Gillespi y Leandro
D’Ambrosio, biógrafos del
artesano del miedo
Por José María Marcos,
exclusivo para INSOMNIA, Nº 152, agosto de 2010
Narciso Ibáñez Menta (1912-2004) fue un actor y director
teatral nacido en España, reconocido como una leyenda del terror en los países
de habla hispana, especialmente en Argentina, donde se lo recuerda como un ícono
del miedo. Fue el protagonista de “Una luz en la ventana” (1942), considerada
la primera película argentina de terror, y en 1959 su rostro estremeció a la
audiencia de Canal 7 mediante el ciclo “Obras maestras del terror” —con
adaptaciones de cuentos de Edgar Allan Poe—, que llegó a Estados Unidos como
“Master of Horror”, antes de las famosas películas de Roger Corman con Vincent
Price.
Nacido en Sama de Langreo (Asturias) el 25 de agosto de
1912, Narcisín (así su apodo de niño) hizo su primera aparición en escena en
brazos de la actriz Carola Ferrando, con tan sólo ocho días, ya que sus padres eran
artistas líricos. Durante su infancia viajó junto a ellos por España e Hispanoamérica,
asentándose en Buenos Aires, donde dejó una marca indeleble mediante su
inquietante voz, su ductilidad actoral y sus inspirados maquillajes, en piezas
como “Los malditos por la historia” (1959), “Obras maestras del terror” (1959 y
1960), “El muñeco maldito” (1962), “Mañana puede ser verdad” (1962), “El hombre
que volvió de la muerte” (1969), “Mañana puedo morir” (1979), “Hay que matar a
Drácula” (1979) y “El pulpo negro” (1985), entre otras.
Es padre de Narciso Ibáñez Serrador (Chicho) —creador en
España de ciclos como “Historias para no dormir”, “Historia de la frivolidad” y
“Un, dos, tres... responda otra vez”—, quien lo acompañó a lo largo de su
carrera como guionista, productor y director de muchas de sus obras.
Tratando de homenajear al hombre y su leyenda, Gillespi y
Leandro D’Ambrosio escribieron El
artesano del miedo (Corregidor, 2010), un trabajo que recorre la
trayectoria artística de Narciso Ibañez Menta, con especial énfasis en sus
trabajos vinculados con el género dentro de horror. “Fue un trabajo de
investigación y escritura que demandó cinco años en busca de material
fotográfico, datos y entrevistas a los protagonistas, con el fin de rescatar la
figura de un personaje inigualable del espectáculo argentino y único exponente
del terror nacional”, explicaron los autores durante el lanzamiento del libro.
La presentación oficial del trabajo se realizó el pasado 17
de abril en el Cine Gaumont (Rivadavia 1635, de Buenos Aires), y contó con la
presencia de actores que acompañaron a Ibáñez Menta durante sus producciones,
como, por ejemplo, Beatriz Díaz Quiroga, Diana Álvarez, Elizabeth Killian, Juan
Carlos Galván, Érika Wallner, Héctor Biuchet, Edgardo Borda y Francisco “Pancho”
Guerrero. Acompañaron el acontecimiento el periodista Carlos Polimeni y Gustavo
Leonel Mendoza, realizador del documental “Nadie inquieto más” (sobre Ibáñez
Menta). “Los fanáticos de Narciso vivimos una gran noche donde recordamos a una
gran estrella de nuestro medio. Unas 150 personas concurrieron y se deleitaron
con las imágenes en video, las palabras de actores y los gratos recuerdos”,
señalaron los autores en su blog. Dicho libro cuenta con trece capítulos, el
prólogo “El hombre que siempre vuelve de la muerte” (de Carlos Ulanovsky), dos
textos preliminares (uno de cada autor), un apéndice con la bibliografía y un
exhausto listado de programas y elencos de los ciclos de Narciso Ibáñez Menta emitidos
en la tevé argentina.
En diálogo con INSOMNIA,
Gillespi contó cómo germinó la idea del libro, cómo fue el proceso de
investigación, escritura y edición, y también cuál es el balance tras la
publicación de la obra. “Este libro nació de encuentros que empezamos a tener
con Leandro D’Ambrosio, como fanáticos de Narciso Ibáñez Menta. Años atrás, en
carácter de coleccionista, puse un aviso en internet sobre mi búsqueda de
material, y me contactó Leandro, quien me recordó que nos habíamos cruzado en
el programa ‘Tiempo de Siembra’, donde él había ganado. Leandro es un gran
periodista, tiene una memoria prodigiosa y un gran método de trabajo. Como le
dijo yo: es un robot de piel tibia. En esos encuentros, hablamos sobre Narciso
Ibáñez Menta y, sin siquiera imaginarlo ninguno de los dos, comenzó a gestarse El artesano del miedo ”.
