“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

En lo profundo

Por José María Marcos (*)

La investigación ha sido exitosa, estimado Dr. Martínez Burkett. Llegué a lo que se conoce como “internet invisible” y puedo dar testimonio de su existencia. Abrigo una memorable sensación de triunfo aun cuando la victoria sea, quizás, una derrota para la humanidad. Conectado a mi equipo de realidad virtual —alejado de los artefactos utilizados para la banal industria del entretenimiento—, hace meses inicié una exploración. Ya se lo expliqué oportunamente, y lo hemos discutido, mi teoría indica que nos encontramos ante un nuevo reino, como el animal o el vegetal, con especies que nacen, crecen, metabolizan, responden a estímulos, se reproducen y mueren. Dicho ámbito imita las condiciones que hace millones de años posibilitaron el surgimiento de la vida, y así como cada semilla contiene latente lo que será, también posee información de su larga evolución. Junto a esta breve nota, llegará una memoria extraíble con las investigaciones realizadas. Otra de igual tamaño se halla protegida en el laboratorio de la Fundación. Por su seguridad, le pido que no trate de recrear la experiencia, aunque comprenda el procedimiento. Pronto entenderá el porqué. En los abismos de la red me topé con un misterio aterrador, mayor que la Deep Web o el Proyecto Tor. Juzgué que se trataba de la broma de un programador, pues contacté con seres monstruosos, que supuse simulaciones tendientes a burlarse de los científicos. Le ofrezco todo lo que sé. No perderé tiempo en prolongar esta simple nota. Lamento informarle que las entidades pretenden abandonar la región oscura. Hace una semana he tenido el primer indicio del peligro, y anoche, otros han aparecido. Cuando localicen el camino hacia nuestro mundo nada será como antes. Y, tal vez, aquel día esté cercano. En lo profundo de la web, señor Martínez Burkett, no gobiernan la nada ni el vacío. Aquí le dejo pruebas irrefutables. En aquellos confines, apreciado amigo, he descubierto el infierno.