Editorial Luvina presentó Sabueso, la nueva novela Hernán Domínguez Nimo, en el Ciclo Vidriera Literaria de la Casa de la Lectura-Biblioteca Julio Cortázar (Lavalleja 924, CABA), el viernes 17 de febrero de 2023. Junto a Fabián Rossini, Claudia Cortalezzi y Marcelo Rubio comentamos aspectos de Sabueso y le hicimos preguntas al autor. Fabián Rossini (Luvina) dio la bienvenida y estuvo a cargo de la coordinación; Claudia Cortalezzi (Luvina) comentó el porqué de la elección del material; y Marcelo Rubio se refirió a la novela, con la asistencia de ciegos y perros de la mitología. En el cierre, Hernán Domínguez Nimo brindó detalles de la gestación de la novela, el proceso creativo, la corrección y la edición, y luego, leyó algunos pasajes. En mi turno hablé de “Las bestias de la creación”. Comparto aquí esas palabras.
LAS BESTIAS DE LA CREACIÓN
Por José María Marcos
Buenas tardes. Es una alegría estar acá, en la Casa de la Lectura, junto a Claudia Cortalezzi, Fabián Rossini y Marcelo Rubio, acompañando la presentación de Sabueso, la nueva novela de Hernán Domínguez Nimo. Felicitaciones al autor, a la editorial Luvina (por la publicación), a la Casa de la Lectura (por dar lugar a este lanzamiento) y especialmente a Sacha, el perro de Hernán, que, con justicia, se ganó su lugar en la portada y en el booktrailer.
AL AMPARO DE LA FICCIÓN
Con Hernán nos conocemos desde hace años. Además de Sabueso, leí otros de sus títulos: la novela pulp Los muertos del Riachuelo y los cuentos de La primera muerte es gratis y Si algo está muerto no puede morir. Nuestra amistad ha ido creciendo al amparo de las ficciones, de los encuentros que se dan en torno a la literatura, como lecturas, ferias, ciclos.
¿Por qué hago referencia a este dato? Porque cuando se es lector o lectora (acá la mayoría lo es) se abre la posibilidad de ir entreviendo al que está detrás de las historias. En cada relato (por lejos que se ubique de lo biográfico) siempre se encuentran en danza los sueños, las preocupaciones, una forma de ver el mundo del que escribe. Y en las narraciones sucesivas se percibe si el autor vive, o vivió, algo particular, movilizante, y cómo se va transformando su cosmovisión.
Sabueso me despertó estas reflexiones, de las que me propuse hablar hoy, para compartir con quienes vienen leyendo a Hernán y para quienes, quizá, empiecen con este libro.
EL PERRO Y EL PEZ
Sabueso es una novela muy diferente a las anteriores producciones de Hernán. Sigue estando su impronta, pero se nota que en estos años pasaron cosas.
Un autor de Viedma, Pablo Tolosa, escribió hace más de una década un libro de cuentos, donde el hilo conductor eran situaciones protagonizadas o impulsadas por animales.
Un día, conversando con él sobre los relatos de Malditos animales (2010), me contó que el origen de la serie estaba en un encuentro con un perro callejero. Pablo circulaba con su auto, por una avenida junto al río que separa Viedma de Carmen de Patagones, y vio, unos metros adelante, a un cuzco negro, parado en la vereda, al lado del cordón.
No había nada peculiar en el perro, pero, cuando estaba por pasar a su lado, el animal saltó a la calle y murió aplastado por la rueda derecha del auto. En ese momento, Pablo sintió que el perro se había suicidado.
Estuvo mucho tiempo atribulado, hasta que decidió escribir un cuento, que terminó siendo el envión para el volumen, donde pone la lupa en lo que sucede a nuestro alrededor con el mundo animal.
El cineasta David Lynch, en un libro sobre meditación y creatividad, que en castellano se llama Atrapa al pez dorado (2013), da cuenta de ciertos procesos de la mente y de cómo bucear en lo más profundo para atrapar el pez dorado, que sería una metáfora del hecho excepcional que puede dar origen a una obra.
Es interesante ese libro. Tiene pequeñas entradas con anécdotas, datos biográficos, recomendaciones, y habla con franqueza sobre cine, pintura, literatura, la vida en general.
El relato de David Lynch y la anécdota de Pablo Tolosa tienen en común la presencia de un animal en la narración. Presentan algo que, para mí, es fundamental en la creación: nunca sabés si vas a poder sumergirte en las profundidades para atrapar el pez más bello, más sublime, como tampoco si vas a atropellar a un perro negro, que te lleve a escribir un cuento, una novela o una poesía.
UNA PARÁLISIS DEL ALMA
Un autor de Viedma, Pablo Tolosa, escribió hace más de una década un libro de cuentos, donde el hilo conductor eran situaciones protagonizadas o impulsadas por animales.
Un día, conversando con él sobre los relatos de Malditos animales (2010), me contó que el origen de la serie estaba en un encuentro con un perro callejero. Pablo circulaba con su auto, por una avenida junto al río que separa Viedma de Carmen de Patagones, y vio, unos metros adelante, a un cuzco negro, parado en la vereda, al lado del cordón.
