Resulta arduo agregar algo a la corriente de elogios recibidos por Berazachussetts, de Leandro Ávalos Blacha, porque sin dudas es una novela entretenida, muy original y que vale la pena leer. Así han coincidido desde César Aira, Daniel Link y Alan Pauls, quienes la eligieron ganadora de la primera edición del premio Indio Rico de Estación Pringles, hasta su maestro Alberto Laiseca que siguió de cerca el nacimiento de la historia y está orgulloso con la repercusión de la obra.
Todo arranca con cuatro amigas que caminan por el bosque de Berazachussetts y se topan con Trash, una gordita punk que resulta ser una zombi. Pero esta, que gusta de comer carne como en las películas de George Romero, resulta ser buena, no así tanto algunas de las amigas que empiezan a mostrar sus miserias en una ciudad fuera de control. Contar más del argumento haría perder cualquier encanto, pero sí puede decirse que no faltan los políticos corruptos, una paralítica malvada y una enorme cantidad de excesos que van creciendo página a página.
El jurado (tal como se desprende de la contratapa de la edición de Entropía) afirmó: “Berazachussetts es un relato original y cautivante que, al mismo tiempo que conecta con las más desenfadadas tendencias de la literatura actual, reclama una reflexión sobre las complejas y muchas veces absurdas relaciones entre literatura y mundo social. Con un estilo desenvuelto y corrosivo, Leandro Ávalos Blacha tritura las convenciones del género y hace coincidir los motivos más emblemáticos de la cultura chatarra de nuestros días con la geografía del conurbano bonaerense, para construir un universo ficcional particularísimo cuya mayor virtud es la felicidad con la que se impone al lector”.
Jorge Luis Borges contaba que al leer Don Quijote de la Mancha se había enamorado de los relatos de caballería que Miguel de Cervantes había amado hasta hartarse, y que habían servido de base para su novela.
Difícil es afirmar si las películas y la literatura de terror, ciencia ficción y fantasía han hartado a Ávalos Blacha (incluso, podría arriesgarse qué filme inspiró a la punk con el nombre Trash), pero sí puede percibirse cierta inclinación hacia ellas en medio del grotesco.
“Tritura las convenciones del género” parece funcionar en este sentido como una metáfora que trata de explicar el contenido de una novela que oscila justamente entre el amor y la parodia. Un tímido amor que vuelve disfrazado para soslayar la mirada de quienes gustan fijar el canon de la literatura actual. Un amor que más que triturar renueva la apuesta a la imaginación.