—Seguimos durante un año encontrándonos para conversar sobre
Narciso, sin ninguna meta clara. Yo terminaba de trabajar en radio Mitre, con
Adolfo Castelo, y él me venía a buscar a la salida. Tal era nuestra pasión que
terminamos poniendo un día fijo, en el que íbamos a un bar y compartíamos los
hallazgos.
—¿Qué pieza rara hallaron en esta búsqueda?
—En 1998 trabajé en Canal 9 y comencé a meterme en la
atmósfera de Narciso y sus grandes obras de terror; de hecho, en el pasillo
había alguna que otra fotografía de Alejandro Romay con Narciso. En esa época,
encontré al fotógrafo del canal, quien había tomado esas fotos y le pedí imágenes.
Semanas más tarde, apareció con un bolso repletos de negativos. No había nada
catalogado. Aunque fue muy arduo revisar rollo por rollo, encontré muchas imágenes
maravillosas.
—Hoy se pueden conseguir en DVD las piezas donde Narciso actuó en la
tevé española. ¿Del material argentino qué se conservó?
—Muy poco, producto del azar y de algunos coleccionistas
privados. De Canal 9 copié “El pulpo negro” (1985) desde el máster, gracias a
la buena voluntad del archivista. En otra época trabajé en Telefé y me contacté
con el coleccionista y cinéfilo Fabio Manes. Un día, Fabio me dijo: “Gillespi:
encontré unos U-matic de Narciso Ibáñez Menta, acá en Telefé, y no hay donde
verlos, porque es un formato que ya no se usa. Te aviso cuando consiga
convertirlos”. Pasó un tiempo y así fue: resultaron ser algunos unitarios, como
“Los bulbos”, “El regreso”, “La pesadilla” y “El trapero”, verdaderas joyas.
Por otra vía hemos conseguido imágenes de “El hombre que volvió de la muerte”,
algo de “El fantasma de la ópera” y “La bestia debe morir”. Tenemos, además, sus
películas y distintas participaciones en programas de tevé, como un almuerzo
por su cumpleaños con Mirtha Legrand, en 1982, en el que se le prende fuego la
torta con 80 velitas.
—Ante esta falta de material, ¿cómo lograron un minucioso listado de programas y elencos de
los ciclos de Narciso emitidos en la tevé argentina?
—Nunca antes había hecho un trabajo de estas características.
A mí me gusta la esencia de las cosas, más que los datos. En cambio, Leandro está
siempre en la búsqueda de precisiones, y tal es así que revisó todas las
revistas y diarios de época, luego de cada estreno de Narciso Ibáñez Menta. De
esta manera, pudimos reconstruir todos los títulos, con los elencos y el cuerpo
técnico. Gracias al laburo sistemático de Leandro, hemos podido armar una base
que no existía, y que muchos han elogiado por su rigurosidad.
—¿El proceso de fan a biógrafo cambió tu mirada sobre Narciso?
—Lo imaginaba de una manera parecida, pero a medida que
investigábamos nos encontrábamos con anécdotas que superaban lo pensado y
confirmaban la intuición de que su mito está cimentado en su grandeza, en su
constante creatividad y en un trabajo serio y responsable. En la investigación
aparecían puntas jugosas que daban para la reinvención del mito, para
convertirlo en una leyenda con aristas extrañas, pero decidimos no novelar ni
inflar nada. Quisimos que El artesano del
miedo fuera un homenaje, sin entrar en amarillismos ni invenciones. Todas
las declaraciones están entrecomilladas y sin aditamentos. Este cuidado en la
edición hizo que la presentación se hiciera en un marco de respeto y
agradecimiento a la obra de Narciso Ibáñez Menta, con muchos compañeros de
trabajo. A veces, parece que lo común es decir cualquier cosa sobre un
personaje público (si está fallecido mejor, para que no pueda quejarse), y
después ver qué pasa, si hay que retractarse o no. Creo que eso es una falta de
respeto. He leído muchas biografías de distintos músicos de jazz, y se nota que
están súper infladas; las historias están noveladas y sus vidas son una peli. En
El artesano del miedo todo está
chequeado y no hay nada fabulado; quizá sea un libro muy serio, pero, como nos
dijo Carlos Ulanovsky, quedará como un trabajo de consulta para futuras
investigaciones.
