
Se trata de una profunda obra pictórica, atravesada por el compromiso político y la experiencia familiar. “Mi infancia —relató el artista— se vio conmovida por los relatos de mi madre, que me contó de la persecución a los judíos en Ucrania, durante la ocupación Alemana. Innumerables veces recordó cuando vio por la ventana de su casa varios trineos que cargaban hombres y mujeres judíos apilados en forma horizontal y atados como troncos, que atravesaron la aldea de Krasnia Polana, secundados por motocicletas, rumbo a la aldea distante a 2 kilómetros, donde serían fusilados. Esta caravana tenía un propósito aleccionador: que nadie se atreviera a dar refugio y protección a ningún judío que se acerca a pedirlo. Sin embargo, mi abuelo Prokofii (‘objetor de conciencia’) y el jefe del koljoz sí se atrevieron a esconder a dos niñas judías, una de 3 años y otra de 12”.