Comparto la entrevista que la periodista Samanta Matzke me hizo respecto a mi tarea como director de La Palabra de Ezeiza, en una serie de artículos sobre la actividad de medios locales. Le agradezco la charla y el artículo. En su blog personal pueden leerse otros artículos.
“Se piensa que el periodismo está hecho de noticias, y yo digo el periodismo está hecho de fuentes” | Por Samanta Matzke | Periodismo local: crónicas con voz propia
A las diez de la mañana el sol de enero pica y las chicharras alertan que la tarde se prenderá fuego si no hay sombra, tereré o pelopincho para combatirla. En el patio de la redacción las guías de zapallo intentan escapar hacia la calle, los tomates, morrones, y choclos presumen una tierra fértil y cuidada.
Hace diez minutos que habla por teléfono en la vereda mientras espero a su lado sin desensillar de mi bicicleta, él no apura la charla, ni se la saca de encima con respuestas de telegrama, su tono es cordial y de escucha atenta. “El diario no es solamente el papel que sale sino son las conversaciones que se dan, las relaciones que se tejen alrededor de”, me dirá dos horas después el director del semanario La Palabra de Ezeiza, José María Marcos.
Es el primer jueves del 2021, desde hace 25 años todos los jueves sale a la venta La Palabra y José está ahí para volver a la rutina después de un año atípico, inesperado, distinto. En el sum de la redacción la edición del día está en piloncitos custodiado por un cuadro de Mariano Moreno y el escudo de Uribelarrea.
José María acerca un mueble cubico que hace de mesa para apoyar el grabador, pone las sillas enfrentadas para mantener la distancia social, me ofrece alcohol diluido y lo deja al alcance de ambos, después del protocolo podemos sacarnos el barbijo para grabar. Antes de comenzar lo llaman, afuera un vecino quiere comprar un diario. Ya soy parte de la rutina.
Es el primer jueves del 2021, desde hace 25 años todos los jueves sale a la venta La Palabra y José está ahí para volver a la rutina después de un año atípico, inesperado, distinto. En el sum de la redacción la edición del día está en piloncitos custodiado por un cuadro de Mariano Moreno y el escudo de Uribelarrea.
José María acerca un mueble cubico que hace de mesa para apoyar el grabador, pone las sillas enfrentadas para mantener la distancia social, me ofrece alcohol diluido y lo deja al alcance de ambos, después del protocolo podemos sacarnos el barbijo para grabar. Antes de comenzar lo llaman, afuera un vecino quiere comprar un diario. Ya soy parte de la rutina.
Jugar de local
La Palabra es impresa tiene una tirada de 2 mil ejemplares y una alta fidelidad: “Por suerte la gente lo compra, el diario entra a sus casas”. Para José un medio local se mantiene por las relaciones que se dan entre la comunidad y el diario. Un vínculo que se construye todos los días.
¿Cuál es el rol de un medio local? ¿Cómo se construye el vínculo con la comunidad? ¿Cómo se mide el éxito? ¿Cómo se comportan los medios masivos de comunicación o las grandes empresas periodísticas a diferencia de los medios locales y en particular a La Palabra? Eran las preguntas que llevaba anotadas en un cuaderno y que abrió una entrevista de casi dos horas en una ida y vuelta permanente, reflexivo, una conversación sin mate, con alcohol en las manos entre dos periodistas locales.
“Analicen las fuentes y van a entender mejor a los medios de comunicación”. Fue eso lo que hizo José con las primeras cincuenta ediciones del semanario que dirige para la tesis de la Maestría de Comunicación y Periodismo de la Universidad de La Plata. Para el Director de La Palabra el periodismo más que de noticias está hecho de fuentes, para él la construcción de las noticias, de la agenda mediática depende de las relaciones que se establecen entre el medio y la comunidad.
A José no lo desvela el éxito que promete Facebook, Instagram o Youtube, lo suyo es “otra búsqueda”, que implica la charla, el encuentro, el intercambio y la colaboración, ese otro camino que empezó cuando era un joven apasionado por la literatura y el deporte.
“Recién entraron y yo sé quiénes vinieron a buscar el diario, está el negro de la Cunita, Norma Mansilla que es del barrio Altos, ellos vienen y saludan, hace más de 20 años que los conozco y es así, eso es muy difícil construirlo de una día para el otro, muy difícil eso, pero para mí esa es la clave, por lo menos es como yo lo he trabajado y lo que creo es que hay que ir para ese lado, lo demás, lo efectista es muy corto para mí, es muy efímero, un camino más largo, menos estruendoso, pero creo que es más firme”, reflexiona con la convicción de la tarea bien hecha.
