Por Mauro Yakimiuk para Entre Vidas, domingo 28 de febrero de 2016
—Me encanta la literatura de monstruos, fantasmas y
sobrenaturalezas varias. En una charla, Liliana Bodoc me sugirió que probara
escribir para niños y jóvenes. Bajo su guía nació la novela El hámster dorado, que finalmente
publicó Editorial Del Naranjo en 2014, dentro de la colección La Puerta Blanca (a partir de 11
años), seleccionada por Norma Huidobro. Posteriormente, se dio la posibilidad
de presentar material para la nueva colección Galerna Infantil, dirigida por
Franco Vaccarini, y así fue que en 2015 salió Monstruos de pueblo chico.
—¿Qué comentarios
tuviste de estas novelas?
—Estoy muy contento con las devoluciones. Me alegra que hayan
resultado historias que pueden ser disfrutadas por niños, jóvenes y adultos.
—¿Qué trabajo previo
tuviste que hacer para pasar al género infantil?
—Para encontrar el tono, pensé en cómo me dirigiría a mis
sobrinos aun cuando hubiese episodios dramáticos o fuertes. Los niños aman la
ficción y opino que no hay que subestimarlos como lectores.
—¿Qué leíste como
para tener alguna referencia?
—A las obras que ya conocía de Liliana Bodoc, Pablo de
Santis, Norma Huidobro, Las aventuras de
Pinocho de Collodi o los clásicos recopilados por Charles Perrault o los
Hermanos Grimm, sumé a Ema Wolf, Juan Frías, Lygia Bojunga, Sergio Aguirre y
Monteiro Lobato, entre otros. Todos ellos me ayudaron a configurar una mirada.
—En poco tiempo se va
a publicar tu tercera novela juvenil llamada Frikis mortis, ¿qué podes adelantar?
—Estará en la Colección Sub-20 de la editorial Del Naranjo, sugerida
a partir de los 9 años. Dos hermanos y su amigo, el Friki, notan que el abuelo
Ernesto se comporta de manera extraña. Preocupados, deciden tomar cartas en el
asunto. Adoran las películas de terror y, para mejorar la situación del abuelo,
buscan respuestas en el cine fantástico.
—¿Cuál fue la imagen
disparadora?
—Mi infancia está plagada de recuerdos vinculados a ciclos como
Sábados de Súper Acción, Hollywood en Castellano o Kenia Sharp Club. Asocio la magia de la infancia con el
mundo del cine. El resultado es un relato de amistad, amor y familia, alrededor
de las películas de miedo.
—¿Qué referentes tenés
dentro de la literatura de terror?
—Muchos. Por fortuna, la literatura de terror posee una
larga tradición. Edgard Allan Poe,
Mary Shelley, Stephen King, HP Lovecraft, Robert Howard, August Derleth, Daphne
du Maurier, Clark Ashton Smith, Clive Barker, Peter Straub, Frank de Felitta,
Shirley Jackson o Ramsey Campbell son algunos de los primeros autores
anglosajones a los que accedí. Me gustan los españoles Alfonso Sastre,
Pilar Pedraza y Juan Perucho, así como aquellos que escribían bolsilibros para
Bruguera (Ralph Barby, Silver Kane, Curtis Garland y otros). En Argentina,
Horacio Quiroga, Juana María Gorriti, Esteban Echeverría, Jorge Luis Borges, Ernesto
Sabato, Julio Cortázar, Víctor Juan Guillot, Silvina Ocampo y hasta Bernardo
Kordon han dejado su marca en el relato de terror. Eso por no hablar de gran
parte de la literatura argentina, influenciada notablemente por el gótico. Adhiero
a lo que postula el grupo de investigación liderado por Pablo Ansolabehere, que
evalúa que el terror es uno de los elementos constitutivos de la literatura
argentina desde sus orígenes. Alberto Laiseca es un gran maestro y son
memorables sus narraciones para ISAT. Los textos contemporáneos de Pablo de
Santis, Alberto Ramponelli, Mariana Enriquez, Gustavo Nielsen, Samanta
Schweblin son un enclave. También: Juan José Burzi, Leandro Ávalos Blacha, Claudia
Cortalezzi, Ricardo Curci, Hernán Domínguez Nimo, Pablo Tolosa, Pablo Yoiris,
Ignacio Román González, Nicolás Correa, Esteban Castromán, Lucas Berruezo,
Acheli Panza y otros. Hay equipo. Patricio Chaija, un gran escritor argentino
contemporáneo, hizo en 2013 la compilación Osario
común para Muerde Muertos y mostró que había un panorama muy interesante a
nivel país. Las revistas Cine Fantástico y Bizarro, Axxón, Macabra (y su web
Cinefanía), Próxima e Insomnia; los sellos Letra Sudaca, Fan Ediciones, Llanto
de Mudo, Paso Borgo, Ediciones Ignotas, Thelema, Oráculo y Cuarto Menguante; y el
grupo La Abadía
de Carfax (impulsado por Marcelo di Marco y dirigido hoy por Matías Orta) son
muy importantes. Inclusive, muchos autores argentinos se han animando a escribir
textos de horror, como lo reflejan los volúmenes editados por Pelos de Punta, bajo
la dirección de Narciso Rossi, Rubén Risso y Luciana Baca. El cine es una gran
referencia, y en los últimos años en Argentina han surgido grandes directores
como Demián Rugna, Daniel de la
Vega , Pablo Parés, Hernán Sáez y Paulo Soria. Lo que pasa en
el Buenos Aires Rojo Sangre, que va por su edición número 16, es otro lugar que
nos convoca. Y ya que estamos: agrego Historias para No Dormir, ciclo a través
del cual Narciso Ibáñez Menta y su hijo Narciso Ibáñez Serrador nos deleitaron
con grandes momentos de terror, imaginación y delirio.
—¿Con qué proyectos
está trabajando tu editorial Muerde Muertos?
—Hay tres títulos en marcha. El primero aparece en marzo. Es
un libro de cuentos de Martín Etchandy, quien ya tiene publicados tres
poemarios. Se llama Estoy harto de que me
saquen fotos y está compuesto por textos satíricos, cercanos al monólogo
teatral o al stand-up. Paralelamente, trabajamos en un nuevo libro de Pablo Martínez
Burkett, donde se hallan recopilados textos breves publicados originalmente en
la revista miNatura. Mondo cane es un
exquisito muestrario de sus principales temas y referencias, con mucho de
terror, fantasía y ciencia ficción oscura. El tercer libro es una traducción
visual de Strip-tease, la célebre
novela de Enrique Medina, publicada originalmente en 1976. Contaremos con la
participación de cuarenta artistas visuales. Así como hicimos con iluSORIAS dedicado a Alberto Laiseca,
encaramos este proyecto en homenaje a otro gran escritor argentino que
admiramos.
—¿Qué sugerencias les
darías a los escritores que están con intenciones de ser publicados?
—Que nunca pierdan el goce de leer y escribir. Y que se
conviertan al budismo zen.
—¿Qué estás
escribiendo actualmente?
—Hace unos días terminé un cuento ambientado en el ballet
clásico. Narra la relación de dos hermanas (atravesada por la envidia) y juega
con la idea de que la danza quizá sea una vía para dialogar con lo desconocido.
Nació a partir de un proyecto generado por Anahí Flores, a quien le agradezco la
convocatoria para integrar una antología junto a Maumy González, Laura Massolo,
Sebastián Grimberg, Ariel Bermani, Carolina Bruck, Fabián Martínez Siccardi,
Gilda Manso, Sebastián Robles y Fernanda García Curten.