“Para mí es mucho más fácil inventar
mundos que hablar de cosas que ya existen”
Por José María Marcos, exclusivo para INSOMNIA, Nº 136, abril de 2009
El catalán Jaume Castejón Martí habló con INSOMNIA sobre la
reciente aparición de Leyendas de la Ciudad Blanca. Las Ruinas de
Aras I (Editorial &M), inicio de una larga saga que transcurre en el
Reino de Hárkad. Se refirió también a su formación como escritor, a
su relación con la poesía y a su admiración por los Libros de Terramar
de Ursula K. Le Guin, y reveló que uno de los personajes de su obra
está inspirado en Los ojos del Dragón, de Stephen King.
La odisea está compuesta por cuatro libros. En esta primera entrega, el Reino de Hárkad pierde su
rey tras más de 200 años y se desata un feroz enfrentamiento entre nobles por la sucesión. En
estas circunstancias, un grupo de amigos comenzará una travesía para rescatar el hijo de uno de los
aspirantes al trono, y su viaje los llevará hasta las ruinas de Aras, donde conocerán parte de los
secretos del reinado.
Nacido el 12 de diciembre de 1964 en el barrio de Gràcia, Barcelona, Jaume Castejón actualmente
reside en la ciudad de Salamanca. Ha escrito artículos para las revistas Claret, Arxi y Neruda &
Compañía, y publicó un libro de poemas titulado Poesía a los Cuatro Vientos (2001). El relato de
terror El retrato ha sido emitido por el programa Onda Cero, conducido por el fallecido Juan Antonio
Cebrián, y dio origen al guión de un cortometraje con el mismo nombre. Es doblemente licenciado:
en Psicología (en la especialidad Educación) y en Geografía e Historia (con la especialidad de
Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología), de la Universidad de Barcelona.
Entre los años 1986 y 2000 formó parte de un grupo de teatro y también ha trabajado de docente y
corrector de textos. Ha obtenido distintos reconocimientos en certámenes literarios: 2º premio
narrativa en el I Certamen Literario Sant Jordi del Colegio Claret (Barcelona, 1982), 2º premio de
poesía en el II Certamen de Literatura Sant Jordi del Colegio Claret (Barcelona, 1983), 2º premio
narrativa en el III Concurso Literario Navideño-Sagrada Familia (Barcelona, 1983), 3º premio de
narrativa en la I Muestra Literaria-Centro Cívico “La Sedeta” (Barcelona, 1985), entre otros.
—¿Cuándo comenzó a escribir? ¿Qué estímulos recuerda esenciales para este inicio?
¿Cuándo se sintió escritor por primera vez?
—Empecé a escribir a los 14 años, según recuerdo, con motivo de un concurso escolar. Desde luego
la lectura es fundamental para la escritura, el placer de leer, la pasión por el descubrimiento de
nuevas historias me impulsó a probar por mí mismo. Creo que me sentí escritor cuando me
comunicaron que había ganado mi primer premio literario.
—¿Qué problemáticas aparecen con recurrencia en sus textos?
—Me preocupa la duda humana, ese ir y venir en los planteamientos morales del individuo. No creo
en los buenos-buenos ni en los malos-malos. Apuesto por la fluctuación y el cambio, e intento que
en mis escritos se vea la incertidumbre que siempre nos acompaña.
—¿Por qué ha elegido el género fantástico para expresar sus ideas?
—Me siento más cómodo con este género, seguramente porque es el que más he leído e
indudablemente aquello que leemos nos influye. Para mí es mucho más fácil inventar mundos que
hablar de cosas que ya existen.
—¿Recuerda cuándo y cómo comenzó a gestarse el Reino de Hárkad? ¿Puede explicar
cómo ha sido el proceso de creación?
