Reseña de Malcriados (Pelos de Punta, 2016) con cuentos de Manuel Rivero, Oriana Cuevas, Ignacio García Suquía, Lola Fernández, Sofía Jael Villa, Giovanna Chiavón, Alejo Arrieta, Aldana Arrieta, Aldana Martínez, Leonardo Márquez, Santiago Leboso, Micaela Partal, Germán Tinayre y Rocío Matamala. Prólogo: José María Marcos.
Por Patricio Chaija, especial para la revista Kundra
Malcriados es el quinto volumen de la colección Pelos de Punta y en él podemos acceder a parte de la producción de jóvenes —jovencísimos— autores actuales de horror contemporáneo. Todos los cuentos están protagonizados por niños. Con edades que van desde los 12 años hasta los 20, el espectro de imaginaciones es muy vasto. La prosa de los autores no admite concesiones, narran historias intrépidas con elementos ya vistos u originales. Un buen uso de los elementos del género es “Estrella de cinco puntas” de Santiago Leboso, quien utiliza el símbolo conocido por todos para narrar una muy desconcertante situación trágica. También encontramos en el libro metamorfosis autóctonas: “El lobisón”, de Oriana Cuevas, es un muy bonito ejemplo de ello. Otras transformaciones que se dan son de índole más sutil, como en “Piedra libre”, de Manuel Rivero. Varios cuentos abordan el temor de encontrarse “solo en casa”, o al menos el horror se conjuga fuera de la mirada de los adultos: “El dominio del conejo”, de Rocío Matamala, “La cosa de arriba” de Alejo Arrieta y “Manos de sangre” de Giovanna Chiavón. Lola Fernández nos habla de la crueldad de los jóvenes, en “Infierno blanco”, y a lo mismo apunta Aldana Martínez en “Taciturna”. Lo sobrenatural conjurado desde una dimensión moral se hace presente en los relatos “El legado” de Sofía Jael Villa, y en “Mi oscuro reflejo” de Micaela Partal. Ignacio García Suquía nos presenta una distopía que no podemos dejar de sufrir a la par de los personajes con su relato “Los hijos del átomo”. “Secreto de familia” de Germán Tinayre, y “Lo que vendrá” de Leonardo Márquez vaticinan un nada amigable futuro para ciertas familias que arrastran manchas en su pasado. Estos relatos se pueden agrupar de varias maneras, porque el universo de los autores se mueve por lugares similares: la escuela se hace siempre presente, como un lugar oprobioso, y a veces la familia es planteada como un sitio incómodo. Desnudan la incomunicación que muchas veces sufren los jóvenes por parte de los adultos. Y estos malcriados han decidido elevar su voz con la potencia de una prosa poderosa y directa. El volumen cuenta con un prólogo de José María Marcos, que reflexiona sobre el valor de la literatura de horror, y la equipara con un mecanismo para enfrentar nuestros miedos. En este terreno, para autores y lectores, la rueda de la imaginación gana ampliamente su partida más difícil.