“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

En los confines de lo fantástico

Por José María Marcos, exclusivo para INSOMNIA, Nº 148, abril de 2010 (*)

El francés Louis Vax en Arte y literatura fantásticas afirma que para expresar lo fantástico “la narración constituye seguramente el género literario más adecuado, ya sea en forma de cuento, obra teatral o cinematográfico” y afirma que “la poesía no consiste, de ningún modo, en un conflicto entre lo real y lo posible, sino en una transfiguración de lo real”. El amante de la poesía —agrega el académico— se dispone a aceptar la ruptura de la realidad y a ceder a su encantamiento, en lugar de inquietarse.
No aclara Louis Vax que la poesía puede estar escrita en prosa y ser parte de una extensa narración, como afirma Enrique Anderson Imbert en La prosa, modalidades y usos, donde señala: “Hay momentos en la historia literaria en que los espíritus más poéticos —esto es, más expresivos— son prosadores y no versificadores”.
Leyendo las narraciones de Liliana Bodoc, uno puede sentir que sus relatos están contados mediante acciones y diálogos que privilegian los acontecimientos y la historia, pero con una marcada presencia de giros de cosecha propia, que provienen de un universo poético muy particular, convirtiéndola sin duda en uno de los espíritus contemporáneos más expresivos.
Vax dice, además, que la poesía se ubica dentro de las fronteras del arte fantástico, al igual que los tradicionales cuentos de hadas y aquellos contenidos dentro del género maravilloso, y justamente por esos andariveles la autora de La saga de los Confines parece moverse a sus anchas, al recrear las historias que van quedando al borde de la Historia.
Para ver cómo funciona su prosa vale citar algunos fragmentos de su trilogía. Por ejemplo, el comienzo: “Y ocurrió hace tantas Edades que no queda de ella ni el eco del recuerdo del recuerdo. Ningún vestigio sobre estos sucesos ha conseguido permanecer. Y aun cuando pudieran adentrarse en cuevas sepultadas bajo nuevas civilizaciones, nada encontrarían”. (Los días del venado). O la presencia de la Sombra en los Confines: “Merodeando en la noche se dejó guiar por un resplandor que, desde la tierra, iluminaba un vasto espacio del cielo. Se trataba del campamento donde se guarecían los sideresios, un lugar oculto en los territorios que Molitzmós controlaba. Mientras llegaba el desenlace previsto era necesario que su presencia permaneciera en absoluto secreto. Ni el pueblo del Sol, ni siquiera la mayor parte de los nobles que combatían por la Casa de Molitzmós, debían reconocer el pacto funesto que había detrás de aquel enfrentamiento”. (Los días de la Sombra). O el reencuentro de los habitantes de las Tierras Fértiles después del inicio de la última batalla: “El pueblo de Los Confines empezó a llegar muy de madrugada. Aquellos que permanecían habitando aldeas, mujeres, niños y ancianos, bajaban al valle y se saludaban con entusiasmo buscando animarse unos a otros. Cada uno pensó que su vecino había pasado más penurias y estaba más necesitado. Pero los pájaros que miraban desde arriba y las lagartijas que miraban desde abajo, vieron que todos venían de soportar un invierno con hambre”. (Los días del fuego).
Jugando en las fronteras entre lo maravilloso y lo fantástico, entre la poesía y la prosa, entre la historia y la recreación, Liliana Bodoc ha logrado renovar el género épico, dominado en su mayoría por autores anglosajones, al abordarlo desde una mirada latinoamericana que le permitió narrar el exterminio de los pueblos aborígenes, hecho que hace de La saga de los Confines una obra singular y profunda. Una obra que toma una posición y trata de rescatar valores de una cultura aniquilada y silenciada, de la cual hoy sólo nos llegan fragmentos de lo que fue antes de la Conquista, con sus artes, sus medicinas, sus costumbres, su mirada sobre la naturaleza, su forma de relacionarse con el mundo.
Aunque esto ya alcanza para ganarse un lugar destacado en la literatura, también ha creado Memorias impuras, un bellísimo díptico escrito según los requerimientos de la prosa virreinal, y Presagio de carnaval, una tragedia realista que “es un coletazo realista de La saga de los Confines, porque tiene que ver con la problemática actual de los aborígenes latinoamericanos”, tal cual ella misma reflexiona. Y, como si fuera poco, sigue desarrollado una extensa obra para niños y jóvenes, donde ese cóctel narrativo de fantasía, maravilla y poesía ha dado ya una serie de libros, escritos con la elegancia y la hondura necesarias para ser inclusivos y permitir que sean leídos, con placer, por los adultos.
Así, peregrinando en los confines, entre el lenguaje sagrado y el profano, entre “lo que es para niños” y “lo que es para adultos”, su obra nos regresa a esa dimensión lúdica y sacra que plantea Oscar Wilde al decir: “El artista es el creador de las cosas bellas” y “La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla intensamente”. O como la propia Liliana Bodoc señaló en este reportaje: “Me parece que la literatura se caracteriza por ser absolutamente inútil, con la inutilidad que tiene una caricia”.

(*) Sección Otros Mundos. Revista Insomnia.