No había nada peculiar en el perro, pero, cuando estaba por pasar a su lado, el animal saltó a la calle y murió aplastado por la rueda derecha del auto. En ese momento, Pablo sintió que el perro se había suicidado.
Estuvo mucho tiempo atribulado, hasta que decidió escribir un cuento, que terminó siendo el envión para el volumen, donde pone la lupa en lo que sucede a nuestro alrededor con el mundo animal.
El cineasta David Lynch, en un libro sobre meditación y creatividad, que en castellano se llama Atrapa al pez dorado (2013), da cuenta de ciertos procesos de la mente y de cómo bucear en lo más profundo para atrapar el pez dorado, que sería una metáfora del hecho excepcional que puede dar origen a una obra.
Es interesante ese libro. Tiene pequeñas entradas con anécdotas, datos biográficos, recomendaciones, y habla con franqueza sobre cine, pintura, literatura, la vida en general.
El relato de David Lynch y la anécdota de Pablo Tolosa tienen en común la presencia de un animal en la narración. Presentan algo que, para mí, es fundamental en la creación: nunca sabés si vas a poder sumergirte en las profundidades para atrapar el pez más bello, más sublime, como tampoco si vas a atropellar a un perro negro, que te lleve a escribir un cuento, una novela o una poesía.
UNA PARÁLISIS DEL ALMA
La lectura de Sabueso me trajo ecos del pez dorado de Lynch y del perro negro de Tolosa.
¿A qué me refiero? Lo voy a tratar de explicar con una frase de Álvaro Bautista-Cabrera, doctor en Letras, a quien le gusta escribir aforismos, y uno de su autoría dice: “Cada cuento suele ocultar dos historias: la de su escena originaria y la de su materialidad ficcional. En el sendero que va de una a otra, se vuelve literario”.
Mientras me empapaba en la materialidad ficcional del policial que propone Hernán, notaba a flor de papel una escena originaria que sobrevolaba el relato. Cuando llegué a los “Agradecimientos”, confirmé la sospecha de que el aislamiento a causa del Covid-19 había impregnado el texto, aunque en la historia nada hiciera alusión a ese período.
¿Y qué cuenta Hernán en esos “Agradecimientos”? Dice que aquellos días de encierro (que en teoría eran ideales “para leer y escribir”) le trajeron “una parálisis del alma”, como “si la respiración misma hubiera sido puesta en suspenso”. Y relata que (tras irse reconectando con lo creativo) “esta novela fue eso que surgió, la que me trajo de nuevo el placer de escribir”.
¿A qué me refiero? Lo voy a tratar de explicar con una frase de Álvaro Bautista-Cabrera, doctor en Letras, a quien le gusta escribir aforismos, y uno de su autoría dice: “Cada cuento suele ocultar dos historias: la de su escena originaria y la de su materialidad ficcional. En el sendero que va de una a otra, se vuelve literario”.
Mientras me empapaba en la materialidad ficcional del policial que propone Hernán, notaba a flor de papel una escena originaria que sobrevolaba el relato. Cuando llegué a los “Agradecimientos”, confirmé la sospecha de que el aislamiento a causa del Covid-19 había impregnado el texto, aunque en la historia nada hiciera alusión a ese período.
¿Y qué cuenta Hernán en esos “Agradecimientos”? Dice que aquellos días de encierro (que en teoría eran ideales “para leer y escribir”) le trajeron “una parálisis del alma”, como “si la respiración misma hubiera sido puesta en suspenso”. Y relata que (tras irse reconectando con lo creativo) “esta novela fue eso que surgió, la que me trajo de nuevo el placer de escribir”.
UN MAZO DE CARTAS
Como si estuviésemos en una gran mesa de café, aquí voy a lanzar un par de conjeturas.
Leí esta novela como la invitación que Hernán se hizo a sí mismo para recuperar un espacio lúdico en medio de la incertidumbre, de la desazón generalizada.
Imagino a Sabueso como un juego de cartas (pero puede ser cualquier otro de mesa, o hasta online, cada cual tendrá alguno preferido). Yo me figuré un mazo con los siguientes retratos, que Hernán iba destapando a medida que maquinaba la novela:
—En primer lugar, la carta de una historia con un crimen misterioso. Un asesinato en un lugar cerrado, como “El misterio del cuarto amarillo”, de Gastón Leroux. Tal vez, una instantánea guardada en el pozo de la memoria, sobreviviente de alguna lectura ocurrida durante una calurosa tarde de la adolescencia, mientras todos dormían la siesta.
—A esta carta se le suma la figura del acusado, y otra, cercana, la de alguien (aquí su mujer) pidiendo por el imputado, a quien cree inocente.
—Aparece una postal frecuente en las novelas negras: nuestra desconfianza constante hacia las autoridades y hacia quienes imparten justicia.
—Hay enigmas y preguntas a responder. ¿Cuál es el móvil? ¿El acusado será el asesino? ¿Estará suelto el criminal?
