Lola Rubio, Alberto Laiseca, Selva Almada y Nicolás Arispe. |
Alberto Laiseca y José María Marcos. |
LAISECA: “El miedo te ayuda a crecer no solamente en la literatura, sino en la vida”. Por Juan Rapacioli para TELAM, publicado el jueves 23 de junio de 2016
Alberto Laiseca en DAIN Usina Cultural. |
En el encuentro, donde participaron el dibujante Nicolás Arispe y la escritora Selva Almada, estuvieron presentes Valeria Tentoni, Sebastián Pandolfelli, Juan Guinot y Alan Ojeda, entre otros escritores que pasaron por el taller de Laiseca, una particular e intensa experiencia de lectura y escritura que realizó durante más de 20 años.
Además de ser autor de la monumental Los sorias, considerada por Ricardo Piglia como la mejor novela que se ha escrito en la Argentina desde Los siete locos, Laiseca tomó notoriedad pública, después de muchos años de desconocimiento, a partir de su extraordinaria labor como narrador oral que desarrolló en Cuentos de terror, transmitidos en el canal de cable I-SAT.
Ese ciclo televisivo, donde se lo puede ver en un cuarto oscuro fumando un cigarrillo y narrando cuentos de de Poe, Lovecraft, Stephen King, John Collier, Horacio Quiroga y Manuel Mujica Lainez le permitió mostrar sus dotes actorales y hacerse más visible para el gran público.
“La pasé muy mal en una época de mi vida. Pensaba mucho en el suicidio, fueron décadas así, hasta que un día unos amigos me prestaron un grabador a cinta. Ahí empecé a hacer relatos, discursos, puteadas. Eso me salvó”.
Esta presentación sorprendió a muchos, ya que Laiseca no es dado a las apariciones públicas desde que su salud entró en un estado delicado, obligándolo a desplazarse en silla de ruedas. Lo cual no morigeró su proverbial capacidad de expresarse: “A los chicos no hay que mentirles, deben saber que este mundo es espantoso, no hay otra manera. Hay que contarles la realidad, decirles como son las cosas. Las cosas son muy duras”, dijo el autor de Matando enanos a garrotazos y sostuvo que el libro presentado, publicado por el Fondo de Cultura Económica, es “un cuento importante, porque habla de las cosas terribles que no solo tiene la muerte, sino la vida”.
“Es un cuento que me contó un amigo que ya murió, una historia tremenda. Mi padre no me dejaba leer estas cosas —recordó el escritor—. Tenía que esconderme para leer. Así conocí los cuentos de Poe, que tenía prohibidos. 'El gato negro' fue una revelación. Era muy chico cuando lo leí. No tuve miedo ni nada, pero me puse a llorar, era muy triste”.
Salvo los “Cuentos de la negra Tomasa”, contó Laiseca, “no escribí cuentos de terror, soy más bien consumidor del terror, bien que me gustaría, pero creo que nunca me empeciné en escribir ese tipo de relatos. Cuando uno se empecina consigue lo que quiere. Para escribir me interesa ver no solo lo que me gusta a mí, sino lo que quiere el otro. Siempre tengo en cuenta eso, si uno no mira a los otros no puede llegar muy lejos”.
Laiseca recordó que, sin embargo, “tenía unas aliadas que me contaban historias de terror: eran unas viejitas que vivían a la vuelta de casa. Mi padre me había prohibido terminantemente verlas. Ellas me contaban unos relatos espantosos y me decían que no eran fantasías, sino hechos verídicos. Ahí entendí una cosa: que el miedo te hace crecer”.
“El miedo te ayuda a crecer no solamente en la literatura, sino en la vida. Lo que pasa es que a veces el miedo puede ser superior a tu destino. Si vas a la guerra seguro te quitás el miedo, pero podés salir muerto. Yo quise ir a Vietnam para sacarme el miedo de encima o para que el miedo se transformase en otra cosa. Agradezco no haber podido ir, me hubiesen matado", reflexionó el autor de La puerta del viento, quien le mandó una carta al entonces presidente de los Estados Unidos para que lo dejara ir a pelear “contra los ateos bolcheviques”.
“La pasé muy mal en una época de mi vida —recordó el creador del realismo delirante—. Pensaba mucho en el suicidio, fueron décadas así, hasta que un día unos amigos me prestaron un grabador a cinta. Ahí empecé a hacer relatos, discursos, puteadas. Eso me salvó. Claro que ni en sueños pensaba que eso iba a servirme más adelante para la televisión”.
Laiseca, ante una sala llena, aseguró: “Como la madre de este cuento, tuve que atravesar un bosque para escribir, un bosque de acero. Igual no me quiero comparar con una madre, pero es verdad que tuve que renunciar a todo para escribir. Si bien creo que es muy pretencioso dar consejos, pienso que para ser escritor hay que escribir, leer y vivir más, sobre todo vivir más”.
Laiseca es autor de muchos otros libros, como Aventuras de un novelista atonal, La mujer en la muralla, El gusano máximo de la vida misma, La hija de Kheops, La cuatro Torres de Babel y El jardín de las máquinas parlantes, otra obra monumental considerada una de las más importantes de la literatura argentina.
IMÁGENES DEL LIBRO (publicadas en el blog de Nicolás Arispe)