—El Reino de Hárkad, sin nombre concreto ni datos específicos, comenzó a gestarse a raíz de la
participación en un concurso de relatos cortos en el año 2005. Finalmente decidí no presentarme a
ese concurso, pero la narración que había escrito me sirvió de base para crear un mundo del que
aprovecharme, pues en aquella época jugaba a rol (Nota de la Redacción: El juego de rol es aquel
en que los participantes actúan como personajes de una aventura de carácter misterioso o
fantástico). Poco a poco fui poniendo nombres, fechas, lugares y vestí aquel mundo de historia, de
aventuras. Empezó a tomar vida en mi mente y al mismo tiempo en el juego, aunque después tuve
que hacer modificaciones, claro está, para adaptarlo mejor al lenguaje literario.
—¿Su licenciatura en Geografía e Historia, con especialidad en Prehistoria, Historia
Antigua y Arqueología, influenciaron en la creación de este mundo?
—Todo influye, no lo niego, claro que las civilizaciones persa, griega, romana, etrusca, sus edificios,
su cultura, su pasado influyen en lo que escribo. Bebemos de lo que conocemos y no soy una
excepción, pero más que en la creación han influido en el revestimiento.
—¿Las sucesos del Reino de Hárkad remiten a algún período histórico real o a la
actualidad?
—No me atrevería a decir tanto, pero desde luego creo que tienen que ver más con situaciones
actuales que con el pasado medieval. No es una novela histórica, no intento recrear la vida dura de
ese periodo, sino que más bien reflejo la idea que todos los jugadores de rol tienen de una vida
medieval ideal, ficticia.
—En Leyendas de la Ciudad Blanca. Las ruinas de Aras I son muy importantes las
relaciones que van estableciendo un grupo de amigos durante la travesía que les toca
enfrentar. ¿Piensa que allí reside la clave, más allá de las macro-circunstancias?
—Yo creo que ese es el quid de la cuestión. Los personajes viven en un mundo y ese mundo se
mueve, pero más allá de esos acontecimientos ellos también se mueven, crecen, se relacionan, y
esas relaciones les hacen madurar. No son personajes planos, sus dudas, sus miedos, sus historias,
les modifican, les influyen, y eso es la condición humana que yo he pretendido plasmar. Creo que
ese aspecto de la novela es el sentimiento que he querido aportar.
—Usted suele contar que le gusta andar en bicicleta. ¿Ese gusto por viajar es el mismo
que surge a la hora de su escritura?
—No, ja ja ja. La bicicleta es puro deporte, el escribir es un viaje más mental, más anímico, es
necesario para recargar la mente y el alma, para tonificar el espíritu. Lo de la bicicleta es puramente
físico. Pero hay que complementar.
—Entre los autores que lo marcaron usted menciona a Nikos Kazantzakis, Úrsula K. Le
Guin, Umberto Eco, J.R.R. Tolkien, José Baena Reigal y Susanna Clarke. ¿Qué ha
aprendido de cada uno de estos maestros? ¿Cuáles cree que están más presentes en su
obra?
—Cada uno me ha enseñado lo suyo, he intentado fijarme en aquellos personajes que más
variabilidad muestran y he intentado aprender de técnicas de descripción, de técnicas de trabajo
que cada uno de estos autores han desarrollado. Sobre todo, también, me he fijado en que sus
obras me emocionaran, y he pretendido “copiar” dentro de mis limitadas capacidades. De todas
formas creo que Ursula K. Le Guin y sus Libros de Terramar tienen su peso importante dentro de
esta novela.
—En su página dice que sus películas favoritas son Blade Runner, de Ridley Scott; La
última tentación de Cristo, de Martin Scorsese; Sin perdón, de Clint Eastwood; Lazos
ardientes, de Andy y Larry Wachowski; Rompiendo las olas, de Lars von Trier; y The
Navigator, de Vincent Ward. ¿El cine lo ha ayudado a configurar sus mundos imaginarios?
—Como dije antes, absolutamente todo nos influye. El cine no es menos, pero creo que la literatura
tiene mucho más peso a la hora de crear mis mundos.
—Usted ha publicado un libro de poemas y también mantiene un blog con su obra en
verso. ¿Qué lugar tiene la poesía en su producción literaria y en su vida?
—Leo muy poca poesía. Me tomo la poesía como unas vacaciones dentro de otras vacaciones.
