“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

Reflexiones de un apóstata del siglo XXI

La vereda de enfrente (La Palabra de Ezeiza, 2018), de Carlos Renoldi. Edición y texto de contratapa: José María Marcos.


Cada uno atesora una novela familiar que nos define y que se pone de manifiesto en gran parte de nuestros actos cotidianos.
Esa historia basada en hechos reales es una condensación de las anécdotas y las enseñanzas voluntarias (e involuntarias) que nos transmitieron nuestros mayores, la geografía que transitamos, el idioma con el que nos comunicamos, la música que nos emociona, las lecturas, los amigos, los vecinos, los amores y odios que nos tocaron en suerte, la pertenencia a una generación, las ideas que se han ido forjando durante el diario vivir.
En La vereda de enfrente Carlos Renoldi nos invita a conocer su periplo personal (desde el nacimiento en Ezeiza y sus inclinaciones artísticas hasta los viajes por Argentina y Latinoamérica), colocando en el centro de la escena la decisión de sus padres de enviarlo a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), “y desde allí comenzar a hacerme hombre”, tal como señala en unos de los pasajes.
¿Y qué significó para Renoldi hacerse hombre? La respuesta es este libro donde —a la vez que recrea hechos que lo tuvieron de protagonista— el autor señala el daño que ejercen los poderosos buscando dividir a los seres humanos, poniéndolos en veredas separadas, con la intención de que abandonen toda propensión al cuestionamiento y a la búsqueda de una transformación.
Hijo de madre creyente, Renoldi ha decidido declararse ateo luego de largas meditaciones y desde esa región, al modo de los apóstatas clásicos, propone un mundo sin la dependencia de ningún tipo de dios y donde cada persona se haga cargo de sus actos.
Quienes quieran conocer sus reflexiones en torno a la política, la religión y la existencia están invitados a transitar estas páginas marcadas por un espíritu viajero que está ansioso por compartir sus hallazgos y sigue dispuesto a dejarse sorprender.