“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

Insomnia | El mundo de Máximo Damián Morales

“Lo fantástico, el terror y la ciencia ficción se unen a la mitología”  | Por José María Marcos | Especial para Insomnia N° 280


Máximo Damián Morales es un prolífico autor y editor argentino, fundador del sello TirNanOg. Nacido el 18 de septiembre de 1973 en la ciudad autónoma de Buenos Aires, egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires con el título de Editor. Profesor de Educación Primaria y especialista en Literatura Infantil y Juvenil, se ha desempeñado también como librero y narrador oral de cuentos. Colaborador de diversos medios gráficos, dicta charlas y talleres sobre literatura y mitología.

CUENTOS, NOVELAS, RECOPILACIONES, ANTOLOGÍAS

Sus publicaciones son: Se busca un héroe (Magisterio del Río de la Plata, 1998); Cuentos de duendes. Relatos mágicos celtas (Ediciones Continente, 2003), junto con Roberto Rosaspini Reynolds; Cuentos de brujas. Relatos mágicos medievales (Ediciones Continente, 2003); El mágico mundo de las brujas (Ediciones Continente, 2003), con ilustraciones de Fernando Molinari; El mágico mundo de los magos (Ediciones Continente, 2004), con ilustraciones de Fernando Molinari; Cuentos de hadas y duendes de la Patagonia (TirNanOg, 2005); La leyenda del dragón galés (TirNanOg, 2005); Mitos y leyendas de dragones (Ediciones Continente, 2005); La leyenda de San Patricio, patrono de Irlanda (TirNanOg, 2006); El matador de mil dragones (TirNanOg, 2006); Los símbolos celtas y su significado ancestral (TirNanOg, 2006); El mágico mundo de los dragones (Ediciones Continente, 2006), con ilustraciones de Fernando Molinari; Cuentos de ogros. Relatos mágicos tradicionales (Ediciones Continente, 2007); Niamh, la reina de las hadas (TirNanOg, 2007); Mitos y leyendas de Thor (TirNanOg, 2011); Las cuatro ramas de los Mabinogion y otras leyendas celtas medievales (TirNanOg, 2015), introducción y traducción; Cuentos y leyendas de elfos (TirNanOg, 2015); Leyendas de druidas (TirNanOg, 2016); Aliento de Buda (TirNanOg, 2016), novela coescrita con Bruno Malone; La saga de Ragnar Lodbrok (TirNanOg, 2017), adaptación de la saga medieval; El misterio del unicornio gris (TirNanOg, 2018), con ilustraciones de Bárbara Pollini (Eamanelf); y El gato de la bruja (TirNanOg, 2019), con ilustraciones de Ladsal. Impulsó la creación de las antologías A la sombra de los primigenios (TirNanOg, 2019), selección, prólogo y uno de los diez relatos junto a otros de Noelia Cabezas, Claudio Casco, Claudio García Fanlo, Matías Gayesky, Bruno Malone, Agustina Piñeiro, Graciela Rapán, Maximiliano Sampirisi y Lobo Elf-Pablo Draletti; y Crónicas del Doctor Peste (TirNanOg, 2021), selección, introducción y uno de los doce cuentos junto a otros de Noelia Cabezas, Ian Cáceres, Claudio Casco, Claudio García Fanlo, Matías Gayesky, José María Marcos, Pablo Martínez Burkett, Álvaro Meroni, Agustina Piñeiro, Maximiliano Sampirisi y Lobo Elf-Pablo Draletti.

