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Silvia Lo Duca, Martín Sancia, José María Marcos y Juan José Dimilta. |
Con Martín Sancia Kawamichi participamos de un desayuno para docentes, bibliotecarios, promotores de lectura y curiosos, organizado Juan José Dimilta y Silvia Lo Duca, con la intención de conversar sobre “Cómo se escribe terror en la literatura infantil y juvenil”. Dimilta se encargó de realizar una introducción; brindó un interesante panorama de autores y textos, sugeridos para distintas edades, y nos fue invitando a reflexionar sobre distintos puntos. El evento tuvo lugar en La Casa de al Lado (Lavallol 1294, Haedo) el sábado 23 de marzo de 2019. Fue una charla enriquecedora, que concluyó con un intercambio de ideas con los asistentes. Agradezco enormemente a los organizadores por la invitación. Comparto aquí el resumen que hizo Juan José Dimilta: “Hace unos días nomás estuvimos con los grosos de José María Marcos y Martín Sancia Kawamichi meta hablar de terror y LIJ. Y le metimos tanto a la charla que nos olvidamos de sacar fotos y de dejar un registro en audio. Finalmente nos llegó un registro de Fernando Figueras que ofició de fotógrafo accidental y de lo mucho que dijimos les hago un resumen muy desordenado a continuación. José María dijo que era posible hacer uso de escenarios no tradicionales e igual generar la idea del lugar tenebroso. Para caso hablamos de cómo la fábrica abandonada de su gran novela
El hámster dorado funciona como un castillo del terror e incluso como una fábrica abandonada puede ser una metáfora de terror social. Martín confesó que no le daban miedo los espacios típicos del terror, que al contrario eso lo divertía y lo ayudaba a escapar del verdadero terror de la realidad. Sancia también nos contó como cuando era niño con una banda de amigos y aprovechando que en su barrio estaba de moda el relato urbano del hombre gato, se subían a los árboles de las plazas para asustar a los niños y acosaban viejitas crédulas dibujando arañazos con un vidrio en las puertas de las casas. ‘A mí lo que me daba miedo era vivir en un barrio donde todos los adultos creían en una boludez como el hombre gato’, cerró nuestro invitado. Les pregunté si había miedos nuevos y coincidieron en que son siempre los mismo cinco o seis miedos; a la muerte, la finitud, a la enfermedad. “Cada vez que mi abuela tosía yo le preguntaba si se iba a morir”, confesó Martín. Y Martín mismo contó que entendió el terror desde siempre. Lo supo una noche en que vio a los seis años en una trasnoche hogareña y en continuado
Star Wars y
Psicosis. De la primera, dijo, solo entendió quiénes eran los buenos y quiénes los malos, de la segunda lo entendió todo. Cerramos repensando
Socorro de Elsa Bonermann como un texto que tal vez, de algún modo, inauguró la popularidad de la LIJ y al mismo tiempo abrió la puerta al terror en las aulas. José María remarcó la seriedad y la profundidad de Socorro como un trabajo de adaptación a la LIJ de mucho relato clásico. También hubo tiempo para pensar la literatura de terror en el nivel escolar secundario, coincidimos que ahí tienen lugar los clásicos del terror como Poe y les pregunté por qué Quiroga era en su vertiente terrorífica más desafiante que Poe por ejemplo. José María reflexionó que tal vez tuviera que ver con que la traducción hace a autores como Poe menos crudos y que acercarnos a Quiroga directamente puede hacerlo más intenso, más inquietante. En fin, que hablamos mucho y la pasamos muy bien. Un combo ideal para espantar al miedo mismo. Gracias a cada uno de los asistentes, a La Casa de al Lado que volvió a recibirnos, a José María y Martín por la magia y la generosidad. Pronto con Silvia Lo Duca y Robinson Libros les contaremos del próximo encuentro”. Aquellos que quieran estar al tanto de estos eventos pueden recabar información escribiendo al email robinsonlibros@gmail.com o al wsapp al 15-5953-4395. La entrada es gratuita. Se piden útiles como donación para una escuela de arte de Castelar sur.