la convocatoria 2009 del Fondo Editorial Rionegrino. Forma
parte de Osario común. Summa de fantasía
y horror (Muerde Muertos, 2013) y de Letras
de la Comarca (Del Valle Bajo, 2014). Ejerce su profesión en Viedma y edita
los blogs Malditos Animales (de carácter literario) y Linux de la Comarca (de contenido técnico).
AUTORES QUE ABREN
PUERTAS EN EL ALMA
—¿Cuáles son los
autores te dejaron una marca?
—Edgar Allan Poe abrió alguna puerta en mi cabeza. Sus
cuentos son una marca indeleble. La atmósfera de esos relatos y la forma de
contarlos realmente me sorprendieron cuando los descubrí cuando aún iba a la
escuela primaria. No paré hasta leerlos todos. En la secundaria descubrí a HP
Lovecraft. Ese horror cósmico me resultó mucho más cercano; aún me inquietan
esos escritos. Acabo de releer “En las montañas de la locura” y la inmersión en
ese mundo sobrenatural es tan real como la primera vez que lo leí. Después me
obsesioné con J.L. Borges y con Oscar Wilde. Otro autor que me marcó fue
Antonin Artaud, la fuerza desgarradora de sus textos es tan poderosa que me
generan el ansia de escribir a las pocas páginas de leerlos.
—¿Tenés libros a los
que volvés una y otra vez?
—Sí. La mayoría es de los autores que mencioné. El retrato de Dorian Gray y El alma del hombre bajo el socialismo, de
Wilde, debo repasarlos un par de veces al año. Heliogábalo, de Artaud, lo leo para disfrutar de esa potencia que
me golpea el alma, que me sacude un poco de cierta monotonía que me asola de
vez en cuando. Cuando quiero disfrutar de la perfección literaria vuelvo a los
cuentos de Ficciones, de Borges. Un
libro que siempre tengo a mano es El
almuerzo desnudo, de William Burroughs. Esos mundos los revisito y, según
mi propio estado, los vuelvo a interpretar y a disfrutar de nuevas formas.
Tocan nuevas cuerdas en estas nuevas incursiones.
TODO COMENZÓ CON UN
PERRO
—Después de doce años sin escribir, tuve un accidente
automovilístico en el que, en extrañas circunstancias, atropellé un perro. Esto
me conmovió profundamente y quedé con ese hecho en mi cabeza. La forma en que
pude deshacerme de ese pensamiento fue escribiendo un cuento que llamé “El
perro”. Por esos días empecé un taller de cine y, como tarea para ese taller,
escribí “Planchado”, cuyo protagonista también es un desafortunado can. Raúl Artola,
reconocido escritor y poeta, escuchó estos cuentos y me propuso asistir a su
taller literario. Ahí fueron surgiendo los demás cuentos en los que los
animales eran protagonistas. Suele pasarme que escribo series de cuentos
relacionados por una temática, así que cuando entendí que tenía un tópico,
seguí con él hasta exprimirlo. Tenía un par de relatos más que quedaron fuera
del libro.
—¿Tenés alguna fobia
especial contra los animales?
—No, para nada. Tengo cuentos de gauchos, de detectives; en
este caso son animales. A pesar del nombre, si se analizan los cuentos, de los
dieciocho solo en un par sufren los animales. En los demás, los humanos
llevamos las de perder.
—¿Qué temas te
preocupan y se hacen presentes en tus textos?
—La muerte y el tiempo son los tópicos que identifico en la
mayoría. La búsqueda de la propia identidad aparece en una novela inédita. De
todas formas las interpretaciones son múltiples y los temas no los pienso de
antemano, sino que al finalizar me sorprendo con lo que leo.
—¿Cuáles fueron las
repercusiones y/o devoluciones de los lectores de Malditos animales?
—El libro ha tenido un recorrido que no hubiera podido
soñar. La suerte me ha acompañado desde el principio. Cuando me presenté a la
convocatoria del Fondo Editorial Rionegrino, premiaban a diez escritores. El
jurado fue Ana María Shua, Elpidio Isla y Leopoldo Brizuela. Fue mi primer
intento. El libro resultó ganador y eso me permitió presentarlo en la Feria del
Libro en Buenos Aires. Fue mi primera visita a la Feria. Ese año (2010)
Argentina fue invitado a la Feria del Libro de Alemania. Malditos animales fue uno de los libros que representó a Río Negro.