ENTRE DIOSES, SUPERHÉROES Y OTROS SERES

—¿Tenés conciencia desde cuánto te interesa la literatura?
—Me encantaban los libros desde chico. Antes de ser lector, era escucha. Tuve la suerte de que mi familia me contara cuentos todas las noches y de tener acceso a libros. También me compraban historietas de superhéroes: Batman, Superman y Flash. Eran las de Editorial Novaro, todavía no sabía leer pero seguía el hilo de la historia por los dibujos. Recuerdo la colección Los Cuentos del Chiribitil que publicada el Centro Editor de América Latina. Más adelante aparecieron los libros de la colección Elige Tu Propia Aventura. Después vino la ciencia ficción con la colección Biblioteca de Ciencia Ficción Hyspamérica, que se vendían en kioscos de diarios y revistas. Allí descubrí muchos clásicos: Bradbury, Silverberg, Asimov, Bester, Sturgeon y a un autor no tan famoso, Jack Vance, que me deslumbró con sus historias de fantasía, ciencia ficción y policial. Durante la secundaria conocí el terror con Stephen King, Lovecraft, Poe, Quiroga y Clive Barker, y la fantasía con Tolkien, Moorcock y Robert Howard. De Tolkien sólo había podido leer El Hobbit, recién llegué a El señor de los anillos a los 18, porque estaba agotado. Úrsula K. Le Guin era otra de las autoras de libros agotados que descubrí más adelante con su serie de Terramar. Otra colección que me formó fue la de Nova Fantasía, de Ediciones B, con autores como Orson Scott Card y Barbara Hambly. Creo que fue gracias a una historieta de Thor y una charla en tren con mi vieja que empecé a interesarme en la mitología. Me acuerdo que mi mamá me dijo que Thor era el dios del trueno de la mitología nórdica y yo me sorprendí de que existieran otros dioses, ya que había sido educado en un colegio cristiano. Esa charla fue reveladora. Descubrí que había historias de otros dioses, de seres poderosos como superhéroes, a los que pueblos enteros les rendían culto. En ese entonces no había adaptaciones de mitología para chicos, tenía algunos fascículos de mitología griega y egipcia, pero era difícil encontrar algo más. Fue un hecho que me marcó.
—Tu primer libro, Se busca un héroe, salió en 1998.¿Cómo se dio?
—Mi vieja usó todo su aguinaldo para regalarme una máquina de escribir Olivetti, que traía una tapa con manija que la volvía una especie de maletín transportable. Fue mi regalo por haber terminado la primaria. Nunca me gustó escribir a mano, me cansaba rápido y dejaba de escribir. La Olivetti me daba velocidad y empecé a escribir historias de terror, fantasía y ciencia ficción. Cuando egresé de la secundaria (año 1992) registré todo lo que había escrito (en ese momento se hacía en Talcahuano 618). Luego me puse a recorrer editoriales y llegué a Magisterio del Río de la Plata. Dejé el material y al poco tiempo me llamaron para una entrevista. Me dijeron que lo que había escrito les parecía bien, que habían seleccionado un cuento largo de fantasía y que ellos no podían publicarlo, porque tenían el cronograma completo, pero que conocían a alguien que buscaba material infantil. Se trataba de Julio Azamor, quien dirigía una nueva colección de libros infantiles. Me lo corrigió y me lo volvió a corregir, y lo reescribí siete veces con mi Olivetti. El cuento largo se terminó transformando en una novela corta. Firmé contrato y cuando iba a entrar a imprenta todo el proyecto se cayó. Mi obra estaba liberada. Lo reescribí una vez más y volví a Magisterio, que me lo publicó en su colección Los Libros del Pajarraco con el título de Se busca un héroe en 1998. Firmé ejemplares en la Feria del Libro al año siguiente. Viendo todo eso ahora, a la distancia, me llena de alegría y suena a epopeya épica.
—En 2003, por el sello Continente, apareció Cuentos de duendes. Relatos mágicos celtas, libro junto a Roberto Rosaspini Reynolds. ¿Cuál fue tu relación con él?
—Conocí el sello gracias a la colección sobre la cultura celta que escribía Roberto Rosaspini Reynolds. Trabajé dos años en esa editorial y me fui cuando puse en marcha una librería. A la vez, en ese 2003, comencé a trabajar con Roberto con la intención de continuar la colección. Lo llamé por teléfono, nos reunimos al otro día y nos hicimos amigos de inmediato. Formamos un equipo de trabajo genial. Los escritores nos reunimos, charlamos, pero la realidad es que después cada uno trabaja en su casa. Lo iba a visitar seguido y me pasaba horas escuchando sus anécdotas. ¡Roberto era maravilloso! Había trabajado como traductor, como fotógrafo para la BBC, había viajado por casi todo el mundo. Siempre tenía una historia o una anécdota para contar. Me enseñó a buscar las historias, a cómo interrelacionar la bibliografía y a captar el espíritu de cada relato. Varias veces, en medio de nuestro trabajo en el libro de duendes, lo internaron y lo iba a visitar al sanatorio. Yo cursaba el profesorado. Una tarde llamó a mi casa y habló con mi vieja, le dijo que estaba muy contento conmigo porque sabía que iba a continuar su legado folklórico. Lamentablemente no llegó a ver publicado el libro de los duendes, que salió con unas palabras que escribí en su memoria. Hago todo lo posible para honrarlo en cada investigación que realizo.
 