—Nos encontramos con un espacio acotado: un edificio donde se tejen y destejen teorías de consorcio en los pasillos. Vecinos y vecinas que se conocen a medias, por rumores o malos entendidos.
—Tenemos un detective jubilado, ciego a causa de un accidente. Un expolicía que va descubriendo a tientas un nuevo mundo donde reina la oscuridad, la vacilación, el miedo. Un protagonista a través del que, Hernán, se detiene en detalles y nos recuerda que un texto siempre se dirige a ciegos que solo podemos ver a través de las palabras.
—A esta estampa se le adiciona el pliegue del héroe antisocial, que añora su pasado.
—Un perro (nuestro célebre Sacha), compañero y testigo, muestra cuán profunda puede ser la relación entre humanos y animales.
—Está la postal del duelo y de cómo transitarlo. Esto atraviesa toda la novela.
—Asoma la carta de una mujer amada, perdida, fantasmal, y otra con una posible nueva compañera, que empieza a llegar con callosidades en las manos.
“Una historia casi mínima, sin pretensiones de estilo (...) —dice Hernán en los ‘Agradecimientos’ y agrega—: pero en la que me enamoré de sus personajes y me mantuvo entretenido elucubrando una trama de misterio, como un castillo de naipes o un laberinto de dominós para derribar al final”.
Creo que Sabueso fue para su autor —y ahora es para nosotros— una convocatoria a dejarse llevar por un clásico, un partido de truco, chinchón o escoba, que nos puede alegrar la jornada, con unos mates, café, té, limonada, una cerveza, lo que más les guste.
Es la crónica que Hernán nos deja tras ese quebranto de lo social, que significó la pandemia y todas sus pérdidas.
Es el resultado de la búsqueda por reencontrarse con el motor de la escritura.
Y es también, por sobre todas las cosas, la propuesta a que disfrutemos del Juego del Sabueso.
Leí esta novela como la invitación que Hernán se hizo a sí mismo para recuperar un espacio lúdico en medio de la incertidumbre, de la desazón generalizada.
Imagino a Sabueso como un juego de cartas (pero puede ser cualquier otro de mesa, o hasta online, cada cual tendrá alguno preferido). Yo me figuré un mazo con los siguientes retratos, que Hernán iba destapando a medida que maquinaba la novela:
—En primer lugar, la carta de una historia con un crimen misterioso. Un asesinato en un lugar cerrado, como “El misterio del cuarto amarillo”, de Gastón Leroux. Tal vez, una instantánea guardada en el pozo de la memoria, sobreviviente de alguna lectura ocurrida durante una calurosa tarde de la adolescencia, mientras todos dormían la siesta.
—A esta carta se le suma la figura del acusado, y otra, cercana, la de alguien (aquí su mujer) pidiendo por el imputado, a quien cree inocente.
—Aparece una postal frecuente en las novelas negras: nuestra desconfianza constante hacia las autoridades y hacia quienes imparten justicia.
—Hay enigmas y preguntas a responder. ¿Cuál es el móvil? ¿El acusado será el asesino? ¿Estará suelto el criminal?
—Nos encontramos con un espacio acotado: un edificio donde se tejen y destejen teorías de consorcio en los pasillos. Vecinos y vecinas que se conocen a medias, por rumores o malos entendidos.
—Tenemos un detective jubilado, ciego a causa de un accidente. Un expolicía que va descubriendo a tientas un nuevo mundo donde reina la oscuridad, la vacilación, el miedo. Un protagonista a través del que, Hernán, se detiene en detalles y nos recuerda que un texto siempre se dirige a ciegos que solo podemos ver a través de las palabras.
—A esta estampa se le adiciona el pliegue del héroe antisocial, que añora su pasado.
—Un perro (nuestro célebre Sacha), compañero y testigo, muestra cuán profunda puede ser la relación entre humanos y animales.
—Está la postal del duelo y de cómo transitarlo. Esto atraviesa toda la novela.
—Asoma la carta de una mujer amada, perdida, fantasmal, y otra con una posible nueva compañera, que empieza a llegar con callosidades en las manos.
“Una historia casi mínima, sin pretensiones de estilo (...) —dice Hernán en los ‘Agradecimientos’ y agrega—: pero en la que me enamoré de sus personajes y me mantuvo entretenido elucubrando una trama de misterio, como un castillo de naipes o un laberinto de dominós para derribar al final”.
Creo que Sabueso fue para su autor —y ahora es para nosotros— una convocatoria a dejarse llevar por un clásico, un partido de truco, chinchón o escoba, que nos puede alegrar la jornada, con unos mates, café, té, limonada, una cerveza, lo que más les guste.
Es la crónica que Hernán nos deja tras ese quebranto de lo social, que significó la pandemia y todas sus pérdidas.
Es el resultado de la búsqueda por reencontrarse con el motor de la escritura.
Y es también, por sobre todas las cosas, la propuesta a que disfrutemos del Juego del Sabueso.
Un gran aplauso para Hernán y su sharpei Sacha.