En 2013, un cuento fue seleccionado por Patricio Chaija y la Editorial Muerde
Muertos para incluirlo en Osario común,
con un seleccionado de escritores de todo el país. En 2014 me invitaron, a
partir del libro, a participar de una mesa con Pablo Bernasconi y Ricardo
Mariño en la Biblioteca Nacional. En ese encuentro también presentamos Osario común. El libro prendió mucho en los
adolescentes y jóvenes y se está usando en algunas secundarias como texto de
lecturas. Creo que el hecho de ser cuentos cortos lo hace fácil de leer para
quien no tiene el hábito. Las interpretaciones han sido muy variadas, tanto
como los lectores.
GENTE QUE VIVE EN
PALANGANAS
—Antes de que saliera
Malditos animales, editaste algunos
libros en forma independiente y artesanal (Huyendo
desesperadamente del relato, El
problema de la resurrección, Un
zapato m lo cuenta, Bric a Brac y
Gente que vive en palanganas). ¿De
qué épocas son estas historias? ¿Qué te gusta de esos textos y que no?
—Esos libros son de principios de los años noventa. Son
libros muy experimentales; hay algunos generados a partir de programas
informáticos, otro a medias con el director de teatro Sergio Sansosti, escritos
en inglés y pasados por un traductor automático. Tengo los mejores recuerdos de
esos textos porque me traen a la memoria épocas muy divertidas. Gracias a esos
libros pude entablar amistad con Jorge Di Paola, un gran escritor tandilense,
que presentó Gente que vive en Palanganas
en la Universidad del Centro. En el aspecto literario, la mayoría son
ilegibles.
—¿Cómo es tu relación
con otras artes (teatro, cine, música, etcétera)?
—Todo me interesa y en todo he puesto manos en la masa, con
resultados diversos. Formé parte de un grupo de teatro llamado “La Raya”, tuve
varios grupos de música siendo Los Eremitas Cavilantes y Botavema 3 los que más
duraron. He participado en varios intentos de filmación y aún tengo las ganas de
poder terminar algo en cine. Actualmente estoy trabajando en el desarrollo de
algunos objetos basados en una plataforma de hardware libre llamada Arduino. En
principio hice algunos relojes no convencionales y otras cosas de nula utilidad
práctica.
—¿Imaginás algún cuento
tuyo en el cine o el teatro?
—Participé en un par de intentos para filmar algún cuento y
sé que hubo algún otro por ahí. La idea me encanta pero no sé cómo se resuelve
en imágenes porque muchas cosas pasan dentro de la cabeza de los personajes. El
elenco que imagino son amigos míos, por ejemplo, Carlos Irazusta —un reconocido
actor de Viedma— que protagonizó el intento de filmar “El papador de moscas”.
LOVECRAFT EN LAS
ARENAS DE VIEDMA
—Sos fanático
declarado de Lovecraft. ¿Qué significó participar del Primer Encuentro
Internacional de Literatura Fantástica 2014, organizado por la Biblioteca
Nacional y la UBA, y en el Festival Azabache 2014 junto a Juan Antonio Molina
Foix, uno de los principales especialistas del Maestro de Providence?
—El cuento que seleccionó Patricio Chaija para Osario común se llama “El que habita en
las arenas”. Este título es una referencia directa a HPL, por lo que encontrar
a Juan Antonio en aquel evento fue genial. Fue una emoción muy grande y esos
diez días de mayo no pude borrar la sonrisa de mi cara. Molina Foix no sólo ha
traducido y estudiado a fondo a Lovecraft sino a todos los grandes de la
literatura. Haber podido compartir esas charlas sobre libros, escuchar sus
historias con Jess Franco y su amplio conocimiento de cine fue un honor.
—Además de este
encuentro con Molina Foix, ¿cómo viste la movida de la literatura fantástica
actual?