Escribir es una necesidad, pero al mismo tiempo es una evasión. La “poesía” que yo hago es
evasión dentro de la evasión literaria. Es como un pasatiempo para mí y por tanto ni tiene rigor ni
calidad. En cuanto a poetas... ninguno en especial, aunque siempre me he identificado un poquito
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más con la obra de Ángel Valente.
—En su página de internet cuenta que ha participado como actor de 35 obras de teatro
con más de 124 representaciones. ¿Esto lo ha ayudado a la hora de dar vida a sus
personajes? ¿Ha abandonado la actuación?
—Sí, he dejado el teatro. Entre la familia, el trabajo..., ya se sabe. Sí he aprendido mucho del
teatro, también del juego de rol, que no es otra cosa que hacer teatro entre amigos e improvisando.
Dar coherencia a los personajes es muy importante y ha sido una de las cosas más complicadas a la
hora de escribir la novela. Continuamente hay que ponerse en la piel de cada uno de ellos para
saber qué dirán cómo actuarán, qué les motiva... sobre todo para hacer creíble la historia.
—España tiene una larga tradición de escritores volcados al género fantástico. ¿En la
actualidad cómo ve este escenario? ¿Hay escritores que lo cultivan? ¿Hay interés entre
los lectores? ¿El mercado editorial se interesa por ello?
—Sí, hay escritores que se dedican al género fantástico. Laura Gallego es un ejemplo de ello. Hay
más, como José Ángel Muriel, Ana María Matute, León Arsenal o Santiago García Clairac, entre otros.
Creo que a raíz del estreno de El señor de los anillos y de la publicación de la saga Harry Potter
muchos lectores se interesaron por el tema, aunque las grandes editoriales, ya se sabe, sólo
apuestan por los grandes nombres.
—¿Cómo han sido las primeras repercusiones de la aparición de Leyendas de la Ciudad
Blanca. Las ruinas de Aras I?
—La verdad es que me hubiese gustado que hubiese tenido más repercusión, pero no me puedo
quejar. Mi editorial es pequeña y enseguida topas con lo intrincado del mercado, las grandes
cadenas de librerías, la publicidad, etcétera, pero yo confío en el boca a boca que es lo que al final
funciona. Tardaremos más tiempo, pero creo que lo conseguiremos.
—¿Puede adelantarnos cuántos libros componen la saga que ha iniciado?
—Cuatro. Prácticamente están todos terminados.
—Su relato de terror El retrato ha sido leído en el programa Onda Cero, conducido por
Juan Antonio Cebrián, y dio origen al guión de un cortometraje con el mismo nombre.
¿Qué relación tiene usted con el género? ¿Hay algún autor, algún libro, alguna película,
que lo hayan marcado?
—La verdad es que la relación con el género del terror es la de lector. He leído varias novelas de
terror, y lo del relato fue más bien un ensayo del que no me puedo quejar; muy posiblemente siga
algún día, pues hay que ahondar en todos los géneros en los que uno se encuentra cómodo, y el
terror no me ha resultado muy difícil. De ese mundo destaco la novela El exorcista, de William P.
Blatty, y la película The Ring.
—¿Qué opinión le merece Stephen King? ¿Hay algún libro que le ha gustado de él?
—Creo sinceramente que Stephen King es un autor muy afamado de novelas de terror, muchas de
sus películas se han llevado al cine con un éxito destacable. He visto El resplandor y una que me
sorprendió muchísimo y que me encantó, El cazador de sueños. De todas formas me gustaría tener
más tiempo para leer a Stephen King. Una confesión: hay un libro que me fascinó, Los ojos del
dragón, y debo reconocer que uno de los personajes de la saga de Las leyendas de la Ciudad
Blanca está inspirado en uno de los protagonistas de ese libro.
