Reseña de Los fantasmas siempre tienen hambre (Muerde Muertos, 2010). Por Felipe Nicastro para Literatura Mal y Pronto @literatura_mal_pronto | Jueves 8 de septiembre de 2022
Cada tanto encuentro una nota o una entrevista que me sirve de brújula para mis lecturas. A principios de este año fue una entrevista de Mariana Enriquez en Proyecto Synco (disponible en youtube); ahora me pasó con la nota “Estela de fantasmas” que Marcelo Acevedo publicó en Perfil el mes pasado. Calculo que de acá al 2024 voy a ir buscando y leyendo todas las puntas que tira el autor y yo desconocía. De hecho ya empecé, y así fue como llegué a este libro.
En ese artículo, Acevedo nombra a Muerde Muertos como un faro editorial para los géneros del terror, el weird, el policial fantástico y el realismo delirante. Yo justamente conocía el proyecto por esa última faceta, ya que reeditaron dos figuritas difíciles (¿pero cuál no lo es?) de Laiseca: Beber en rojo (hay reseña en el feed) y el Manual sadomasoporno. Sin embargo, no había profundizado en el catálogo hasta ahora. Decidí empezar por los libros que tenía a mano en la librería en la que trabajo, que precisamente eran los de los hermanos Marcos, Carlos y José María, fundadores de la editorial.
El libro del que hoy les quiero hablar, Los fantasmas siempre tienen hambre, de José María Marcos, es un libro de cuentos breves que maneja un tipo de terror que no se apoya sólo en lo sobrenatural. En cambio, Marcos apela mucho más a las pequeñas monstruosidades de las vidas comunes: las obsesiones alimentadas por la culpa; las historias familiares que no se lograron enterrar lo suficientemente profundo (o a tiempo) en el olvido como para evitar que vuelvan y nos atormenten; e incluso las broncas cotidianas que crecen y erosionan todo lentamente, como manchas de humedad en la pared de la casa que ha sido testigo de todas las miserias que supimos aprender a disimular. Y eso es, quizás, lo que más miedo nos puede dar: la posibilidad de que nuestras minúsculas vidas de todos los días ya sean una historia de terror.
En ese artículo, Acevedo nombra a Muerde Muertos como un faro editorial para los géneros del terror, el weird, el policial fantástico y el realismo delirante. Yo justamente conocía el proyecto por esa última faceta, ya que reeditaron dos figuritas difíciles (¿pero cuál no lo es?) de Laiseca: Beber en rojo (hay reseña en el feed) y el Manual sadomasoporno. Sin embargo, no había profundizado en el catálogo hasta ahora. Decidí empezar por los libros que tenía a mano en la librería en la que trabajo, que precisamente eran los de los hermanos Marcos, Carlos y José María, fundadores de la editorial.
El libro del que hoy les quiero hablar, Los fantasmas siempre tienen hambre, de José María Marcos, es un libro de cuentos breves que maneja un tipo de terror que no se apoya sólo en lo sobrenatural. En cambio, Marcos apela mucho más a las pequeñas monstruosidades de las vidas comunes: las obsesiones alimentadas por la culpa; las historias familiares que no se lograron enterrar lo suficientemente profundo (o a tiempo) en el olvido como para evitar que vuelvan y nos atormenten; e incluso las broncas cotidianas que crecen y erosionan todo lentamente, como manchas de humedad en la pared de la casa que ha sido testigo de todas las miserias que supimos aprender a disimular. Y eso es, quizás, lo que más miedo nos puede dar: la posibilidad de que nuestras minúsculas vidas de todos los días ya sean una historia de terror.
Les dejo algunas ideas más sobre el libro y lecturas afines en el carrusel.
► Si bien son historias de terror el autor tiene un tono que a mí me hacer acordar mucho a Laiseca, por su combinación de humor macabro, erudición y oscuridad. Los cuentos están salpicados de pequeñas referencias a películas de cultos, autores clásicos, y personajes históricos, que, puesto en medio de historias que juegan entre lo urbano y lo macabro, cobran un valor de contraseña para seguir dando espesor a la trama.
►Los 11 cuentos del libro son breves. Tranquilamente se pueden terminar de un tirón. Puede ser que en algunos te quedes con la sensación de que la historia podría seguir un poco más, pero en la repetición del gesto me parece que hay una intención: detener la narración en el punto en el que no hace falta extraer ni moraleja ni conclusión. La historia termina ahí porque justamente es donde empieza lo irresoluble del dilema que plantea.
►Los cuentos que a mí más me gustaron: El Gordo, Isidro y Un ángel de la guarda.
► Lecturas afines: La casa de eucaliptus (Luciano Lamberti), Los peligros de fumar en la cama (Mariana Enriquez) y Una casa en llamas (Maximiliano Barrientos).
►Los 11 cuentos del libro son breves. Tranquilamente se pueden terminar de un tirón. Puede ser que en algunos te quedes con la sensación de que la historia podría seguir un poco más, pero en la repetición del gesto me parece que hay una intención: detener la narración en el punto en el que no hace falta extraer ni moraleja ni conclusión. La historia termina ahí porque justamente es donde empieza lo irresoluble del dilema que plantea.
►Los cuentos que a mí más me gustaron: El Gordo, Isidro y Un ángel de la guarda.
► Lecturas afines: La casa de eucaliptus (Luciano Lamberti), Los peligros de fumar en la cama (Mariana Enriquez) y Una casa en llamas (Maximiliano Barrientos).