CONTRATAPA DE CLARÍN | PASIONES ARGENTINAS | Un cuento, como metáfora de las redes | Por Horacio Convertini | Jueves 20 de mayo de 2021
En el cuento “Ceguera”, del autor argentino José María Marcos (texto incluido en el libro Los fantasmas siempre tienen hambre), un niño descubre que sus ojos han sido usurpados por un ente extraño. Algo o alguien mira con él y aspira a hacerlo también por él. El niño se vuelve adulto, se recibe de médico, forma familia, pero la presencia sigue ahí y lo obliga a hacer cosas aberrantes. Finalmente, con la edad, el protagonista empieza a quedarse ciego y asume este destino como una bendición: significa que su mirada ya no tributará a nadie y por eso rechaza todo tratamiento o intervención quirúrgica. Pero como el espanto perfecto siempre es circular, el personaje, a medida que avanza en la oscuridad visual, termina usurpando los ojos de otro.
Este relato parece una metáfora de las redes sociales. Vivimos en ellas para ser vistos. Exhibimos banderas morales, el comentario filoso sobre el tema del momento, la foto del carnet de vacunación (nuevo e insólito hit), una declaración de amor, el meme que nos muestra como tipos ocurrentes. Nos pavoneamos en la pasarela virtual para construir un relato de nosotros mismos ante los ojos fisgones de los demás. Y la expectativa de ser observados nos moldea, nos interviene, nos transforma. Acaso, también, nos empuja a la aberración. Pero el camino es de dos vías y simultáneamente están nuestros ojos patrullando vidas ajenas, indagando sobre sus comentarios, sus fotos, sus “likes”, sus ”retuits”. Una maquinaria de control que se retroalimenta y que, desde luego, exige ser contada como un relato de terror.
Este relato parece una metáfora de las redes sociales. Vivimos en ellas para ser vistos. Exhibimos banderas morales, el comentario filoso sobre el tema del momento, la foto del carnet de vacunación (nuevo e insólito hit), una declaración de amor, el meme que nos muestra como tipos ocurrentes. Nos pavoneamos en la pasarela virtual para construir un relato de nosotros mismos ante los ojos fisgones de los demás. Y la expectativa de ser observados nos moldea, nos interviene, nos transforma. Acaso, también, nos empuja a la aberración. Pero el camino es de dos vías y simultáneamente están nuestros ojos patrullando vidas ajenas, indagando sobre sus comentarios, sus fotos, sus “likes”, sus ”retuits”. Una maquinaria de control que se retroalimenta y que, desde luego, exige ser contada como un relato de terror.