—¿Cómo fue el camino
que llevó al niño José María a la literatura de género fantástico y de horror?
—Uno recuerda retazos del pasado y con ellos trata de hilvanar
respuestas. Si pienso en el germen de mi relación con el fantaterror (término
que usan los españoles), automáticamente evoco mi niñez y las largas sesiones de
tevé con Sábados de Súper Acción y Hollywood en Castellano, por la tarde, o Kenia
Sharp Club, a la medianoche. A través de estos ciclos, por ejemplo, conocí a
Edgard Allan Poe, de la mano de las míticas producciones de Roger Corman, con
Vincent Price, y las películas de la Productora Hammer ,
con Christopher Lee en el papel de Drácula y Peter Cushing como Van Helsing. A
mi vieja, también, le gustaban (y le gustan) las películas de horror, así que
otra postal de aquellos días me remite al disfrute de ver films con ella y mis
hermanos. Algunos hitos son el estreno de “Carrie”, de Brian de Palma, en la
tele, o la miniserie “El Pulpo Negro”, con Narciso Ibáñez Menta, por Canal 9. En
cuanto a los libros andaban por casa las colecciones Billiken, y hasta recuerdo
un largo verano que me metí de lleno con una versión de Las mil y una noches, que desbordaba de historias oscuras y
fantásticas. A su vez, era fanático de Patoruzú
y Patoruzito que, de vez en
cuando, traían aventuras con monstruos y sobrenaturalezas varias. Eso sí: ya en
aquel entonces no me gustaba Scooby-Doo, porque cada capítulo comenzaba con un
misterio o un fantasma, y al final, siempre la explicación era racional: el espectro
era un hombre disfrazado. Aquello me producía una gran desilusión. Quería que
fuera un espectro de verdad.
—Como escritor de
literatura de terror, esta es tu primera publicación dirigida a un público bien
joven, ¿cómo pensás que se debe parar un autor ante su tarea cuando pretende
asustar a quienes se están iniciando en la lectura?
—Me encantan las historias de terror. Escucharlas y
contarlas. Inventarlas y escribirlas. Cuando hablo ante niños, sólo pienso en
cómo debo dirigirme para tener una buena comunicación. No hago una lista con
cosas que “no pueden decirse”, sino que evalúo cómo abordar ciertos temas
complejos, como cuando dialogamos con un hijo o un sobrino. Aplico el mismo
criterio a la hora de escribir para niños.
—Qué creés que es más
difícil, ¿asustar niños o asustar adultos?
—Se suele decir que un buen texto de terror debe asustar. No
estoy de acuerdo. El terror indaga en los márgenes de la vida, de la muerte,
habla de los tabúes, se pregunta sobre el bien y el mal, se permite no ser
correctamente político, aborda aquello chirriante, fuera de lugar, aquello que
nos pone incómodos. El terror trata de poner de manifiesto aquellos motivos
irracionales, soterrados, que mueven al mundo. Son relatos que buscan recrear
el inasible terreno de los sueños, que se ubica entre el deseo y el temor. Si
un texto de terror da en la tecla o pulsa bien una cuerda, y el lector, a su
vez, siente lo mismo que el protagonista de la ficción, se produce un encuentro
profundo e íntimo que es la verdadera clave del género.
—Como lector ávido de
textos tenebrosos, y escritor que se aboca al género, ¿pensás que hay
continuidad entre la literatura de terror, a secas, y la literatura juvenil de
terror? ¿Hay alguna ruptura o diferencia de grado?
—Creo en la continuidad y en la literatura a secas. Hace
poco escuché a Pablo de Santis decir que, en el fondo, toda literatura es
infantil. Y quizás así sea, porque para que la ficción funcione el lector debe
conservar la capacidad de “creer”. En este sentido los niños y los jóvenes
suelen estar más abiertos, mientras que muchos adultos se detienen en lo
fenomenológico en vez de apreciar lo simbólico, donde late lo mejor de la
literatura.
—En este contexto de
respuestas. ¿Cómo nace El hámster dorado
y cómo llega a publicarse?
—La novela fue un desafío y un motivo de aprendizaje. La
escribí por sugerencia de una admirada escritora, quien me estimuló para incursionar
en la literatura infantil y juvenil. Entre la escritura y la publicación
pasaron cuatro años, que puede parecer mucho, pero en el mundo editorial es
algo frecuente. Mandé sin fortuna el manuscrito a varios editores, hasta que me
crucé con una autora que buscaba material para Del Naranjo, y de pronto, el
hámster que venía dándole duro a la ruedita tuvo su oportunidad.
—En tu novela uno
encuentra ciertos guiños con autores clásicos como Poe o Saki. Sin embargo, el
ritmo de la narración y su temática tienen una actualidad que es
incuestionable. La historia avanza hacia lo ominoso y lo encuentra.
Puntualmente, ¿con qué autores dialogaste al momento de escribir la historia de
Camila?
—En el género fantástico se tiene una gran autoconciencia de
la tradición, y si uno lee con atención siempre hay guiños a otras obras. Esto
no es exclusivo de esta corriente, pero en géneros pretendidamente realistas, en
su mayoría, tratan de borrarse esas huellas, no sé bien por qué. Puntualmente
para escribir El hámster dorado, por
un lado, tuve presentes obras de terror clásicas (como indicás), y por otro, fueron
clave autores contemporáneos (Liliana Bodoc, Pablo de Santis, Norma Huidobro,
Lidia Bojunga, Juan Frías o Ema Wolf, entre otros), de quienes aprendí la
manera de abordar ciertos temas.
—En el libro hay una
serie de dibujos de Gabo Bernstein que ilustran la historia. ¿Cómo surgió y se
dio este trabajo conjunto?
—Las ilustraciones de Gabo Bernstein me encantan. Lo
seleccionó y convocó la editorial. Vía Facebook le manifesté mi gratitud por su
labor, pero algún día lo invitaré a tomar un café para saludarlo personalmente.
Fue muy emocionante ver los rostros de los personajes de la novela, y destaco especialmente
su idea de que las ilustraciones rescatasen la mirada subjetiva del hámster. Así,
mientras el texto relata la historia en su conjunto, las ilustraciones muestran
la visión del hámster. Resulta un contrapunto enriquecedor.
—El libro empieza con
un epígrafe muy interesante de Bernardo Kordon, que dice: “El hombre no busca
lo triste, lo alegre, lo bueno ni lo malo; busca una ventana para respirar y a
veces la encuentra”. José María, escritor y editor, ¿encontraste tu propia
ventana?
—En primer lugar, me encanta haber empezado con una cita de
Bernardo Kordon, a quien admiro y hoy es poco leído. En segundo lugar,
agradezco al equipo editorial que le pareciese adecuada esta frase que no
subestima al lector joven. En tercer lugar, y aunque suene obvio, la literatura
es, sin duda, una ventana donde poder respirar, porque hasta en los momentos
más difíciles nos habla de otros universos, otros caminos, otras miradas. Siempre
hay una forma distinta de renombrar al mundo y volver a crearlo.