Así escribe Jaume Castejón
Delva tenía un solo reino, o al menos así lo creía la inmensa mayoría de sus habitantes. Sin
embargo, el Gran Reino de Hárkad, que era el nombre con el que se conocía, había sido
anteriormente una tierra llena de reinos más pequeños, entre los cuales siempre hubo luchas,
alianzas, pactos, traiciones e incluso grandes guerras. Sus límites eran todo el mundo conocido
hasta entonces: hacia el este la Gran Muralla, una cordillera de picos altos que llegaban hasta los
seis mil metros de altura, con sus cumbres eternamente nevadas, una auténtica pared rocosa que
se había intentado franquear en multitud de ocasiones sin ningún éxito. La impresionante cadena
montañosa se extendía más de mil doscientos kilómetros en sentido noroeste-sureste, con más de
cien kilómetros de anchura que la hacían absolutamente inexpugnable. Los límites del sur los
marcaba el río Neru, un ancho río de más de setecientos kilómetros de longitud que desembocaba
en el golfo de Mármora, al otro lado del cual se extendían los desiertos del Settengo, una tierra
yerma y requemada sin ninguna posibilidad de vida. Y al oeste y al norte, el Mar de Hárkad. Frente
a las costas occidentales del reino, a unos ciento cincuenta kilómetros mar adentro la gran isla de
Denwas y más allá el océano abierto sin ningún tipo de tierra a la vista; en el lejano y frío norte,
entre la Gran Muralla y el mar, cerrando el único paso por tierra, el salvaje, bravo e infranqueable
río Nístiak. Un reino verde y prácticamente llano con ríos, lagos, ciudades, montañas y sobre todo
historia.
Las ciudades que formaban el Gran Reino de Hárkad eran: Mármora, la gran capital del sur, según
sus cronistas la segunda ciudad más antigua del reino, la capital cultural, conocida también como la
Morada del Príncipe; Léstora, la ciudad marinera, asentada sobre las ruinas de Gali, la ciudad de los
pantanos; Xamin, la ciudad rebelde; Dapur, la ciudad de la abundancia, hogar de comerciantes
construida sobre la Encrucijada que degeneró en la guarida de ladrones y asesinos más grande del
reino; Cumia, la ciudad libre, fundada por comerciantes honrados de Dapur; Yíldiz, la colonia minera
de Barintia; Denwas; la isla de Léstora y, finalmente, la capital del reino que era la ciudad de
Barintia, situada al norte de la Gran Llanura, en la desembocadura del Arimán. Sin embargo la urbe
de Barintia había poseído sus propias tierras, mucho más pequeñas, antes que Íler Ármitac, el gran
rey, uniese todas las ciudades de la Llanura bajo una sola corona; tampoco había sido la ciudad más
populosa y próspera de Hárkad, sin embargo los intrincados caminos del destino y la mano hábil de
sus gobernantes habían hecho que se impusiese sobre las demás ciudades y reinos.
La otra realidad
Por José María Marcos, exclusivo para INSOMNIA, Nº 136, abril de 2009
Leyendas de la Ciudad Blanca. Las ruinas de Aras I es una auspiciosa muestra del Reino de Hárkad
y su idiosincrasia. A medida que los personajes inician su travesía (física y espiritual), vamos
descubriendo los misterios de la región y compartimos junto a ellos sus reacciones, sus miedos y
sus pensamientos.
En su lectura, notamos que detrás de todos los ropajes simbólicos el autor ha puesto el acento en
retratar las líneas básicas del destino humano, guiado por los ejes de los cuentos de hadas: el
camino hacia las revelaciones y la verdadera identidad, el establecimiento del orden, la toma de
conciencia del universo y la restauración del equilibrio primigenio.
La narración es clásica, con presentación, nudo y desenlace, y mezcla en dosis justas la descripción
con la acción. La prosa fluye tanto en las escenas como en los rasgos que van desplegando los
protagonistas, y el lector, si se hace cómplice con Castejón, puede verse marchando por esos
parajes medievales al lado de Jin, Krahova, Stan y Tórnax. Como toda historia de largo aliento, en
Leyendas de la Ciudad Blanca. Las Ruinas de Aras I el autor ha dejado una gran cantidad de puntas
abiertas que se irán cerrando y resignificando a lo largo de los restantes tres libros.
Destacable es que ha urdido una trama sin descuidar el gran relato ni las particularidades de estos
personajes, que prometen hacernos pasar buenos momentos casi como si fuéramos sus amigos, con
quienes podemos descubrir la otra realidad que todos atesoramos en lo más profundo de nuestra
imaginación.