EL NACIMIENTO DE TIRNANOG
 
En 2005, Máximo fundó el sello editorial TirNanOg, especializado en cuentos tradicionales fantásticos y maravillosos, mitos, leyendas, fantasía y cultura celta. Su primer título fue Cuentos de hadas y duendes de la Patagonia, una recopilación de relatos de tradición oral de la Patagonia, provenientes de ancianos mapuches y galeses, recogidos por él mismo durante un viaje que realizó por la región durante tres meses. “Con respecto a las recopilaciones de mitología y leyendas —aclaró Máximo—, en el mercado hay dos extremos: por un lado, las versiones abreviadas y/o alteradas, y por el otro lado, las traducciones académicas que requieren un cierto nivel del lector. En el medio nos ubicamos nosotros, con lo que en inglés se denomina ‘retold’, y a lo que yo le llamo ‘versiones narradas’, donde mantenemos el espíritu y agregamos lo justo y necesario para que un lector común (que, por ejemplo, se emocionó con la serie Vikings) pueda acceder a un libro entretenido, fluido, honesto, completo, y con las fuentes bibliográficas a las que poder recurrir para saber más”.
—¿Qué te decidió a fundar el sello?
—Al terminar la secundaria comencé a cursar el CBC para la Facultad de Económicas. En el segundo semestre descubrí una nota en el diario sobre una nueva carrera llamada Técnico en Edición, con la finalidad de formar profesionales en la edición de libros. Recuerdo que sentí una alegría increíble. Era la carrera que quería hacer y que al terminar la secundaria no había encontrado. La idea de crear una editorial siempre estuvo. En el 2003 (luego de haber trabajado en algunas librerías y sellos) logré poner mi propia librería, siempre pensándolo como la base para hacer la editorial, que finalmente se concretó en el 2005.
—¿Qué significa TirNanOg?
—Proviene de la mitología irlandesa y está compuesta por tres palabras: Tir, que significa tierra, Nan que significa juventud y Og que significa final. TirNanOg es La Tierra de las Hadas, El País de la Eterna Juventud o La Isla del Eterno Verano. El equivalente del Cielo cristiano o el Valhalla para los nórdicos. Allí uno siempre es joven y poseedor de su energía vital y sabiduría en su máxima potencia. Sólo pueden llegar aquellos que cumplan dos condiciones: ser valientes y puros de corazón. TirNanOg esta mencionado dentro de la leyenda de Niamh, la reina de las hadas, de la que publicamos una versión en el 2006.
—El primer libro de TirNanOg surgió de un viaje a la Patagonia. ¿Cómo se dio este viaje fundante?
—Se vivía el auge de los cuentos de duendes y no había nada de nuestro país, un crisol de culturas que tiene una cantidad y calidad de relatos increíble. Y estaba además el legado de Roberto. Con esas dos ideas viajé solo a la Patagonia para recopilar historias. Al principio la gente tenía ciertos reparos, pero después de unos días de verme me contaban sus historias y me iban diciendo a quién entrevistar para que me relatara sus experiencias. Descubrí que el uso de un grabador rompía toda la magia. Entonces me dediqué a prestar mucha atención y anotaba algunos detalles como los silencios, las pausas, las posturas, los cambios de tono... Todo aquellos que me iba a servir cuando escribiera o transcribiera el cuento con palabras pero tratando de conservar la oralidad. Hubo veces que hasta me llevaron para encontrarme con esas personas. Tuve la suerte de conocer a una anciana mapuche que vivía en la cima de un cerro y sólo bajaba dos semanas al año. La “casualidad” quiso que me la cruzara y que me contara un cuento sobre los duendes que había soñado. Para los mapuches hay sueños que son mágicos y que se relacionan con lo divino. Encontré muchas leyendas urbanas, como la del Duende de los Dientes, que reemplazaría a nuestro conocido Ratón o al Hada de los Dientes anglosajona. Después descubrí toda la gesta galesa. No tenía ni idea que había galeses en la Patagonia, fue muy impactante encontrar descendientes celtas en nuestras tierras y que su símbolo fuera el famoso dragón rojo, el mismo que el del Rey Arturo. Me entrevisté con la archidruidesa del Círculo Bárdico de Gales que estaba de visita en Trevelin. El círculo es una asociación cultural que realiza varias actividades, entre ellas, el festival llamado Eisteddfod, cuyo premio es la Silla del Bardo, tallada en madera de la cual no hay dos iguales en todo el mundo. Un festival de poesía, pero que incluye otras manifestaciones artísticas. Allí descubrí la leyenda del dragón galés, que se transformó en el segundo libro de la editorial. En medio de la recopilación, tuve que buscar la forma de solventar los gastos, no fui con mucho dinero. Una semana trabajé de mozo, un par de días coseché corinto, vendí libros y otra semana narré cuentos en un restaurant. Fue toda una experiencia, un viaje iniciático te diría. Cuando volví tenía cuentos de hadas, duendes, dragones, ogros, sirenas... ¡Tenía de todo! Trabajé mucho para que todo aquel que lo leyera sintiera que era un cuento que venía de la tradición oral, sin ninguna estructura literaria compleja. Se hizo una selección y quedaron veinticinco cuentos de hadas y duendes.
 
