Muerde Muertos, sello editor (primera parte)
Por Mercedes Giuffré
El País de la Bruma
Lunes 11 de junio de 2018
Conversamos con José María Marcos, escritor, editor y responsable, junto con su hermano Carlos Marcos, del sello independiente dedicado a los géneros de fantástico, terror y erótico. Ofrecemos aquí la primera parte de la charla, cuya publicación continuaremos la próxima semana.
E.P.B: ¿Cuándo y cómo surge Muerde Muertos?
J.M.M: Técnicamente arrancó con la presentación de tres títulos, en noviembre de 2010. Un libro mío de cuentos de terror que se llamó Los fantasmas siempre tienen hambre y que abrió la colección Muertos. La colección Muerde, que era para lo erótico, la abrió el libro Inmaculadas de Carlos, mi hermano. Nuestra idea siempre fue trabajar estas corrientes que para algunos son géneros y para otros corrientes literarias. Y la tercera colección, Ni Muerde NI Muertos, para textos afines, la abrió Ingrávido de Fernando Figueras, que es un libro de cuentos entre lo fantástico y el realismo delirante, una corriente inspirada en Laiseca. Después se sumó la colección Muerde Muertos que es la cruza de los dos primeros géneros.
Empezamos a trabajar para la puesta en marcha de la editorial en el año 2009. Fue un proyecto que iniciamos con Carlos. Nosotros habíamos publicado en 2007 una novela, la primera que escribimos juntos que se llama Recuerdos parásitos, que también es una mezcla de novela de terror y erótica, en una edición de autor. Pero si bien estábamos contentos con ella, nos dábamos cuenta que le faltaba referenciarse a cierto catálogo y cierta tradición, porque una edición de autor queda circunscripta a su ámbito. Después de esa experiencia, seguíamos pensando con mi hermano qué hacer para editar cosas nuestras y empezamos en ese trabajo a cruzarnos con muchos colegas y gente afín y dijimos: ¿por qué no creamos un sello que tenga esta impronta y abrimos un lugar de referencia, no sólo para editar sino también para entrar en relación, de algún modo, con otros proyectos? Las cosas cambian y en ese momento nadie hablaba de hacer literatura de terror. No había ningún sello que saliera a referenciarse tan abiertamente con el género de terror. Y nosotros queríamos dejar en claro desde qué lugar abordábamos la literatura. Yo considero que todo es literatura a secas, pero en este juego de referenciarse, las obras que más nos influenciaron y nos convirtieron en lectores pertenecen a estas literaturas. En mi caso, lo fantástico y el terror, y en el de mi hermano, el erotismo y también lo fantástico. Pensamos en un título que fuera lo suficientemente fuerte para que esto estuviera identificado ya de entrada. El nombre fue un hallazgo de Carlos, y vimos que desde él surgían las colecciones. Después pensamos una estética acorde. Vimos libros de Martínez Roca, los Bolsilibros de Bruguera, pero no para hacer lo mismo sino, de algún modo, inspirados en ese espíritu, hacer obras que siguieran esa tradición pero con cierta mirada actual. Por eso nuestros libros son colorinches, con tapas brillantes y mucha ilustración. El objetivo era sacar pocos títulos por año, porque era lo que nosotros podíamos acompañar.
E.P.B: ¿Y cómo se lanzaron al mercado?
J.M.M: Nos dimos cuenta de que para cualquier editorial es difícil el tema distribución. Los libros duran poco en las librerías. Tienen poca vida. Sabiendo esto, dijimos, tenemos que pensar dos cosas: que circulen [nuestros libros] por ciertas librerías…
E.P.B: A las que van los lectores del esos géneros…
J.M.M: Exacto. Y por otro lado nos propusimos, como parte del proyecto editorial, participar en la mayor cantidad de eventos donde nos permitieran ir a hablar de esto.
E.P.B: Mostrar la obra.
J.M.M: Completamente. Hicimos ese movimiento de ir a buscar los espacios. El primer festival al que fuimos fue Azabache, que entonces era puramente dedicado al policial… No había gente haciendo lo mismo. En 2012 se abrió el espacio Zona Futuro en la Feria del Libro de Buenos Aires y fuimos con una charla que se llamó “Bajo la falda del viejo Frankenstein, relatos de horror, erotismo y delirio”. Y era la única charla en todo Zona Futuro que hablaba de eso.
