“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

Página/12 | Nuestros y de lo mejor, recordando a Di Benedetto y Kordon...

Por Enrique Medina | 15 de octubre de 2025 | Contratapa de Página/12

Enrique Medina y Antonio Di Benedetto.

Debido a que el poeta Alfredo Vento decidió hacer una breve visita al terruño por motivos profesionales, decidí que antes de que suba al avión regresando a París, donde reside con su mujer Marlenis y sus hijos, bueno sería organizar una reunión para despedirlo en el Tolón. Al punto, con el repasador al hombro y su clásico chaleco negro abotonado, llega el edecán del lugar, Nico, con la bandeja en alto. Mientras transpone el pedido a nuestra mesa, continuando la conversación grupal que estábamos manteniendo, sentencioso, afirma:
—La Argentina dejará de ser un eterno bolonqui, el día en el que todos los argentinos, los de aquí y los desparramados en el mundo, a la misma hora, realicemos un suicidio universal en honor a todos los gallegos, tanos y criollos que hicieron grande esta patria...
Nos atropellamos para aportar opiniones. Gabriel Bianco y Carlos Crosa se adhieren aplaudiendo; Darío Lavia está de acuerdo en que la culpa sólo es de nosotros, pero rechaza tal extremismo; Alejandra Tenaglia sostiene que el facilismo y el nihilismo es propio de los cómodos. Diego Kenis masculla que las cosas de la patria no hay que tomarlas para la joda. Por fin, José María Marcos, abrazado por Raquel Buela, para sosegar a Nico (que ya se disculpó diciendo que sólo era una broma), refiere, la sentencia gruñida, al Infierno de Dante:
—Dante simboliza el infierno como un embudo invertido. Este se compone de nueve ambientes circulares, antepuestos de un vestíbulo. Allí están los que vivieron sin merecer desprecios ni alabanzas, es decir, al pedo. Y dice Dante que la misericordia y la justicia desdeñan su recuerdo, refiriéndose a esos híbridos inútiles. Es por eso que no los ha aceptado ni el cielo ni el infierno. El poeta Virgilio que hace de guía de Dante le recomienda: Non ragioniam si lor, ma guarda e passa..., no hablemos de ellos, sólo mira y sigamos de largo... Es decir, esto es el ninguneo facilongo que acabamos de escuchar, al que nos negamos terminantemente...
Como periodistas radiales hablan todos al mismo tiempo y nadie entiende nada. Sin que venga a cuento, yo aprovecho para defender la eutanasia y la determinación llevada a cabo por Jean Luc Godard y, como contraparte, menciono la muerte final de mi querido Bernando Kordon indefenso en un geriátrico chileno, también a mi otro amigo Eduardo Saúl con alzheimer... Y así el tole-tole va creciendo hasta que Alejandra controla el estofado apuntando que en estos días Kordon cumpliría 110 años... Diego verifica en su celular que el porteño escritor había nacido el 12 de noviembre de 1915...  Alfredo Vento, que había hecho una buena amistad con el novelista Antonio Di Benedetto cuando éste visitaba mi taller literario para charlar con los integrantes, recuerda que el narrador mendocino también había nacido en noviembre. En el celular, Diego comprueba que sí, tal cual, había nacido en noviembre el día 2 del año 1922 y fallecido en 1986 a los 63 años...
En este punto me abstraigo totalmente. Veo a mis amigos continuando el debate. Los veo sin oírlos. Y de inmediato dejo de verlos, en cambio, me asaltan las imágenes de aquellos dos formidables amigos con los que tantos buenos momentos pasé. Sin vergüenza me atrevo a decir que siento de verdad la presencia de ellos. Mi miran y me hablan. Me veo con Bernardo en su alto departamento de Santa Fe llegando a Callao, tomando el café con macitas que nos servía su mujer. Sebreli llegando tarde. Ella sacándonos fotos a los tres en el balcón. Eran tiempos militares y no había donde publicar. Después, en El Foro, bar preferido por juristas y abogados, ubicado en Corrientes y Uruguay, les presenté al editor Julio Alonso que los publicó. A veces, Bernardo, que era un agnóstico de derecha, me usaba como muro de los lamentos y refrescaba trastadas de parientes que mucho le costó superar, por ejemplo la imprenta familiar, donde ahora alardea el Sanatorio Finochietto. Él, ya normalizando la respiración, terminaba diciéndome que era mejor no hablarlo ¡Pero me lo hablaba!... Lo mismo pasaba con Antonio Di Benedetto, aunque era mucho más medido y controlado; pero un día se soltó y lagrimeó mal recordando su secuestro y prisión. Lo conocí a Antonio gracias a Miguel Briante que me pidió acompañarlo al aeropuerto para recibirlo del exilio. De inmediato fuimos amigos. Luego lo reuní con Kordon y Sebreli. Salvador Samaritano, alma mater de Cine Núcleo, al que yo concurría desde los finales 50 en la Asociación Bancaria, y cuyos fundadores habían sido él, Vena, José Mahieu y Victor Iturralde Rúa, me dijo que los llevara a la Hebraica, y allí fui con Bernardo y Antonio. Salvador los hizo socios “honorarios”, como lo era yo. El cine-club fue un lindo pretexto para vernos una vez a la semana. Casi siempre, luego de la función, íbamos a cenar o comer una pizza, y comentábamos la película vista o farfullábamos de literatura. De tanto en tanto se nos agregaba el “Mono” Villegas, también socio “honorario”...
Una mano en el hombro me aleja del recuerdo: es Luis Alexis Leiva que me llama a la realidad pidiéndome que hagamos un video para su portal. Otra mano me acerca una copa de champán. Extiendo el brazo y festejo deseándole felicidad al amigo que volverá a irse del país. ¡Por el que se va!, corean Alejo Hernández, Yasmín Fardjoume, Carlos Marcos, Matías Carnevale y su mujer Andrea. Bebemos. No hablamos. Alfredo casi que gimotea feo, se pone de pie y levanta la copa:
—Por ustedes, queridos amigos..., que se quedan...

Enrique Medina y Bernardo Kordon.