EN BUSCA DE SABERES ANCESTRALES
 
—Gran parte de tus libros están poblados por brujas, magos, hadas, duendes, dragones, ogros, elfos, druidas, unicornios y otros tantos seres. ¿Por qué te atraen tanto estas figuras y todo aquello relacionado con lo maravilloso?
—Como lector amante de la ciencia ficción, la fantasía y el terror, lo mágico siempre me resultó atractivo. Hay un punto donde lo fantástico, el terror y la ciencia ficción se unen a la mitología. La mitología tiene símbolos muy poderosos y te abre la puerta para la comprensión de muchas otras cosas. Por algo Freud tomó muchos conceptos de fuentes mitológicas. Hay un saber mágico, un arquetipo primordial detrás de la mitología que luego se van repitiendo de distinta manera en los otros géneros. Creo que esa veta mágica es algo que nos toca en lo más profundo como seres humanos. Nos conmueve en lo más hondo. Los seres mágicos folklóricos o mitológicos, o los denominados “monstruos”, tienen ese atractivo particular.
—¿Los relatos tradicionales de la Patagonia y del mundo nórdico y celta qué tienen para contarles al mundo actual?
—Los relatos folklóricos de la Patagonia, la mitología celta y la nórdica se nos “hacen” más accesibles por su cercanía. La Patagonia porque continúa teñida con esa aura mágica de territorio inexplorado donde hay bandoleros internacionales, dinosaurios, duendes, hadas, ogros, gigantes, lagos, montañas, desiertos, tesoros, celtas, naufragios, comunidades autóctonas... Es casi un universo de posibilidades extraordinarias a la vuelta de la esquina. Un lugar donde, si no hubiera pandemia, hasta sería fácil llegar. Hasta tenemos nuestro propio Nahuelito. Por otro lado, la mitología celta y nórdica se nos torna cercana por la cantidad y variedad de oportunidades que tenemos. Películas como Thor de Marvel o series como Vikings son disparadores de curiosidad. Obviamente que no son rigurosos en lo mitológico, pero nos acercan a ella. Lo celta ya venía desde mucho antes, con los festivales de música celta y con las comunidades irlandesa, galesa, escocesa y gallega, por citar sólo algunas. Y películas como Corazón valiente o la propia El Señor de los Anillos. Son obras que nos despiertan la curiosidad por saber más. Con el tiempo uno empieza a comprender que todas las mitologías tocan los mismos temas centrales, a veces, de diferentes maneras y otras veces de formas muy parecidas. Los mitos, las leyendas y los cuentos folklóricos hablan de ese saber ancestral, esa magia primordial que es tan necesaria hoy en día, donde vivimos alejados de la naturaleza. Son historias que nos pegan hondo porque nos representan, sin importar la cultura actual en la que nos encontremos, nos tocan en la fibra más íntima de la humanidad.
 
