Se realizó la Jornada de Lectura de Escritores Noveles y Clínica de Obra. en el Museo Fernández Blanco Palacio Noel (Suipacha 1422, CABA) el sábado 23 de noviembre de 2024. En la apertura, Pablo Gaiano y José María Marcos conversamos sobre procesos creativos y estrategias narrativas. Luego se armaron tres grupos donde se hablaron de libros publicados y obras en proceso, coordinados por Nancy Fiorillo, Iván de Olazabal y Martín Molinari. Hermosa jornada plagada de historias y de reflexiones sobre el detrás de escena de la escritura.
Palabras de José María Marcos, en la apertura de la
Jornada de Lectura de Escritores Noveles y Clínica de Obra 2024. Sábado 23 de
noviembre de 2024, Museo Fernández Blanco (CABA)
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Buenas tardes. Agradezco a Pablo Gaiano la invitación a la apertura de esta jornada, en un lugar tan bonito y hospitalario como el Museo Fernández Blanco. Siempre es grato e inspirador compartir experiencias, reflexiones y conceptos en torno a la lectura, la escritura y la creación literaria.
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Cuando me propusieron hablar sobre los procesos creativos, me puse a pensar qué podría decir al respecto y qué aporte podría hacer, sabiendo que ante mí tengo un auditorio experimentado, compuesto por escritoras y escritores (con obra publicada), así como alumnas y alumnos ya abocados a la tarea de pensar y crear historias.
¿Cómo se desarrolla un
proceso artístico y cómo nace una obra? Son cuestiones que están en el centro
de nuestra labor. Cada uno, a lo largo del tiempo, va armando ese rompecabezas
de manera única. Trataré entonces de compartir algo de lo que he reflexionado
sobre este tema en los últimos años.
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Con el permiso del profesor Gaiano, comenzaré glosando un pasaje de una conferencia que Jorge Luis Borges (1899-1986) ofreció en la Escuela Freudiana de Buenos Aires. En esa institución brindó tres charlas durante 1980. En “El poeta y la escritura”, Borges presenta dos teorías contrapuestas sobre el proceso creativo.
Por un lado —dice— está la teoría romántica, según la cual el creador recibe un dictado, sea de una musa, el espíritu santo o el inconsciente. El modelo sería Homero en La Iliada, donde el narrador transcribe lo que le es dictado por una voz: “¡Canta, oh musa, la cólera de Aquiles!”.
Frente a esta teoría, está la creación como algo puramente racional, que puede planificarse y medirse (en cuanto a alcances y efectos), tal como lo expuso Edgar Allan Poe (1809-1849) en su ensayo La filosofía de la composición (1846), en el que explica los procedimientos que utilizó para crear el poema “El cuervo”. Poe señala, por ejemplo, que eligió la palabra “nevermore” (“nunca más”), porque las letras “o” y “erre” contienen sonidos memorables en inglés, y que usó la figura del cuervo por su carácter espectral. Si hubiera utilizado un loro, el poema habría fallado al carecer este ave de dignidad poética.
Borges señala que, aunque aceptemos los pasos creativos y las razones expuestas por Poe, siempre existe entre cada eslabón un “intervalo de sombra”, un “intervalo de misterio”, que nos lleva a tomar un camino, elegir una historia y desechar otras posibilidades.
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A partir de estos conceptos, me pareció interesante compartir algunas consideraciones. Un detalle no menor es que esta charla se titula “El poeta y la escritura”. Podría haberse llamado “El escritor y la escritura” (aunque lo descartaríamos por una cuestión sonora), o quizás “El autor y la escritura”, ya que, al dar ejemplos de sus propias creaciones, Borges no habla de sus poemas, sino de sus cuentos. Aquí hay algo implícito: quien escribe cuentos es un poeta, o debería serlo. Dicho de otra manera: todo escritor debería aspirar al cuidado de la palabra y debería inclinarse por aquellas que tengan una mayor capacidad expresiva, sea en prosa o en verso, según lo que pida la historia.
Borges se sitúa en una tercera posición respecto a las teorías de las musas y la razón. Dice que sus cuentos nacen de una revelación, de un chispazo, de un tema que se le presenta de forma inesperada. En este punto, siente que la teoría de las musas podría tener valor al explicar la creación. Sin embargo, luego señala que, una vez que se conocen el principio y el fin de un cuento, es necesario tomar una serie de decisiones para que ese cuento exista. La teoría de la razón se vuelve plausible en esta instancia.