—Me resultó una gran sorpresa el inmenso interés que
despierta el tema. Durante mucho tiempo me alejé de la literatura nueva y
encontrarme con una editorial como Muerde Muertos, o con la gran afluencia de
público en el Festival Azabache es muy gratificante. Se ve además que hay
autores de buenas ventas porque noté una gran inversión publicitaria de algunas
editoriales. A mí, que estoy lejos de los grandes centros de comercialización y
de donde se hacen los festivales, me resultó una agradable sorpresa.
—De los últimos
textos que leíste, ¿qué fue lo que más te atrapó?
—Descubrí muchos autores a partir de Osario. Hay muy buenos textos en el libro. Autores como Fabio
Ferreras, Claudia Cortalezzi, Ignacio Román González, etcétera, sorprenden con
sus mundos literarios. Fernando Figueras y su libro Queprobrestán fue de lo más divertido que leí en este año, junto con
El método Morello para no separarse,
de Claudio García. En cuanto al terror más clásico: Muerde muertos (quién alimenta a quién…), de los hermanos Marcos,
me resultó muy intrigante desde el principio pues se trata de una novela
epistolar.
LA LITERATURA Y LA
VIDA
—¿Qué lugar ocupa la
literatura en tu vida?
—En este último tiempo ha vuelto a tomar un muy importante
sitio. La gran repercusión de Malditos animales,
conocer a otros escritores —con algunos de los cuales estamos en contacto
permanente—, las presentaciones y los encuentros, me han dado una gran
inspiración y fuerza para seguir escribiendo. Tengo dos hijas —Lupe, de 12 años,
y Mora, de 8— a las que les gusta leer y escribir. La mayor acaba de ser
editada en una compilación de jóvenes escritores locales. Más allá de la
necesidad interna de escribir, todo esto pone a la literatura en un muy primer
plano.
—¿Estás trabajando en
algún nuevo proyecto artístico, sea literario o de otra área? ¿Podemos saber de
qué se trata?
—Estoy trabajando en un libro de cuentos que me propuse
terminar este verano. Me gustaría poder editar en 2015 y tener algo nuevo para
presentar.
FANÁTICO DEL CINE DE
TERROR
“Soy un gran fanático del cine de terror y si tuviera que
hacer un ranking de las 10 películas de terror que más me gustaron, más de la
mitad serían historias de Stephen King. Es uno de los pocos autores que uno
recuerda de quién es el guión de la película, en vez de quién es el director.
Voy a recomendar tres que, por más obvio que resulte, siempre hay alguien que
no la vio: Cementerio de animales, El resplandor y Misery”, expresó Pablo Tolosa, al referirse al Maestro de Maine.
ASÍ ESCRIBE: EL
PAPADOR DE MOSCAS. El cuento integra el libro Malditos animales, de Pablo Tolosa (Fondo Editorial Rionegrino, 2009).
Los árboles se retuercen ante un viento minúsculo. Están
desperezándose de unos días quietos y calurosos. Los entiendo; yo estoy igual.
Reveo el mismo camino una y otra vez. Una huella que aún no es cicatriz en la
tierra seca; plantas ralas y espinosas que no pueden verdear; con el
desesperanzado color de un televisor sin brillo. Una multitud de hormigas
iguales que más parecen las imposibles raíces de un árbol imaginario que las
modestas formaciones de un diminuto ejército de bichos. Salgo a cazar. El aire
se mueve lento y denso como un aliento. Hay moscas presagiando, de esas
solitarias y grandotas como aviones: ellas son mi presa. Zumban su camino en la
tarde. Saben de mí pero kamikazes sin razón, se juegan la vida pasando cerca
mío. Mi mano es rápida. Muy rápida. Y no me da asco matarlas en el puño. Las
aprieto fuerte; siento la fuerza de mis músculos contrayendo los dedos. Siento
la desesperación de tres pares de patas moviéndose aterradas; siento el
cosquilleo de las alas y a veces siento el zumbido dentro de mi mano. Es
apagado y me estremece el cuerpo entero. Esto es el poder, es tener su vida en
el puño de mi mano. Y cuando pasa eso estrujo el cuerpo de la mosca hasta que
suena. Revienta y la tiro sin mirarla. Cuento las víctimas: una… dos…tres… A
veces las veo después, en otra vuelta por el camino. Están ahí, sin dios. Solo
una basura biodegradable. A veces veo las hormigas llevárselas al hormiguero.
