“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

Antología In fraganti

El Rufián Melancólico y Sebastián Lalaurette no se ponen de acuerdo del todo, pero recomiendan el libro. Anderson Imbert nos ilustra (o aporta más confusión) con una vuelta de tuerca a la cueva de Platón.

Por José María Marcos | 3 de diciembre de 2007 | La Palabra de Ezeiza

Editorial Sudamericana-Reservoir Boook editó In fraganti (cuentos 2), una antología de narradores de la nueva generación que escriben sobre casos policiales. La selección y el prólogo están a cargo de Diego Grillo Trubba, y los autores son Mariana Enriquez, Leonardo Oyola, Romina Doval, Juan Terranova, Ana Cecchi, Alejandro Parisi, Diego Erlan, Julián Urman, María Molteno, Hernán Vanoli, Maximiliano Matayoshi, Pablo Ali, Violeta Gorodischer, Juan Diego Incardona, Gisela Antonuccio, Pablo Toledo, Marina Kogan, Pablo Plotkin, Patricia Suárez, Germán Maggiore y Federico Falco.
LOS CRÍTICOS
Sin dudas es un libro entretenido y recomendable, de esos para regalar a fin de año. Los interesados en saber de qué se trata (antes de gastar $42 en adquirirlo) pueden orientarse (o desorientarse) leyendo los comentarios de El Rufián Melancólico y de Sebastián Lalaurette. Ambos han desmenuzado uno a uno los veintiún relatos, arribando a conclusiones disímiles. Algunos cuentos se imponen por 2-0 como Ángel de la guarda de Mariana Enriquez, Matador de Leonardo Oyola o La apariencia del delito de Pablo Alí, mientras que otros ganan por el mismo marcador, aunque “a lo Bilardo”, según estos críticos, que los reprenden con frases tipo “Un cuento correcto, cumple con lo que se pide y no mucho más” (El Rufián sobre Sesiones de María Molteno) o “Tenemos una narración correcta, sin golpes bajos, un tanto previsible, pero aún así entretenida” (Lalaurette sobre La apariencia del delito de Pablo Ali). Casos de derrota absoluta hay uno solo, de acuerdo con la visión de estos examinadores, pero no vale la pena ahondar demasiado. Quizás este cuento encuentre finalmente a sus lectores. Lo más jugosos son los empates. De Mamá Rosa de Pablo Plokin el Rufián dice: “Uno de los mejores cuentos de la antología”, al tiempo que Lalaurette marca que tiene una trama “desordenada, al punto que el flashback que nos hace viajar a la infancia de la mujer es un anticlímax de tal magnitud que dan ganas de dejar de leer ahí mismo”. Respecto a Volveré de Germán Miggiore, El Rufián señala: “La idea da para mínimo una nouvelle y se queda en un cuentito que es poco más que una buena idea”. Sin embargo, Lalaurette parece conmovido y afirma que el cuento “nos deja preguntándonos cómo no se nos ocurrió antes” la respuesta al enigma. Por su lado, La valiente Irene, de Patricia Suárez, despierta controversias. El Rufián dice: “Potente cuento que gana en la respiración entrecortada de la oración corta y muchos puntos y cortes. Inteligente interacción entre contenido y forma”. Lalaurette responde: “Cuesta entrarle al texto porque el tramo inicial y luego otros, por el medio, están narrados por una profusión de puntos seguidos que los vuelve insoportables”.

UN CUENTITO DE IMBERT

Leer las críticas me hizo acordar al cuento La cueva de Platón de Enrique Anderson Imbert, que aquí transcribo: El símil de la cueva, en Platón (República, VII), podría contarse de otra manera. Esos hombres han vivido encerrados en una cueva subterránea, de espaldas a una fogata, creyendo que las sombras que veían moverse sobre el muro de enfrente eran las únicas cosas existentes. Cuando conversaban no se ponían de acuerdo sobre el nombre y sentido de cada sombra. De súbito, no uno, sino todos los cavernícolas se libran de sus cadenas, se ponen de pie, giran la cabeza, descubren la fogata, siguen, suben, salen al sol. Después de un rato alguien los aprisiona y vuelve a sujetar en la posición de antes. Ahora, desdeñosos de las sombras, que saben irreales, conversan sobre la espléndida realidad que acaban de ver: tampoco se ponen de acuerdo en sus recuerdos de la luz.