Por José María Marcos, exclusivo para INSOMNIA, Nº 160, abril de 2011
Tierras de Esmeralda. La esfera mágica (Mundos Épicos Grupo Editorial, 2011), de Pilar Alberdi, inaugura auspiciosamente un universo narrativo que, sumándose a una larga tradición, aporta elementos que merecen ser destacados.
Inscribiéndose en la corriente conocida como fantasía heroica, y dirigida a un público adolescente, la obra cumple con éxito con los requisitos del género, mostrando originales seres fantásticos y mitológicos, como las misteriosas Noctilucas, la malvada Arácknee o la vieja y cansada Qheimera, en un entorno medieval, con un fuerte componente mágico y épico.
Sin perder tiempo, la narradora —en la voz del escriba Fidelius— anuncia a los lectores que serán asistentes privilegiados del nacimiento de las Tierras de Esmeralda (o del linaje de Smáragdos), conocidas como de los tres reinos (Mytos, Circe y Artemisa), los tres linajes (Smáragdos, Akhéetes y Rubinos) y las tres bibliotecas. Advierte luego que estas tierras surgieron por temor al estirpe de los Ténebrus que, al modo de los grandes déspotas, no soportan el conocimiento y, por eso, han destruido todos los libros a su alcance, repitiendo una triste práctica que se puede encontrar desde la época en que gobernaba el emperador chino Qin Shi Huang (en el año 212 antes de Cristo) hasta fines el siglo XX en la Alemania nazi o en las dictaduras chilenas y argentinas.
Tras delinear las líneas principales de este combate entre el bien y el mal —con una fuerte carga simbólica y donde un libro puede cambiar el destino de la humanidad—, Fidelius revela que “esta es, pues, la historia de los primeros pobladores y de la niña que dio origen a la leyenda y que luego se convirtió en princesa, y más tarde en reina”.
A continuación, el copista presenta a los demás personajes, quienes van cobrando importancia a medida que corren las páginas, conformando así una obra coral que intenta mostrar que las transformaciones más profundas se logran gracias a la sumatoria de pequeñas nobles acciones. Y esto es algo que los lectores disfrutan, porque en la historia cada acción es central, y hasta el carcelero Gibbus —alienado y degradado por las fuerzas de Ténebrus Lupus— puede ser clave para la victoria de los buenos.
Por otra parte, y en contraposición de la tradicional supremacía masculina en estas aventuras, la autora ofrece personajes femeninos muy fuertes, como la propia Esmeralda que debe rechazar o aceptar su destino en los días por venir, y sus hermanas Ágatha y Rubí, quienes iniciarán una larga marcha junto al anciano Egregius Vetulus Magus, mago que sabe que quizás su principal misión no sea crear prodigios sobrenaturales, sino proponer el diálogo en el Consejo de Rhéetores, como vía de consenso para construir un destino en común. Tampoco falta el joven de corazón valiente y del que las jovencitas puedan enamorarse: en este caso se trata de Akótlythos, quien cae preso en el castillo, logra huir, y de muchacho común se transforma en un referente y una pieza fundamental de los acontecimientos. Entre los infames, se destaca Arácknee, con sus arañitas espías, y el corrupto y mezquino Sombra, servil mercader del tirano. Y hay más, por supuesto.
En la introducción, Fidelius dice que “esta historia es continuación de otras y anticipo de las siguientes”. Los lectores seguramente tomarán debida nota de estas palabras, pues Tierras de Esmeralda. La esfera mágica es una obra valiosa por la lectura de las relaciones humanas en clave fantástica y, también, por la propuesta de un futuro que sus lectores sabrán apreciar siguiendo el camino de Kéleuthos, “aquel por el que van juntos los compañeros”.