HALCÓN DE HIERRO Y ALIENTO DE BUDA
 
Máximo ha escrito ciencia ficción: las novelas Halcón de hierro (episódica y encuadernada de manera artesanal) y Aliento de Buda (en coautoría con Bruno Malone).
Halcón de hierro está compuesta por: Episodio I (2012), Episodio II. El reloj de la torre (2012), Episodio III: Las tierras inhóspitas (2013), Episodio IV: El engranaje perdido (2014), Episodio V: La araña mecánica (2014), Episodio VI: Rumbo al norte (2015), Episodio VII: El pulpo de bruma (2015), Episodio VIII: La prisión de Greyrock (2016), Episodio IX: Golpe de timón (2017), Episodio X: Baile de máscaras (2018) y Episodio XI: La piedra de la luz (2018). ¿Cómo llegaste al mundo steampunk?
—Siempre me gustó la ciencia ficción pero nunca me había animado a publicar nada. Corría el año 2012 y una amiga me invitó a un evento steampunk. No tenía ni idea de qué era eso. Me puse a mirar en internet y descubrí que era algo que siempre me había gustado aunque no sabía su nombre. El steampunk comenzó como un subgénero literario de ciencia ficción en los ochenta y se transformó en toda una corriente artística que incluye música, escultura, moda, artesanías, literatura y diseño, entre otras cosas. Se ubica temporalmente en la época victoriana y eduardiana, o sea desde mediados de 1800 hasta 1910, con la máquina de vapor como la tecnología dominante. Es retrofuturismo. ¿Qué hubiera pasado si no se hubiera descubierto el combustible fósil?, por ejemplo. Es lo que se llama una ucronía: un pasado distinto, alternativo. No hay que confundir con el término distopía. Desde lo personal, el primer atractivo con el steampunk es la estética. Pero cuando me metí a investigar más (y te puedo asegurar que hay muchísimo material en la red, artículos y pequeños ensayos muy interesantes), me enamoré de su espíritu. El steampunk propone varias cosas. Una de ellas es una cuestión revolucionaria y contestataria. El nuevo rol de la mujer es una de ellas. Pero hay una idea romántica de que el futuro es promisorio: va a ser mejor, la tecnología nos va a liberar de la esclavitud y de la servidumbre y que hay todo un mundo por descubrir. Recordando las novelas de Julio Verne donde el eje está en la exploración y la aventura. Ir más allá de lo conocido y buscar más allá de los límites. La tecnología se la ve como una amiga. Una pieza tecnológica es una artesanía hecha con diseño, amor y cuidado, para que dure para siempre, con partes reemplazables. La creación debía sobrevivir a su creador. Contrariamente al consumismo y a la obsolescencia programada que vivimos en la actualidad, donde todo está fabricado con fecha de vencimiento sin posibilidad de arreglo, una vida útil efímera. Volviendo al tema de Halcón de Hierro: esta amiga me propuso participar del primer evento steampunk de Argentina y yo quería ir con un libro. No tenía tiempo para hacer un libro, pero sí un cuento. Me puse escribir y encuadernamos con tapas forradas en papel crepé metalizado color cobre y con unos ganchitos de bronce. Halcón de Hierro es el nombre de un aventurero, él dice que es un excéntrico relojero, pero que usa el arte del disfraz y del engaño para hacer justicia. Llevamos el cuento artesanal a otros eventos, empezó a venderse y la gente se interesó. Ese mismo año, 2012, hubo un segundo evento. Ahí descubrí que el steampunk coincidía con la época del folletín. Las novelas por entregas que se vendían en forma periódica. En general se asocia el folletín con Alejandro Dumas y sus mosqueteros, pero muchas otras comenzaron como folletines: las de Julio Verne o El fantasma de la ópera. La propia historia me dio la pista de cómo continuar. Estructuré la novela completa en diez episodios y terminaron siendo once. Cada episodio estaba decorado con un dije alusivo al nombre de ese capítulo. Por ejemplo: El pulpo de bruma tenía un pulpito metálico de bronce y El reloj de la torre venía con un dije de reloj con engranajes. Fue muy entretenido hacer la novela. Publicábamos, al menos, un episodio por año. Siempre lo sacábamos para que coincidiera con algún evento steampunk.
—¿Aliento de Buda, en coautoría con Bruno Malone, cómo se gestó?
—Bruno me propuso escribir un cuento en conjunto. Al principio me negué, pero un año después esa idea siguió dando vueltas en mi cabeza. Nos reunimos tres veces, en las que durante muchas horas discutimos ideas, personajes, ambientes y lo que sucedía en cada capítulo. Cada uno de nosotros escribió todos los capítulos por separado y luego los fuimos fusionando. La novela fue y volvió varias veces de uno a otro, corrigiéndola y agregándole cosas, sacándole otras, puliéndola lo más posible hasta que terminó en la novela que publicamos con mucha alegría y orgullo, un año después. En un mundo dominado por la apatía, la gente usa parches motivacionales para sentir cosas: desde las ganas para bailar, tener sexo o enfrentar cada mañana. Hay una muerte inesperada que lleva al protagonista a descubrir que el mundo no era tan perfecto como él creía: ladrones de cadáveres, parches de diseño, terroristas, los sudras (extrañas personas que viven en la periferia y se alimentan de basura) y una sustancia mítica llamada Aliento de Buda que podría liberar a las personas de la apatía, aunque otras versiones dicen que constituyen el último reservorio de energía humana. Es un thriller de ciencia ficción.