E.P.B: ¿Y creés que hoy la movida del terror es mayor en el mercado editorial argentino?
J.M.M: Yo creo que sí. En diez años a esta parte, la cosa ha cambiado notablemente. Puedo decir con orgullo que nos dieron la razón. Es una literatura que vale, que es leída y no estaba siendo tenida en cuenta.
E.P.B: Salvo Stephen King.
J.M.M: Es un autor de referencia. Pero cuando muchos amigos y yo lo leíamos en los ochenta nos miraban como diciendo qué hacen estos tipos…
E.P.B: ¡En la Facultad de Letras ni te cuento! (Risas)
J.M.M: Bueno, desde ese momento hasta ahora cambiaron las cosas. Yo formo parte de la revista Insomnia, dedicada a Stephen King, que tiene veinte años. Hemos notado ese cambio en la valoración que se tiene de él como autor. Por eso, medio en broma, digo que nos dieron la razón. Desde hace veinte años hay autores locales que escriben terror, pero recién ahora se los lee desde ahí. Lo que para mí ha funcionado en estos años es que se habilitó posibilidades que antes no estaban y creo que fuimos parte. Hay personas que se animaron a leer estos textos y personas que se animaron a escribir estas historias.
En la escritura hay una habilitación sobre lo que “se puede” escribir y lo que no, y sobre lo que se puede leer y lo que no. Y yo creo que en estos diez años hay una suerte a favor, de contagio, de decir “estos textos valen” y tienen su público y van haciendo público.
E.P.B: ¿Y cómo siguió Muerde Muertos?
J.M.M: Hicimos sistemático esto de dar charlas. Y seguimos haciéndolo. Solemos, por ejemplo, entre otras cosas, abrir la Feria del Libro Heavy Metal, que va por la quinta edición. Estuvimos con un stand en la Feria Leer junto al río, en San Isidro; estuvimos en Córdoba Mata y también en el espacio Zona Futuro de la Feria del Libro de Buenos Aires, y en BAN!, en el Encuentro de literatura fantástica en la Biblioteca Nacional… Hicimos infinidad de cosas como sistemáticas para mostrar las obras y lo que nosotros valoramos. No solo lo nuestro. Queríamos, antes de publicar otras cosas seguir fijando postura. En esta idea, lo siguiente que editamos fue Beber en rojo, de Laiseca, que es una reescritura del Drácula de Bram Stoker con una impronta laisequiana y en el centro con un ensayo sobre la importancia del monstruo en el arte. Y también, nuestra segunda novela Muerde Muertos, que es en colaboración, porque creemos que la literatura también es un hecho de trabajo en conjunto, sea entre autores, editores, pero hay un trabajo colectivo. Muerde Muertos nos permitía poner en práctica esto de usar formas clásicas pero con nuevas miradas. Una novela epistolar en pleno siglo XXI, con temas medievales pero anclada en la actualidad. Después de eso, seleccionamos autores con los que sentíamos una afinidad estética y los editamos. Publicamos Árboles de tronco rojo, de Marcelo Guerrieri, Los hombres malos usan sombrero, de Lucas Berruezo, autores que luego siguieron publicando y para mí es una alegría. Le editamos dos libros a Pablo Martínez Burkett, a Fernando Figueras otros dos más Haikus Bilardo que escribió conmigo; después hicimos una antología que se llamó Osario común con diecisiete autores argentinos que le encargamos a Patricio Chaija. Entre los autores y textos que él seleccionó había consagrados y autores que nunca habían publicado, por ejemplo estaban Mariana Enriquez, Gustavo Nielsen, Alejandra Zina, Alberto Ramponelli, Walter Ianelli, Pablo Tolosa, a quien el año pasado le editamos su primera novela; Gerardo Quiroga, Fabio Ferreras, Claudia Cortalezzi, Sebastián Chilano y otros. Nosotros veíamos que había grupos de personas haciendo terror en distintos puntos del país pero no se conocían entre sí, y en esta antología los juntamos. Después de Osario, sacamos otros libros colectivos como Ilusorias, que fue un homenaje a Los sorias, de Alberto Laiseca. Ver 2º parte