“El lenguaje, las palabras, modelan nuestra forma de pensar”
Por José María Marcos,
exclusivo para INSOMNIA, Nº 219, marzo de 2016
Alejandro Alonso nació en 1970 en San Martín, en el Gran
Buenos Aires (Argentina). Es periodista de ciencia y tecnología, y escritor.
Durante muchos años fue colaborador de la revista digital Axxón, donde publicó sus primeros textos de ficción. Fue varias
veces finalista del Premio Más Allá del Círculo Argentino de Ciencia Ficción y
Fantasía, y en 2001 ganó el premio Axxón para
cuento de ciencia ficción. Gracias a su participación en los concursos Pablo
Rido y Domingo Santos en España (donde resultó finalista) pudo publicar algunos
relatos en el viejo continente. Ganó el Premio de la Universidad Politécnica
de Cataluña (UPC) de novela corta de ciencia ficción en 2002 (ex-aequo) con La ruta a Trascendencia. Recibió el
reconocimiento de Revelación Literaria 2003, de parte de la Fundación Ciudad
de Arena. Ha publicado en antologías y revistas de Argentina, México y España,
particularmente en Axxón, Cuásar, Próxima y Artifex (segunda
y tercera época). En 2005 formó parte de la Colección de Literatura
Fantástica y Ciencia Ficción, editada por Página/12.
En 2014 Colihue publicó Lorena y el Mago,
su primera incursión en la literatura juvenil. En diálogo con INSOMNIA, habló de sus comienzos, su
relación con la ciencia ficción, la literatura infantil y juvenil y sus
proyectos en marcha.
PRIMERO, EL LECTOR
VORAZ
—¿Alguna vez reflexionaste
sobre los motivos que te llevaron a ser escritor?
—Sí, y me di cuenta de que antes que el escritor está el
lector. El lector voraz, curioso, participativo. No sucede en todos los casos,
pero es lo que me pasó a mí. Supongo que todo eso que leí llegó a una masa
crítica y que, naturalmente, empezó a fluir y a combinarse con mis propias
ideas. Pero luego vinieron los talleres literarios.
—¿Qué autores te han
influenciado y a quienes admirás? ¿Qué libros te marcaron?
—Aunque suene trillado, Borges. Ficciones me marcó tardíamente, porque cuando lo leí por primera
vez francamente me pareció aburrido, no lo entendí. Algunos años después
entendí la veta lúdica y especuladora de Borges, y todo cobró otro sentido.
Algunos años antes había empezado (como muchos) con Julio Verne, Emilio
Salgari, Conan Doyle, Agatha Christie, y más adelante, dentro de la ciencia ficción,
con Asimov, Bradbury y Clarke. El hombre
ilustrado, de Bradbury, me marcó profundamente. Estas últimas lecturas
llegaron por influencia de mi papá, que disfrutaba mucho del género. A la hora
de escribir, de entender la música de las palabras, un autor que me influenció
notablemente fue Carlos Gardini. De Eduardo Carletti, y de su libro Por media eternidad, cayendo, aprendí a
trabajar ciertas ideas de la ciencia ficción más dura. Ya como escritor, autores
como Ted Chiang y Greg Egan fueron importantes para entender los límites del
género.
—Tenés una importante
trayectoria dentro de la ciencia ficción. Colaborás con Axxón desde 1992, desde que te publicaron el cuento “Demasiado tiempo”.
¿Por qué elegiste este campo como modo de expresión?
—Siempre me gustaron los géneros. Las lecturas más
profundas, o “literarias”, llegaron después. Y en algunos casos no llegaron
nunca. Lo que sucede es que la ciencia ficción me deslumbró, porque es un campo
fértil para especular y hacerse muchas preguntas. Con todo, yo me siento un
escritor de género fantástico, donde la
CF es una parte. Escribí fantasías históricas, ucronías,
relatos de fantasía para jóvenes y chicos. En todos los casos, el motor, el
entusiasmo, llega con la posibilidad de construir universos (con sus seres, sus
reglas, sus conflictos, etcétera). Me considero un creador de universos
narrativos. Por otra parte, publicar en Axxón
y formar parte de la comunidad fue realmente movilizador. Si ya me fascinaba el
género, participar de la revista, de las listas de correos, del Círculo
Argentino de Ciencia Ficción y Fantasía, y de otros proyectos me hizo sentir
parte de algo más grande y trascendente.
—¿Qué significó en su
momento ganar el prestigioso Premio UPC de Ciencia Ficción 2002 con tu obra La ruta a Trascendencia, que luego junto
a otros relatos apareció en la
Colección de Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción,
editada por Página/12?
—Previamente había sido editada en España con los otros
ganadores y finalistas del premio de ese año, en el marco de la Colección Nova
(Ediciones B), que solía ser muy prestigiosa. Ganar el premio fue una especie
de validación: alguien que no me conocía me decía (y me lo decía con un premio
en metálico) que podía dedicarme a esto, que lo que yo escribía era
interesante. Luego, compartir la colección de Página/12 (presentando un libro
propio) con figuras que admiro como Ani Shua, Angélica Gorodischer, Pablo de
Santis, Alberto Laiseca y Carlos Gardini, entre otros, fue un tremendo honor.