Máximo Damián Morales y José María Marcos.
 
DEL HORROR CÓSMICO AL DOCTOR PESTE
 
—En 2019 impulsaste la antología de horror cósmico A la sombra de los primigenios. ¿Cuál es tu relación con la obra HP Lovecraft?
—Lovecraft fue uno de los autores que descubrí en la secundaria y me fascinó ese concepto del horror que nunca termina de definirse, esas entidades que son más antiguas que la misma humanidad y esos libros malditos que podían provocar la locura a quien lo leyera. Lovecraft hablaba de una mitología anterior a la aparición del hombre y, como amante de la mitología, quería hacer una antología que jugara con el universo creado por Lovecraft. Convoqué a nueve autores, la mayoría de ellos muy relacionados con Lovecraft. El resultado fue muy satisfactorio, tanto para nosotros como para el público general y los fans lovecraftianos. Fue una gran alegría como editor. Es mi primera antología.
—En 2021 publicaste Crónicas del Doctor Peste. ¿Cómo surgió este libro?
—En 2019, luego de la publicación de A la sombra de los primigenios, me puse a pensar qué otra antología se podía hacer. A causa de una serie de coincidencias con la figura del Doctor Peste (desde que apareciera como personaje en una novela, surgiera uno disfrazado en una feria medieval, o imágenes que a veces te llegan por internet), decidí que la nueva compilación se hiciera en torno a esa figura. En septiembre de 2019 hice la convocatoria. Y quiero que esto sea un dato destacable: en esa fecha no teníamos ni idea de lo que se avecinaba. No se mencionaba ninguna pandemia mundial como la que estamos viviendo. La antología estuvo lista en marzo de 2020, cuando se declaró la cuarentena en Argentina y ahí decidí frenarla. Cuando a fines de 2020 empezaron a llegar las vacunas y los casos bajaron, le volvimos a dar impulso. El libro tiene doce cuentos, uno de ellos ilustrado por Lobo Elf, que se encargó de la portada, al igual que en el libro A la sombra de los primigenios donde también aportó un relato. Son relatos que tienen al Doctor Peste como figura pero desde diferentes ángulos, desde lo fantástico, el terror, lo realista, y algunos relatos que llenan los huecos que dejan la historia. El traje con la máscara picuda lo hizo un doctor llamado Charles de Lorme en 1630. La máscara tenía un pico largo lleno de paja fresca, hojas de menta, lavanda, polvo de carne de víbora y muchos otros elementos que variaban según la zona. Eso era para filtrar el aire de las sustancias nocivas, las miasmas. Algo en lo que se creía desde la época de los griegos, que el aire fétido era impuro y producía enfermedades. El cuerpo del médico estaba aislado del entorno. El cuero del traje estaba engrasado o encerado para cerrar todos los poros y el aire no pudiera entrar por allí. A su vez, este médico tenía una serie de armas que se balanceaban entre lo medicinal y lo mágico. Sellos alquímicos, animales como sanguijuelas, arañas o sapos para que absorbieran la enfermedad del infectado, hacían sangrías y muchas otras cosas que nos sorprenden. Nunca tan bien la frase la realidad supera a la ficción. Iban con un bastón que usaban para revisar al enfermo sin tocarlo y también para golpearlo, porque muchas personas creían que la enfermedad era producto de sus pecados y con los golpes los expiaban de su cuerpo. El libro trae una introducción histórica con más información y los doce relatos de ficción que logran crear una diversidad de voces y de enfoques.
 