—En los éxitos de Narciso Ibáñez Menta, ¿en cuánto tuvo que ver su hijo,
Chicho Serrador?
—Chicho tiene un talento muy parecido al del padre. En
Europa, el hijo (exitoso y talentoso productor e inventor de formatos de
exportación) terminó contratando al padre, quien a su vez vivía cada vez más
modestamente. Sin duda, fue una relación muy fuerte, con diversos claroscuros
por esta paradójica situación, con un epílogo que Gustavo Mendoza logra captar
en su gran documental “Nadie inquieto más”. En una entrega de premios de la
tevé española se le hizo un homenaje a Chicho por su trayectoria; ese día, su
padre estaba internado, a punto de morir. En el discurso de agradecimiento,
Chicho se quebró mientras le dedicaba el premio a Narciso. Pidió el “último
aplauso” para él, ante un auditorio de 500 personas, y, de alguna manera, uno
siente que hay una suerte de reconciliación entre ambos, si es que hubo
diferencias por estas cuestiones de competencia. Ambos, sin duda, son dos
verdaderos genios.
—En el éxito, ¿fueron clave las adaptaciones de las obras de Poe y los
textos originales, mayormente a cargo de Chicho Serrador (bajo el seudónimo de
Luis Peñafiel)?
—Los textos elegidos, al igual que los elencos, las
producciones y las caracterizaciones de Narciso, son igualmente impresionantes.
Técnicos de acá me han llegado a decir en tono de queja: “Narciso se creía que
estaba en la Metro
Goldwyn Mayer, cuando en verdad estaba en Argentina”. Claro,
él tipo era súper profesional y laburaba como si estuviera en la Metro. Por eso mismo,
obtuvo lo que obtuvo, con picos de rating de 40 o 50 puntos con “El muñeco
maldito” o “El fantasma de la ópera”. Narciso
introdujo un montón de cambios en la tevé argentina y marcó un antes y un
después.
—¿Por qué creés que sigue tan vigente, pese a que su última producción,
“El pulpo negro”, data de 1985?
—Cada tanto se intenta producir algo de terror en la Argentina , pero sin
suerte ni calidad. Hubo buenas cosas de los hermanos Borenstein y alguna que
otra cosita. Narciso fue un maestro, sin dudas, y ante la ausencia de nuevos
valores en el género, hoy su imagen sigue estando muy presente entre nosotros.
—En el libro se esboza la presunción de que algunas obras de Ibáñez
Menta habrían “inspirado” a ciertas películas del cine norteamericano. ¿Podrías
ampliar esta idea?
—La miniserie “El hombre que volvió de la muerte” fue
filmada en 1969, con influencias de obras tradicionales como “El fantasma de la
ópera” y “El Conde de Montecristo”, pero con aspectos muy novedosos, de la mano
de la ciencia ficción, con un personaje central a quien resucitan por medios
mecánicos: Elmer Van Hess. Él se convierte en un monstruo, con la cara medio
podrida, escondida por una máscara, y va ejecutando la venganza de quienes lo
llevaron a ese estado, de la mano de un ayudante traído de Egipto (Abdul), con
quien aprendió ciertas artes que le servirán para su plan de venganza. Para
cada asesinato utiliza una caracterización distinta. Un año más tarde, se filmó
en Estados Unidos una película muy parecida, llamada “El abominable Dr.
Phibes”: en ella, Vincent Price es un músico que vuelve de la muerte para
vengarse. Con su rostro deformado y oculto, Anton Phibes comienza a vengarse
con la ayuda de una asistente, y al igual que Elmer, va dejando un amuleto
sobre cada víctima. Por otra parte, “Obras maestras del terror” (1959), con sus
adaptaciones de Edgar Allan Poe, se adelantó a los filmes de Roger Corman para la American International
Pictures (AIP), estrenadas posteriormente. Si hubo imitación no puede probarse,
aunque, sí, puede decirse que Corman vio el ciclo de Narciso, dado que “Obras
maestras del terror” llegó a los Estados Unidos como “Master of Horror” con
amplia difusión. Sea verdad o parte del mito, esto da una perspectiva de la
grandeza de Narciso Ibáñez Menta.
