José María Marcos y Enrique Medina. El Tolón (Santa Fe y Díaz Vélez). |
Entre esta nueva novela de Medina y algunas de sus anteriores narraciones, se hace visible una constante que se da no tanto en la temática como en el clima de excitado realismo que envuelve a los hechos a través de los cuales el hombre lucha a ciegas con la fatalidad o el destino. Cabe señalar que Medina se siente más inclinado a desentrañar la verdad oculta en las cosas mínimas, que a exaltar fingidas grandezas. Y que no edifica héroes para luego demolerlos, regodearse en la visión de su caída. Sería un procedimiento cruel, reñido con su solidaria frecuentación de lo humilde, de lo condenado a diluirse en su propia opacidad. Medina escogió a un boxeador porque el puño enardecido, descargando su furia sobre un rostro, adquiere la categoría de un símbolo: la violencia que se instala en la novela y la proyecta al plano universal. La Nación, Buenos Aires, 1977.
Fueron diez años de ignominia. El miedo era uno más en cada mesa. Las sirenas del terror trizaban la noche en esquirlas de espanto. La ciudad entenebrecida por el miedo y agobiada por la tristeza asistía inerme al espectáculo de la locura macabra.
Fueron diez años de ignominia. Muchos habrán de escribir sobre todo eso. Lo grotesco y lo espantoso. Pero Enrique Medina, en el centro del vórtice lúgubre, publicó El Duke. Dijo su palabra en carne viva en plena dictadura. Cuando el precio a osadías tales podía ser la tortura o la muerte. Hacía falta tener mucho valor. Y Medina lo tuvo. Por ello, y no sólo por ello, El Duke —novela que hoy al releerla vuelve a estremecerme— y Enrique Medina, un autor ineludible, se inscriben junto a lo más significativo de la literatura latinoamericana. Geno Díaz, Buenos Aires, 1984
Esta novela corta y brutal no cayó bien a las autoridades gubernamentales cuando se publicó en 1976. Enrique Medina es un enemigo del Estado patriarcal, un escritor que ha respondido a las contradicciones argentinas con un estilo de realismo proletario y aun vernáculo; ve a El Duke como a una víctima de las fuerzas que están más allá de su control, un hombre brutalizado, demasiado estúpido o demasiado leal para darse cuenta de su compromiso. Enrique Medina ha leído a Bukowski, Burroughs, Céline, con atención; escribe con la misma violencia que los problemas que trata. The Times Litterary Supplement, Londres, 1985
Por ciertas descripciones, se nota que el narrador de la novela siente misericordia hacia el Duke, sus cómplices, los asesinos, la gente de la calle, de la villa, los golpeadores, la mafia, las prostitutas, los desesperados, los bárbaros, la gente rota, los destinos astillados. Esto no le dificultó tener la impiedad necesaria para componer este gran libro, concebido con la brutalidad, el desconcierto y la misma belleza con que somos arrojados a la vida. Carlos y José María Marcos, del prólogo a la edición 40º aniversario, Buenos Aires, 2016
José María Marcos y Enrique Medina. Viernes 28 de octubre de 2016. |