Una o dos obreras las arrastran para comerlas luego; las hormigas no comen en
público.
Hoy me siento bien. Los reflejos están al máximo y la mente
despejada. Mi cuenta de bajas está en seis, posiblemente logre la más alta
puntuación de los últimos meses. No volveré a alcanzar mi marca de once de una
tarde de abril, aunque con la inestimable ayuda de un perro muerto. Lo de hoy
es más raro. De los siete insectos que vi solo en un intento fallé. Se alejó
arrogante y verde hacia alguna podredumbre cercana con el cantar mecánicamente
monocorde de una cuerda apresurada y el plan de vuelo de corto plazo que un
insecto puede pensar. Con el recuerdo del moscardón ido en mi cabeza me
sorprende un nuevo zumbido. Viene por la derecha, mi mejor lado. Mi técnica
consiste en oír al animal, situarlo así en el espacio, calcular su velocidad y
trayectoria y soltar el zarpazo a mano abierta. La convexa trampa aprisiona al
desafortunado bicho y lo sentencia a una muerte horrible. Busco con el oído y
lo encuentro muy cerca, subiendo de derecha a izquierda a la altura del muslo.
Saco la mano con los dedos estirados y la cierro. Me parece ver algo rojo o tal
vez bordó. No sé bien. Parece muy grande para ser una mosca. Estaba muy abajo y
no pude ver bien. Sé que lo tengo porque lo siento. Es muy duro al tacto. Tal
vez atrapé otra cosa, se me ocurre, pero claramente mueve las patas. Sin mirar
aún despego un poco los dedos para intentar descifrar mejor lo que me he
regalado en esta eficaz movida. Definitivamente no es una mosca. El ovni
(objeto vivo no identificado) se aferra a mi piel y para ello despliega algún
tipo de garra que lastima mi mano. Presiono los dedos y la palma para impedir
que siga incrustando sus patas en mí pero no lo logro. El exoesqueleto nunca
cruje, el infame líquido que suelo exprimir nunca aparece, pero lo que sea me
responde clavando un aguijón en el centro exacto de mi palma. El dolor es
inmediato y ya lo siento en los nudillos y en el codo, sube al hombro y me
paraliza el lado derecho del cuerpo. La pierna se dobla hacia arriba tan rápido
que me pateo la entrepierna y caigo de cara al piso, golpeando la frente en una
piedra. Me doy cuenta de que no veo con el ojo derecho. El puño sigue apretado
y ya no puedo abrirlo. No depende de mí. Se me contrae la otra pierna y el
ruido del talón golpeando mi espalda me llena de horror. Pero lo que aniquila
mi razón antes que a mi cuerpo es que desde la mano cerrada sale un sonido
agudo y sostenido, un grito imposible, un silbido que llama a la muerte. Y la
muerte me aprieta en su puño hasta que mi cuerpo cruje. Y ni siquiera tengo
alas, pero lo que sea me responde clavando un aguijón en el centro exacto de mi
palma. El dolor es inmediato y ya lo siento en los nudillos y en el codo, sube
al hombro y me paraliza el lado derecho del cuerpo. La pierna se dobla hacia
arriba tan rápido que me pateo la entrepierna y caigo de cara al piso, golpeando
la frente en una piedra. Me doy cuenta de que no veo con el ojo derecho. El
puño sigue apretado y ya no puedo abrirlo. No depende de mí. Se me contrae la
otra pierna y el ruido del talón golpeando mi espalda me llena de horror. Pero
lo que aniquila mi razón antes que a mi cuerpo es que desde la mano cerrada
sale un sonido agudo y sostenido, un grito imposible, un silbido que llama a la
muerte. Y la muerte me aprieta en su puño hasta que mi cuerpo cruje. Y ni
siquiera tengo alas.