En este sentido, tengo mucho que agradecer a la Fundación Ciudad
de Arena y a Gabriel Guralnik en particular.
—¿Qué problemáticas te
inquietan y aparecen con recurrencia en tus textos?
—Me di cuenta que todo lo que tenga que ver con el tiempo y
la memoria me obsesiona. Los relatos vuelven sobre estos tópicos. Supongo que
lo otro que aparece en muchos de los relatos son personajes locales, en
entornos locales.
—Sos periodista de
ciencia y tecnología. ¿Qué le da el “periodista Alonso” al “escritor Alonso”, y
viceversa?
—Debería decir que un cierto rigor en el trabajo de
documentación previa, o facilidad para expresarme en lenguaje llano, o cosas
así… Eso es verdad, pero la realidad es que muchas veces el tiempo que le
dedico al periodismo le quita tiempo a la escritura de ficción.
—¿Te gusta el cine de
ciencia ficción?
—Sí, pero no es lo único que me gusta del cine.
—¿Qué pensás del
estado actual de literatura de ciencia ficción?
—En la
Argentina la rueda sigue girando, y se ha renovado el
panorama con nuevos talentos y nuevos puntos de vista. Habiendo medios y
editoriales donde publicar, y autores que siguen escribiendo, y lectores, el
futuro es prometedor.
—En 2014, la
editorial Colihue te incluyó en la Colección
La Movida, dirigida por Pablo de Santis, con la novela Lorena y el Mago ¿Cómo surgió la
posibilidad de incursionar en la literatura infantil? ¿Cómo nació esta novela?
—En algún momento me propuse escribir algo para chicos, algo
que pudieran leer mis sobrinos. Y surgieron algunas ideas muy fuertes, sobre
todo la escena final. Pero desarrollar eso llevó varios años y tuvo que pasar
de ser una historia infantil a una historia juvenil, porque el planteo se iba
haciendo más complejo. Luego seguí el diplomado de Literatura Infantil y
Juvenil en la UNSAM. Ahí
entendí que lo que estaba escribiendo era bien potable como literatura juvenil.
Atenti, que este año tal vez haya alguna novedad de literatura infantil a partir
de abril o mayo, por ahora no puedo decir nada más. Es sólo una posibilidad.
—Muy pocas. Creo que el destinatario aparece con la idea del
argumento, y que el proceso de escritura luego funciona del mismo modo para
grandes que para chicos.
—¿Cómo nació Buhonito´s Blog, un espacio dedicado a
la literatura infantil?
—El Buhonito es un personaje que existe, una suerte de
almohadón-muñeco, en forma de búho, con las patas muy largas, cascabeles y
demás, que puede servir como objeto de compañía para niños o de adorno para
grandes. Un producto que tímidamente mi novia, Florencia Tabanera, creó y quiso
lanzar al mercado, pero sin el éxito necesario como para seguir adelante. El Buhonito
pasó luego a ser la voz de ella y mía para hablar de cosas que nos gustaban y
que compartíamos, como la literatura infantil, las entrevistas con los autores,
o el teatro de títeres. Por otra parte, hacía rato que queríamos adaptar la
obra de teatro de títeres de Florencia, “El sapo encantado”, a formato novela,
o cuento, o poesía. Algo que se pudiera publicar por capítulos o en un volumen
completo. De modo que el blog de Buhonito (https://buhonitosblog.wordpress.com)
se transformó en el vehículo para todas esas inquietudes. A la fecha, ya vamos
por el octavo capítulo de “El sapo encantado”, con mis textos y sus
ilustraciones. La primera vez que Florencia me contó la historia del sapo
encantado, me pareció que tenía una estructura perfecta, bien al estilo de “El
camino del héroe” de Campbell, cerradito, con escenas geniales. Pero nunca pude
hacer un cuento de esa obra. La cosa empezó a fluir cuando se me ocurrió que
podía ser una gran obra poética en capítulos (inspirado en las ocurrencias de
Andrés Diplotti, que en su momento adaptó a poema gauchesco buena parte de El señor de los anillos). Hasta ahora,
el resultado nos tiene muy orgullosos, y creo que es entretenido.
—La novela Lorena y el Mago empieza con estas
palabras: “Hay palabras que lastiman, y otras que te hacen saltar de alegría.
Es una magia modesta la de las palabras, pero es poderosa”. ¿Qué pensás de esta
magia?
—Supongo que es la única magia posible. El lenguaje, las
palabras, modelan nuestra forma de pensar, permiten que podamos conectarnos con
otros. Los escritores usamos magia palabrera para modelar el ánimo del lector,
para transportarlo sin necesidad de que camine un solo paso. Y (lo que es más
importante) los lectores la aplican todo el tiempo. Como personas, tenemos
necesidad de narrarnos y de narrar, eso nos da identidad y pertenencia, nos
permite hacer de nuestras vidas un cuento con sentido, donde hay simetrías,
coincidencias, justicia poética, y donde cada prólogo tiene su epílogo.
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