EL PRIMER FILM DE
TERROR EN ARGENTINA
“Una luz en la ventana” (1942), que dirigió el prolífico
Manuel Romero para el sello Lumiton, está considerada la primera película
argentina de terror. En la misma actúa Narciso Ibáñez Menta, quien venía de
hacer el protagónico en la obra teatral “Arsénico y encaje antiguo”, que años
atrás se había estrenado en Nueva York con Boris Karloff. Si bien Narciso no
guardaba un gran concepto sobre esta primera película ni por el director, “Una
luz en la ventana” marcó sus primeros pasos en el cine de género, y así lo
evocan Gillespi y D’ Ambrosio en El
artesano del miedo:
“Hacia 1942 Manuel Romero llevaba más de una veintena de
películas realizadas para el estudio Lumiton. En ese año, sin embargo, hizo un
trabajo apoyado en las clásicas películas ‘B’ de la Universal y que quedaría
grabado en la historia: ‘Una luz en la ventana’, la considerada como la primera
película de terror argentino.
En un reportaje concedido a la revista La Cosa ,
en su número 23, de octubre de 1997, Narciso precisaba sobre su contratación:
‘Varios estudios me llamaron. Entre ellos el que pertenecía a Amadori, Sonofilm
y Lumiton para que hiciera por el momento la primera película que era ‘Una
luz...’. Y después continuaría con el contrato. Y bueno, luego de la oferta de
Lumiton no había manera de opción’. En el proyecto también participaron, en
roles principales, Juan Carlos Thorry e Irma Córdoba, que volvería a trabajar
con ‘Narcisín’ en ‘Cinco gallinas y el cielo’, en 1957.
La historia de la película se centra en el drama de un
científico que sufre de acromegalia y que para acabar con su mal intenta
transplantarse la glándula hipófisis de una joven para curar su deformidad. La
desafortunada muchacha es Angélica (Irma Córdoba), que en medio de una noche de
tormenta llega a una estación de tren. El motivo de ese viaje es un aviso que
solicita una enfermera soltera y sin familiares cercanos para cuidar a una
anciana en su casa de Las Tunas. En medio del aguacero y con la ayuda de un
estanciero llamado Mario (Juan Carlos Thorry) y su fiel chofer (Severo Fernández),
la joven logra llegar a la casa de la misteriosa anciana. El auto se descompone
y los ocupantes tienen que permanecer en el caserón, donde los espera en las
sombras el misterioso Dr. Herman con sus desconocidos propósitos. El deformado
e irreconocible Herman (N.I. Menta) se enamora de la muchacha y decide
sacrificar a su novio, pero al querer quedarse ella con el sufrido doctor, este
ante el gesto los libera y termina su vida suicidándose.
‘Una luz en la ventana’ es una película sencilla, que la prensa
de esa época catalogó de truculenta o mal gusto, aunque no cuente con escenas
terroríficas. Romero cuidó bien que la película no cayera desagradable al
utilizar con eficacia el uso de las sombras y casi sin mostrar el rostro con acromegalia
de Narciso, que aparece sobre el final de la película. El maquillaje de Ibáñez
Menta en este filme está muy bien logrado, lo suficiente como para impactar a
los espectadores de la década del 40. Al igual que la estrella de Hollywood,
Claude Raims en ‘El hombre invisible’ (1933), debuta sin mostrar su físico.
Con respecto a su torturado personaje decía Narciso a La Cosa :
‘La enfermedad que sufre el personaje es la acromegalia, que algunas veces la
confunden con elefantiasis. Nosotros teníamos entre los grandes actores que
había en la Argentina
a Luis Arata, que sufría de esa enfermedad, que es una especie de gigantismo de
las extremidades, pies, manos, la espalda se encorva, el mentón se hace muy
prominente, la frente también. Era una caracterización en la que yo tardaba
casi seis horas en realizarla. Nunca he tenido ayudantes, sólo para alcanzarme
las cosas, pero nunca me ha maquillado nadie más que yo. Hay que empezar
primero con el dibujo, tiene que tener primero grandes nociones de dibujo, de
claroscuros, dominar las sombras, de acuerdo a la nacionalidad o raza del
personaje al que usted interpreta, estudiarlo bien a fondo. Eso es una cuestión
más que nada de estudios largos y prolongados y con mucha paciencia’.
