Todos los cuentos el cuento
Por Susana Rodríguez Parera | Las Violetas. Pasado y Presente N° 6 (Verano 2023-2024)
José María Marcos, con la afabilidad que lo caracteriza, departió sobre Julio Cortázar.
En el inicio, hizo una breve reseña biográfica sobre el autor de Rayuela, quien a pesar de haber vivido en distintos países, nunca perdió su fuerte arraigo argentino, puesto de manifiesto en sus textos: escribía en argentino, no solamente en español.
Con respecto a la relación entre Borges y Cortázar, destacó como coincidencia la mirada lúdica que ambos tenían sobre la literatura. “A los dos les gustaba lo estético, el juego. Esquemáticamente, podríamos decir Borges estaba más vinculado a la teoría platónica —conocer es recordar, la teoría de la reminiscencia—; volver a formas ya inventadas y renovarlas a través del uso contemporáneo de la lengua, con un cuidado central por un estilo más eficaz, tanto en prosa como en poesía.
Cortázar era más aristotélico: pensaba que nuevas formas traían nuevas verdades. El estilo es parte del mensaje. Los dos jugaban, pero lo hacían de manera distinta. Borges fue uno de los primeros en darle reconocimiento al elegir su cuento Casa tomada para la revista Anales de Buenos Aires”.
En Cortázar hay una renovación desde lo formal, busca todo el tiempo alterar la forma. Está influido por movidas de las décadas del 50 y 60. Había un grupo, Oulipo, que tenía como punto de partida escribir un texto donde, por ejemplo, no se notara si el narrador era un hombre, una mujer, un perro, una heladera o una mesa. Otra consigna era escribir todo con una sola vocal, como la canción Los Orozco, de León Gieco. Otra diferencia notable con Borges era su relación con la política. Borges se afilió al Partido Conservador y en una conferencia dijo que lo hizo porque era el único partido capaz de no suscitar fanatismos y agregó que afiliarse al conservadurismo argentino era una forma de escepticismo porque nunca llegaría a gobernar.
En cambio, Cortázar pasó de ser un joven apolítico a convertirse en un abanderado de la izquierda latinoamericana. Este pensamiento se reflejó en su literatura (Nicaragua tan violentamente dulce, El libro de Manuel, Fantomas contra los vampiros internacionales).
Con Ernesto Sabato la coincidencia se daba a través de la defensa de ideas e intervenciones públicas con infinidad de matices. Los dos alguna vez abrazaron el comunismo y tuvieron sus diferencias; encuentros y desencuentros con el peronismo. Si bien la política estaba en los textos de ambos, Sabato no tenía una relación lúdica con la literatura. El mismo Sabato decía que carecía de humor o que directamente tenía mal humor.
Rayuela es una novela y un cuento a la vez. Cortázar lleva al extremo los límites de la forma. Trata de diluir hasta el máximo los límites entre la novela y el cuento.
Para continuar con la charla de manera no lineal pensando en Cortázar, Marcos ideó una especie de juego con participación del público, que fue extrayendo diferentes fragmentos impresos de sus obras para que a la charla la guiara el azar. Así es que el encuentro se tornó participativo, permitiendo entrar a las narraciones por distintos caminos.
Entre el público se encontraban integrantes de la Junta de Estudios Históricos de Banfield, patria chica de Cortázar donde vivió desde los 4 hasta los 17 años. La señora María Inés Minassian, docente de la Escuela Nº 10 Julio A. Roca que fue rebautizada con el nombre de Julio Cortázar y donde se exhibe la puerta de entrada de la casa del escritor (a pesar del esfuerzo de los vecinos no se pudo detener su demolición) se refirió al libro Julio Cortázar en Banfield. Infancia y adolescencia, de Jorge Deschamps, y contó anécdotas y recuerdos de los años vividos por el autor de Rayuela en esa localidad. El libro fue editado en 2004, año en el que Cortázar hubiera cumplido 90 años. María Inés Minassian, como representante de la Junta, mencionó los murales que se exponen en distintos lugares de Banfield y que tienen como temática algunos de los cuentos de Cortázar, quien vivió en la calle Rodríguez Peña 585.
Según contaban los vecinos, siguiendo con el testimonio de Minassian, que de niño no salía mucho a jugar en la calle; lo cuidaban la madre y la abuela. Se reunía con sus amigos a jugar en el jardín de la casa. Fue un testimonio interesante y muy ilustrativo sobre la niñez y adolescencia del autor de los cronopios y los famas.
Continuando con su charla, Marcos hizo referencia a que en una de las clases en la Universidad de Berkeley, Cortázar enumeró tres etapas en su obra: pasó de la etapa estética a la etapa filosófica y a la etapa histórica, según sus diferentes preocupaciones. Pero en ninguna de las tres perdió su sentido lúdico. Lo lúdico era parte esencial de su comunicación. Jugaba, desconcertaba, por eso a veces se convierte en un escritor de difícil lectura.
El final de la charla llegó con la lectura del relato “Haga como si estuviera en su casa” del libro Historias de cronopios y de famas. Ese libro, de 1962, está integrado por fragmentos y relatos donde se halla muy presente el surrealismo. Los famas eran algo así como los guardianes del orden, de las costumbres, de las cosas como debían ser. Los cronopios representaban al personaje antisocial, al poeta, a los que viven al margen de todo, y los otros personajes son las esperanzas, personajes intermedios que están a mitad de camino: un día influenciados por los famas; otro día, por los cronopios.
Como no podía ser de otra manera, después de escuchar ese pequeño relato la tarde concluyó entre sonrisas y aplausos como merecido reconocimiento a José María Marcos por introducir a los presentes en el sorprendente, profundo y enigmático mundo literario de Julio Cortázar.