Nacido el 18 de mayo de 1957 en Ezeiza, Carlos Román Renoldi cursó sus primeros estudios en Gualeguay (Entre Ríos) y regresó a su ciudad natal a los 9 años, donde se recibió de técnico mecánico y realizó una carrera artística que incluye la música, la escultura y la pintura. Para esta primera incursión en las letras, buceó en su pasado y decidió incorporar una poesía de su padre, Reducindo Ramón Renoldi (1931-2008), titulada “Pensamiento”, con un pie que dice: “Si hay memoria genética de escritor en mí, esta es la prueba…”.
A continuación, el autor brinda pantallazos de su vida (con poesías que van desde la década del ’70 hasta el presente, pero sin orden cronológico) y habla de la compañera de vida, “La Corta”; de su hijo Federico (“Y entre nubes vaporosas / sos el aire que me envuelve”, dice por ejemplo en “Tus ojos”); del Ezeiza de ayer con poemas como “Guillermina” (“Me acuerdo de Guillermina / cuando raleaban las casas”); de la ciudad de Gualeguay, de sus padres, de sus amigos y de sus vecinos. Retrata a personajes diversos como el Perro Flaco, el mozo del Kibón, el vagabundo Aristóbulo y la poeta Elsika; y no se priva de hablar de política y religión diciendo desde el arranque herejías de este tipo: “Dios está en mi corazón / las religiones / en el pozo negro de mi casa”.
El poemario se inicia con “Tristes mascaritas” (1995) donde declara: “No sabes cómo quisiera / que seamos seres libres / para no tener que escondernos / detrás de sucias mentiras”. Y cierra con “Nada más” (2009): “Cuando yo me vaya / no me vengan con tonterías / despídanme, mis amigos, / con eléctricas guitarras / y el tronar de sus motores (…). Cuando yo me vaya, / no se ocupen de mis cenizas / dejen nomás que el viento / las lleve adonde quiera; / es ceniza, nada más”. Esta miscelánea poética incluye además letras de canciones, producto de su otra vocación artística que lo ha llevado a transitar escenarios con la ya mítica banda de rock “Obreros del sur” y como solista, abordando distintos géneros, entre ellos el folklore y el tango. Entre esas canciones está “El loco” (1984) que dice justamente: “Hola, amigos, / ¿se acuerdan de mí? / Yo soy el loco que zapaba / por varias horas / y se copaba / y transpiraba. / Yo soy el loco que cantaba / aquellas canciones fabulosas / cuando no había otra cosa”.
Si bien las vivencias están retratadas apelando a la síntesis poética y no a la narrativa, la obra de Renoldi (en una cuidada edición) no se queda en aspectos superficiales y pone de manifiesto sentimientos, inquietudes y vivencias íntimas. Lejos de una fría visión documental, refleja dimensiones no cuantificables del hombre inmerso en el devenir de los días, alcanzando un genuino tono poético en muchos pasajes, donde se aprecia el valor de las nuevas locuras de Renoldi que, esta vez, vienen en formato libro.
(*) La Palabra de Ezeiza, página 6, jueves 11 de junio de 2009.