En un comunicado de prensa de la época, Lumiton informaba
sobre su reciente producción terrorífica: ‘Ha sido sin duda alguna Narciso
Ibáñez Menta uno de los pocos valores de nuestro teatro que todavía se mantenía
injustamente alejado de la pantalla. Actor de múltiples recursos, verdadero
maestro en el maquillaje y la presentación de tipos extraordinarios, intérprete
de roles verdaderamente difíciles, era de esperarse que la cinematografía le
ofreciera, no una oportunidad ya que no la necesitaba, sino un papel de acuerdo
a sus modalidades escénicas y sus grandes posibilidades. ‘Una luz en la
ventana’, dirigida por Manuel Romero sobre asunto y encuadres propios, es la
película que nos trae al lienzo a Narciso Ibáñez Menta con una de esas
composiciones escalofriantes que tan justa forma le dieron’.
En este comentario ya se observa para la época la asociación
general a Narciso con el género del terror, pese a que sus incursiones en ese
momento no habían sido demasiadas. Sin embargo la calidad de sus
interpretaciones y maquillajes tenían fuerte repercusión en la opinión publica.
Sobre Manuel Romero el comunicado precisaba sobre la
introducción del director en un nuevo género cinematográfico, el de la comedia
de intriga y misterio. También citaba el informe de Lumiton: ‘Obtenido el
contrato del artista (I. Menta), Romero escribió el argumento, desarrollando
una idea original de facetas imprevistas, y realizó el encuadre del mismo,
poniendo agilidad nerviosa en la inserción de escenas. Narciso lbáñez Menta,
deseoso de demostrar sus condiciones en esta clase de roles y sus posibilidades
en la pantalla, ha creado una caracterización extraordinaria que asombrará a
los espectadores’.”.
LEANDRO D’AMBROSIO. Es
periodista, escritor y coleccionista de películas de terror. Es especialista en
la investigación de temas retro tanto de cine como de televisión. Fue egresado
de la escuela del Círculo de Periodistas Deportivos. Ha ganado el certamen
televisivo “Tiempo de Siembra” en 1999 (Canal 13) contestando sobre la historia
del fútbol argentino.
GILLESPI. Es
músico, conductor de radio y escritor. Ha trabajado en distintos proyectos
televisivos y radiales con Roberto Pettinato, Adolfo Castelo y Alejandro
Dolina. Fue columnista de Página 12,
revista TXT y Satiricón. Ha escrito un libro llamado Blow sobre trompetistas de jazz. Comparte con D’ Ambrosio el
fanatismo por Narciso Ibáñez Menta, Vincent Price, Peter Cushing y el cine del
director Roger Corman, todos íconos del género macabro.
LA MEMORIA DEL MIEDO
Por José María Marcos, exclusivo para INSOMNIA, Nº 152, agosto de 2010
Por José María Marcos, exclusivo para INSOMNIA, Nº 152, agosto de 2010
El artesano del miedo (Corregidor, 2010), de Gillespi y Leandro D’Ambrosio, es sin duda una gran obra que colabora en la necesaria conservación del legado de Narciso Ibáñez Menta, tanto para los amantes del género fantástico como para los investigadores de los medios masivos de comunicación y la televisión en particular.
Considerado el terror, la ciencia ficción o el policial como géneros menores, y en un país como Argentina donde la preservación de archivos sigue siendo muy precaria, la aparición de este libro es un nuevo acto de justicia que pone a Narciso en su justa dimensión, mostrándolo como uno de los antecedentes más importantes a la hora de hablar de cine de terror y un referente obligado para quienes desean transitar este género. El documental “Nadie inquieto más”, de Gustavo Mendoza, y otras investigaciones paralelas van ayudando a subsanar esta deuda.
Con sólo recorrer el apéndice de El artesano del miedo (donde figuran todos los ciclos de terror y misterio del actor en la tevé argentina), uno percibe que Narciso Ibáñez Menta y su hijo Chicho Serrador han logrado llevar a la pantalla grandes autores de la literatura universal y temas clásicos de horror como nunca antes nadie lo había hecho, construyendo piezas que deberían ser más estudiadas y tenidas más cuenta por los actuales creadores.
Así las cosas, y gracias a la contagiosa pasión de estos fan-biógrafos, contamos hoy con un material que ayuda a entusiasmarnos con una obra que, por méritos propios, siempre regresa de la muerte y del olvido. www.artesanodelmiedonim.blogspot.com