PROFESOR, NARRADOR, EDITOR
 
—Sos profesor de Educación Primaria y especialista en Literatura Infantil y Juvenil. ¿Por qué elegiste esta rama?
—En el 2004 me recibí de profesor. La especialización la hice en 2009-2010. Mi primer libro publicado era para un público infantil y me interesó la propuesta. Hay muchos prejuicios en la sociedad con respecto a lo que es o debe ser la literatura infantil y juvenil. Y egresé con una gran satisfacción: vimos una cantidad de libros increíbles, desmenuzamos un montón de material y tuvimos invitados de primer nivel. Me abrió la cabeza. Fue una experiencia muy reveladora. Los dos libros que escribí y publiqué en mi sello editorial El misterio del unicornio gris y El gato de la bruja no hubieran sido los mismos sin esa especialización.
—Contanos tu actividad de narrador oral.
—En el Normal N° 7 de Buenos Aires tuve la fortuna de hacer un taller con Claudio Ferraro, narrador oral dedicado a la literatura de terror. Ya lo conocía de antes cuando hacía ciclos de espectáculos de narración en Palermo. Es un genio, un narrador único. Claudio habla rápido y tiene gustos literarios similares a los míos, todo lo contrario a lo que a veces uno está acostumbrado a ver en la narración oral. Por otro lado, como recopilador de mitos, leyendas y cuentos folklóricos, quería ver cómo se cocinaba el relato para ser contado, cómo se adaptaba y cómo se preparaba. No es algo fácil, es un arte, desde la elección del relato hasta el momento en que uno se para frente al público para contar una historia.
—Sos editor de profesión, egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. ¿Cómo se lleva el editor Máximo Damián Morales con el autor Máximo Damián Morales?
—¡Qué pregunta difícil! Es una situación medio compleja. Hay veces en que el escritor y el editor trabajan en equipo y otras en que cada uno tiene que trabajar por su lado. Debo admitir que el editor lleva la ventaja. Cualquiera podría pensar que siendo editor (“el dueño de la cancha y de la pelota”), uno podría publicar todo lo que quisiera escribir, pero la realidad es que una editorial, aunque sea una muy pequeña e independiente, requiere mucho tiempo y mucho trabajo. Eso deja poco tiempo a la escritura. Por otro lado, una editorial vive y respira por su catálogo, y un catálogo no puede ser la colección de un solo escritor, tiene que tener diversidad de temas y enfoques que la enriquezcan. La profesionalidad del editor se impone. Pero el escritor va preparando material.
—¿Querés adelantar algún proyecto sobre el que estás trabajando?
—¡Hay tantas cosas! Seguiremos con las antologías con diferentes ejes temáticos. También con los cuentos folklóricos, la mitología, las leyendas, los infantiles, la edición completa de Halcón de hierro y muchos otros proyectos que todavía no podemos revelar.

