El sello The Wax (dirigido por Ariel Tenorio) publicó la segunda entrega de la saga Las elegidas (2019), de Rogelio Oscar Retuerto, con arte de tapa de Celeste Gómez y diseño de portada de Pat Conley. La nueva obra —continuación de la novela ganadora del Certamen Nacional de Literatura ¡Oh! 2016 organizado por Ediciones Culturales de Mendoza— puede bajarse de manera gratuita en PDF cliqueando AQUÍ gracias a la decisión del autor y el editor. A continuación, comparto el prólogo que tuve el honor de escribir para la edición. Mis felicitaciones a Retuerto y todo el equipo de The Wax por la publicación de esta gran novela.
Prólogo
Por José María Marcos
Sé que mi abuelo anda cerca, envuelto en su muerte.
¿Lamentará haberme elegido?
Liliana Bodoc, Memorias impuras
No me animé a contradecirlo en ningún punto y regresé veloz a mi hogar. Hay personas que suelen volverse irritables cuando tiemblan los cimientos de nuestras seguridades, y evité el riesgo de ser el pararrayos de su creciente malestar.
Lloviznaba, hacía menos de diez grados, nubes grises colgaban del cielo, y sólo contaba con una radio a pilas para escuchar las noticias. Los semáforos no funcionaban, el tránsito era un caos y la gente andaba con miedo por la falta de servicios y por el temor a posibles robos, mientras que las autoridades recomendaban resguardarse hasta que el problema fuese superado. Si bien se ignoraba cuándo llegaría la solución, en los informativos afirmaban que un ministro había dicho: “Todo está bajo control”, lo cual traducido al criollo paranoide significa: “Estamos en graves problemas”.
Esa mañana de junio de 2019, de pronto, el decorado de la civilización se había venido abajo y la situación nos recordaba que las frágiles certezas suelen ser un placebo para que la vida no se desmorone ante el silencio agazapado detrás del ruido.
Fue en esas circunstancias que decidí quedarme en Almagro y me sumergí en la segunda entrega de Las elegidas. Sin mayores distracciones (tevé, redes sociales, series), transité, de un tirón, esta nueva novela de Rogelio Oscar Retuerto, en medio de un clima de ensueño, alumbrado por una ciudad plomiza que ingresaba por la ventana con su hálito y sus dedos fríos. A medida que surcaba las páginas, percibía que aquellas condiciones infrecuentes eran propicias para la lectura. La epopeya irradiaba los claroscuros de una sociedad agonizante, habitada por personas que no comprenden lo que ocurre, unos que sí saben pero han aceptado la derrota y otros que luchan aunque hayan perdido todas las esperanzas.
Retuerto ya nos había deleitado con esta voz en su primera pieza novelística, presentándonos las desventuras de mujeres sanas, fuertes y de alto coeficiente intelectual, seleccionadas por un ser extraplanetario que planea fecundarlas. La acción se inicia en un boliche bailable donde la entidad —imitando las características humanas— se acerca a una de las elegidas, tal como si fuera un encuentro corriente entre dos jóvenes en medio de música, tragos y diversión. Con el correr de los capítulos, nos enteramos de que el extraño sería miembro de una “especie superior” (conformada por alienígenas, o, tal vez, semidioses, que en períodos remotos eran respetados y no necesitaban ocultar su identidad en la Tierra), y se suceden ataques sexuales, asesinatos y casos de canibalismo. A medida que las diversas fuerzas oscuras se manifiestan, las víctimas descubren que sus vientres son el verdadero campo de batalla.
En este nuevo episodio, Retuerto sigue desplegando la historia y acompaña a las mujeres y sus hijas en un periplo que incluye los centros urbanos y las zonas rurales, manejando con destreza símbolos milenarios, al modo de los antiguos narradores que asumían que detrás de una metáfora hay más que la sustitución ornamental de la realidad. Entonces, en más de una ocasión, nos sugerirá la idea platónica de que conocer es recordar, y así lo dirá, apelando a la poesía, en este pasaje que ilustra su forma de escribir: “Las chicas cierran los ojos. Bajo los párpados, los globos oculares luchan como pichones queriendo nacer. No están soñando, están escudriñando el cosmos desde el telescopio más poderoso jamás desarrollado: la memoria genética guardada en el inconsciente”.
Latinoamérica y sus pueblos originarios, como epicentro y no como anexos de otras sabidurías, son esenciales en esta obra atravesada por las culturas arcaicas, el Popol Vuh, el arte medieval, las intuiciones junguianas, la mirada freudiana, la ciencia ficción, el terror gótico y, también, el movimiento feminista de este convulsionado siglo veintiuno.
Podría seguir hablando de la novela, elogiando otras características que me han deleitado, pero creo que ya es suficiente para entusiasmarlos a que se sumerjan en esta potente saga que habla del fin de un mundo.
Sólo agregaría que Retuerto ha escrito con la intención de sacudirnos, como hizo el apagón que afectó a millones de personas durante un largo domingo otoñal. Sus brutales figuraciones parecen surgidas de aquel proverbio que advierte: no hay nada más cegador que la luz a la hora de acariciar el rostro de la noche.