Aquí entra a tallar otra cuestión central de esta tarde, que podría resumirse en al menos dos preguntas. ¿Para qué vamos a un taller literario? ¿Se puede aprender a escribir? Sin duda, leer es fundamental para la formación, pero los talleres, el contacto con los coordinadores y los colegas, son esenciales para mejorar nuestra lectura, sumar experiencias, aprender a detectar los lugares comunes para desecharlos inmediatamente.
Pienso que la literatura, al igual que el arte en general, debe ser una búsqueda de lo excepcional. En una clase magistral, el cineasta español Álex de la Iglesia (filósofo y escritor, además) dijo que, para él, la innovación consiste en encontrar puntos de contacto entre elementos que antes nadie había unido.
Por eso, un trabajo que nunca se termina para los creadores es la constante formación y el cultivarse en distintos aspectos de la vida. Escribimos con nuestras herramientas técnicas, pero también con nuestra ontología, nuestra biografía, nuestras vivencias y lo heredado. Me gusta una frase del pintor Jesús Marcos (1938-2018), quien, en sus memorias tituladas Itinerancias en torno al arte (2018), dijo: “El arte no es pintar cuadros, sino pensar el mundo”. Y esta tarde podríamos decir: “El arte no es escribir cuentos, novelas o poesías, sino pensar el mundo”.
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Acorde a la invitación, les cuento cómo nació mi relato “Ceguera”, que abre mi libro Los fantasmas siempre tienen hambre (2010). Les advierto que tiene algo de spoiler, pero creo que lo pueden tolerar. Los fantasmas es un libro de once historias de terror ambientadas en nuestro país. “Ceguera”, el primero del índice, es el último que escribí.
Por la época en que estaba terminando el volumen, releí dos cuentos que había conocido años antes por separado y que nunca antes me pareció que tuvieran relación alguna. Esos relatos son “El extraño” (1926), de Howard Phillips Lovecraft, y “La casa de Asterión” (1949), de Jorge Luis Borges. Son relatos breves, en primera persona, donde cada autor da voz a un ser marginal. Mientras que Lovecraft le otorga la voz a un vampiro (algo que hasta ese momento la literatura de terror no había hecho), Borges se la concede al Minotauro. Las similitudes y diferencias son fascinantes y merecerían un análisis más profundo.
Lo relevante para esta tarde es que, emocionado por este hallazgo personal, pensé que podría escribir un cuento donde confluyeran Borges y Lovecraft. Así, tras esa revelación, me puse a trabajar en cómo llevarlo a cabo. Como homenaje secreto a Borges, me planteé escribir un cuento con la voz de un asesino serial. Generalmente, las historias de serial-killer son novelas. Borges, como hecho artístico, nunca quiso escribir novelas, y muchos de sus cuentos son historias largas condensadas. Eso intenté hacer con este cuento. El protagonista queda ciego tras haber tenido vista, y durante la escritura tuvo el rostro de Borges. Como tributo a Lovecraft, no se trata de una simple historia de asesinos seriales, sino que se nutre de una larga tradición de literatura fantástica y se relaciona con el tema del doble, dado que en la cabeza del asesino viviría otra ser que lo impulsa a cometer los crímenes. El cuento está encabezado con una cita del poema “Laberinto”, de Borges, que dice: “No habrá nunca una puerta. Estás adentro”. La concepción freudiana que puede resumirse en la frase “El yo no es dueño en su propia casa” colaboró en la idea del relato y la idea de que estamos atrapados en nosotros mismos, en una cultura, en una universo de palabras, condujo la escritura en la línea de “El extraño” y “La casa de Asterión”
Como en un juego de cajas
chinas, “Ceguera” está conectado además con una novela previa que escribí
junto a mi hermano Carlos, Recuerdos
parásitos (2007), donde abordamos la figura del asesino serial y el asunto del doble.
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Cada cuento, cada novela, cada poema, cada ensayo y cada investigación histórica de muchos de ustedes deben tener historias similares.
Para cerrar, me gustaría retomar lo que Borges dice sobre “un intervalo de sombra” o “un intervalo de misterio” en la creación. Pienso que esa sombra, ese misterio, está dado por una emoción que busca expresarse a través de alguna forma, y es lo que nos impulsa a escribir.
Aprender a percibir esa conmoción íntima es parte de nuestra tarea.
Muchas gracias por su atención.
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Cada cuento, cada novela, cada poema, cada ensayo y cada investigación histórica de muchos de ustedes deben tener historias similares.
Para cerrar, me gustaría retomar lo que Borges dice sobre “un intervalo de sombra” o “un intervalo de misterio” en la creación. Pienso que esa sombra, ese misterio, está dado por una emoción que busca expresarse a través de alguna forma, y es lo que nos impulsa a escribir.
Aprender a percibir esa conmoción íntima es parte de nuestra tarea.
Muchas gracias por su atención.