La historia de Máximun | Por Máximo Damián Morales
 
Tenía alrededor de 15 o 16 años cuando llegó a mis manos, a préstamo, un ejemplar de El umbral de la noche de Stephen King. Ya desde la misma introducción me enamoré. Stephen King escribía el terror que a mí me gustaba, con monstruos, hechizos y cosas espantosas que a la mayoría de la gente no le agradaba. Nunca había leído nada parecido. En el prefacio, King decía que tenía una familia, tres hijos, que estaba sano, que vivía en una casa a orillas del lago, que gracias a su éxito podía dedicarse exclusivamente a escribir y que en el otoño había visto un ciervo por la ventana. En mi adolescencia, ese conjunto de imágenes se había transformado en un ideal a seguir. Si a eso le sumamos la introducción de John MacDonald (donde decía que si querías ser escritor tenías que escribir, escribir y escribir), podemos decir que me dio el impulso inicial. En aquellos tiempos, no tenía dinero para comprar las ediciones nuevas y mi mamá me compraba los usados en Parque Rivadavia. A ella le gustaba King, y si bien no había leído todos los libros, se había emocionado con la introducción de El umbral de la noche. Tanto fue así que una vez me regaló varios cuadernos universitarios porque en la tapa traían la ilustración de un ciervito visto a través de una ventana. Y me dijo: “Para que escribas tus propias historias y seas feliz como Stephen King”. Cuando terminé la secundaria, apareció una nueva carrera en la Universidad de Buenos Aires que al principio se llamó Técnico en Edición. Un año después de completarla agregaron algunas materias y cambiaron el nombre por Edición. Una de esas materias era “Publicaciones periódicas”. Entonces tuve la idea de hacer una revista dedicada a la literatura de ciencia ficción, fantasía y terror. Tendría cuentos de autores nóveles, reseñas de libros, notas varias y una nota principal que iba a ser el gancho de la tapa. Mi primera elección fue Stephen King. Junto con dos amigos la hicimos por completo, desde las notas hasta el diseño. Así imprimimos mil ejemplares del primer número de Máximun, especial dedicado a King, y lo pusimos en la calle. Fue el trabajo final de esa materia y el profesor estaba sorprendido de ver una revista real y no en proyecto.
Creo que la literatura es entretenimiento y placer. No importa el género que uno escriba, hay que pasarlo bien haciéndolo. Eso se transmite en la lectura que realiza el lector constante. Como Stephen King, disfruto de todo lo que escribo.
 
ASÍ ESCRIBE | Fragmento de Halcón de hierro. Episodio I (2012) de Máximo Damián Morales
 
El Palacio de Whitemore se erguía como una estatua de mármol blanco en medio de un jardín exótico donde cada una de las plantas, flores y arbustos constituía una obra de arte. Allí sólo trabajaban los jardineros más hábiles, aquellos que habían heredado el oficio y los secretos de sus ancestros, incluso algunos se enorgullecían al decir que podían rastrear sus orígenes hasta alcanzar a los jardineros reales de la época medieval.
Los gigantescos arbustos, que tenían forma de animales de tierras lejanas, arrojaban siniestras sombras cuando eran alumbrados por las pesadas lámparas de gas que portaban los guardias que recorrían la zona.
Desde que habían anunciado en los periódicos la exhibición del Corazón de Luz, la seguridad del lugar se había triplicado. El misterioso diamante que tenía forma de corazón, poseía en su interior una extraña luminiscencia, aun cuando no hubiera otra fuente de luz cercana. Se había convertido en el acontecimiento del momento. No había anticuario, lapidario o mujer de alta alcurnia que no se hubiera acercado al lugar para admirar la hermosa piedra.
Dos guardias apostados en las puertas de rejas, otros dos en continuo movimiento alrededor del Palacio y dos más en las ornamentadas y gigantescas puertas principales de madera. Vestían pecheras de cuero negro reforzadas que tenían la capacidad de aguantar un leve impacto de bala. En sus manos portaban un fusil pero además estaban armados con una pistola y una espada que pendían de sus cinturones. Un casco de hierro cubría sus cabezas y sus rostros permanecían ocultos tras una máscara antigás que incluía antiparras en las cuales, en uno de los cristales, tenía un binocular ajustable para escrutar en la lejanía.
Sin embargo, ninguno de ellos vio lo que cayó desde el cielo nocturno. Tal vez la luna nueva había colaborado para acentuar la oscuridad de la noche. La figura emergió de uno de los arbustos con forma de elefante y se deslizó como una sombra hacia el acceso principal. Los dos guardias de la puerta permanecían tan inmóviles que parecían estatuas.
La figura agazapada avanzó lentamente hasta que apoyó una rodilla en tierra y extrajo una extraña pistola que poseía una pequeña cámara de gas en uno de los costados.
Apuntó cuidadosamente a uno y a otro. Si alguien lo hubiera visto en ese momento, hubiera pensado que el atacante no se decidía a cuál de los dos guardias disparar primero.
El dedo índice enguantado apretó el gatillo dos veces seguidas. La pequeña cámara de gas dejó escapar un siseo al impulsar una aguja embebida en un potente narcótico. Inmediatamente cada uno de los guardias se llevo una mano al cuello y luego se desparramaron por el suelo.
 
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