Fernando del Rio presentó Chinardos (EDUVIM, 2014) en la ciudad de Buenos Aires en el bar El Benny
(Serrano 1327, Palermo), el domingo 1º de junio
de 2014. En la ocasión, me tocó entrevistar al autor y decir algunas palabras que copio a continuación.
Por José María Marcos
Buenas noches a todos, chinardos/as.
Es un gusto poder compartir la presentación de esta nueva
novela de un amigo y admirado escritor, Fernando del Rio.
De Fernando, leí Furca
y El geriátrico, ambas novelas en
colaboración con Sebastián Chilano. También es autor del libro de cuentos Botellones de Aire y la novela Que así sea. Ahora, nos sorprende con
este nuevo policial de enredos en Mar del Plata, con gitanos, chinos, un rengo,
otakus y una larga serie de personajes, entre los cuales se destaca una
disfrazadita que está un poco confundida y enloquece a todos, especialmente a
los chinos a cargo del Capitán Liu, al vestirse como Nana Osaki.
EL REALISMO Y LO
INEXPLICABLE
A partir de Chinardos,
me gustaría decir que Fernando me sigue conmoviendo con historias apegadas al
policial, al registro realista, pero siempre cuidando lo maravilloso que tiene
el mundo, lo inexplicable, el misterio.
De hecho, cuando lean esta novela, verán que, aun en este
registro, la oscura sentencia de una gitana es una de las claves de la
narración.
TERRITORIO DE PREGUNTAS
Como adelanta Gonzalo Garcés en la contratapa, es la
historia de la muerte del chino Tsun. “¿Quién lo mató y por qué?”, son las
preguntas centrales que, como todo policial clásico, sólo se responden hacia el
final. Sin embargo, son otros los interrogantes que empujan al lector hacia adelante. No los mencionaré aquí, pues también figuran en la contratapa.
En mi caso quiero destacar otros dos aspectos.
En mi caso quiero destacar otros dos aspectos.
EL DIABLO ESTÁ EN LOS
DETALLES
El primero tiene que ver con un refrán anglosajón que dice:
“El Diablo está en los detalles”. Plagiando al arte popular, yo diría: “Del Rio
está en los detalles”. O si les gusta más: “El Diablo está en los detalles de
Del Rio”.
Leo algunos pasajes que anoté, hay más por supuesto, pero
que valgan de ejemplo.
Uno corto y brutal: “Pu Song le estaba dando a entender a
Tsun que no estaban lejos de ser personas adultas, y ser personas adultas
significa tener los sueños al alcance de la mano”.
Uno sobre la ciudad de Mar del Plata: “Así es la Mar del Plata de abril. La
costa, en aparente estado de reposo, recobra fuerzas, más en su arena que en el
mar. Las calles del centro resurgen tanto como sus veredas antes ocultas por
esa marea de inclementes personas a las que poco y nada les importaron sus
propios pasos. Todo lo que se presume ausente en la abundancia, en esa
glotonería de enero y febrero, florece en pleno otoño: los colectivos, los
niños con guardapolvos, la soledad del boulevard Marítimo, la tierra humedecida
de los barrios alejados, el viento gris y frío, el desempleo, sus habitantes.
Los que regresan. Porque los marplatenses se someten al peor de los exilios que
no es otro que el que debe practicarse sin irse”.
Anoté uno que me resultó amenazador, uno que sólo un
marplatense ladino puede escribir. Y dice: “No hay jugador en el Casino de Mar
del Plata que no sienta miedo a perder. Tal vez en el de Montecarlo, en alguno
de los tantos que hay en Las Vegas o en los inmaculados de ciertos emiratos
árabes haya quien juegue su dinero con
el propósito de demostrar ser inmune a la pérdida. Pero en Mar del Plata eso no
ocurre, ni siquiera en las salas especiales, por donde desfilan productores
teatrales, empresarios pesqueros, deportistas enviciados y viudas aburridas”.
Aquí, hay otro que habla de la sabiduría chinarda bonaerense
(y que podría alcanzar a quien hoy es el Gobernador de la Provincia de Buenos
Aires): “A Tsun se le salían las ganas de revancha pero no quería mostrarse
ansioso. Tsun sabía que el buen jugador de go,
además de una mente estratégica, debía poseer la facultad de alcanzar estados
de neutralidad gestual absoluta”.
Podría seguir compartiendo pasajes enteros, pero me parece
mejor que los descubran ustedes.
LOS MALOS ENTENDIDOS
El segundo y último aspecto que quiero destacar está
vinculado a lo que a mi juicio es lo más importante de la novela, aquello que
está presente sin necesidad de enunciarlo, aquello que es el motor silencioso.
En esta historia plagada de extranjeros, de mujeres y
hombres solos, los encuentros son posibles gracias a los malos entendidos.
Unos pocos ejemplos.
Al Capitán Liu lo fajan al salir del Casino, porque no
entiende la advertencia del rengo.
La disfrazadita Lucrecia (que se hace llamar Nana Osaki)
puede amar al chino Tsun porque es fanática de los animé japoneses.
Al escuchar el fonema “sí” en boca de Nana, los chinos creen
escuchar la palabra “muerte”.
Hasta la justicia llega de la mano de un malentendido con las
señales del destino.
Por este motivo, no es raro que el narrador afirme primero que “la
mafia china es un modo de vida”, para luego agregar: “Pero la mafia también es
algo abstracto. Cualquier cosa que les suceda a los pobres chinos que llegan
hacinados, ilegales y desconectados con su entorno por un idioma que no logran
entender, es obra de la mafia china”.
Esta novela de enredos también es producto de la mafia
china. O de la mafia gitana.
O, tal vez, de la mafia marplatense.
No sé. Tengo muchas dudas.
Quizás por eso me gustó esta novela y se las recomiendo.
Buenas noches.