—¿Alguna vez pensaste en la posibilidad de pasar a una edición diaria?
—Son como tentaciones, pero, después, no sé si da... Lo que hagas, para que dé resultados, tenés que tener idea de que lo podés sostener en el tiempo. Si no lo podés sostener en el tiempo, hay algo que no se hace realidad.
La Palabra de Ezeiza cuenta con un equipo estable de 4 personas, 25 años de permanencia, 1360 ediciones impresas y muchos colaboradores. Ampliar las redes, generar confianza, brindar espacios, sostener proyectos es la tarea que no descuida José María Marcos, un circuito virtuoso entre periodismo y comunidad.
Parte del equipo de colaboradores de La Palabra de Ezeiza. |
Un diario para la región, un proyecto de largo aliento
Norte o sur. ¿De dónde venía el viento que dejaba a la Chanchita al borde de la cama? Las vías del tren están a 14 cuadras, pegadas a las ruta 205, pero había noches que la locomotora diesel se escuchaba como el parlante del vecino en plena fiesta, seguro que de Cañuelas a Ezeiza se escuchaba igual.
A veces, el corso en carnaval, una moto a toda velocidad en la ruta o un gol en la cancha de Tristán Suárez se escuchaba a más de dos kilómetros sin problemas, a la tarde doña Mari pasaba por lo de un vecino a tomar mate y se quejaba del baile en la casa de algún fulano que no la dejó dormir a la noche.
Pocas casas y muchos baldíos que aprovechaban los caballos, las vacas y los pibes que salían con los perros a pescar anguilas en los arroyos, las calles de tierras, las distancias largas y a pie. Ezeiza todavía era pueblo, casi en su totalidad rural, se parecía más a su vecina Cañuelas que a la ciudad de Monte Grande.
A veces, el corso en carnaval, una moto a toda velocidad en la ruta o un gol en la cancha de Tristán Suárez se escuchaba a más de dos kilómetros sin problemas, a la tarde doña Mari pasaba por lo de un vecino a tomar mate y se quejaba del baile en la casa de algún fulano que no la dejó dormir a la noche.
Pocas casas y muchos baldíos que aprovechaban los caballos, las vacas y los pibes que salían con los perros a pescar anguilas en los arroyos, las calles de tierras, las distancias largas y a pie. Ezeiza todavía era pueblo, casi en su totalidad rural, se parecía más a su vecina Cañuelas que a la ciudad de Monte Grande.
Omar Alcides Blasco fundó en 1981 La Palabra de Lobos, en 1991 La Palabra de Cañuelas y por último La Palabra de Ezeiza, tres semanarios, “el mismo director, el mismo diseño de tapa, el mismo logo, pero con un contenido muy distinto, porque era comunidades distintas”, recuerda José.
En los primeros años de la década de 1990 las computadoras eran caras, los disquetes se llenaban de virus y podías perder todo tu trabajo en segundos, en la redacción de Cañuelas el cierre de edición era a pura máquina de escribir mientras se acomodaban a la transición que venía con puteada incluida.
“Che, vos que jugas al fútbol y te gusta escribir necesitamos alguien para que escriba deportes”, así llegó la invitación, Marcos tenía 16 años, vivía en Uribelarrea y nunca imaginó que unos años después se haría cargo de la redacción de Ezeiza.
Mudarse a Ezeiza con veintipico era la decisión más importante que había tomado José María, era una oportunidad, no podía rechazarla, allí Blasco lo necesitaba para llevar adelante el nuevo semanario, y él no dudó, era la decisión correcta. No pensó lo mismo en el 2002, un año antes había aceptado ser el nuevo director... pasaron 20 años y hoy sale una nueva edición.
En los primeros años de la década de 1990 las computadoras eran caras, los disquetes se llenaban de virus y podías perder todo tu trabajo en segundos, en la redacción de Cañuelas el cierre de edición era a pura máquina de escribir mientras se acomodaban a la transición que venía con puteada incluida.
“Che, vos que jugas al fútbol y te gusta escribir necesitamos alguien para que escriba deportes”, así llegó la invitación, Marcos tenía 16 años, vivía en Uribelarrea y nunca imaginó que unos años después se haría cargo de la redacción de Ezeiza.
Mudarse a Ezeiza con veintipico era la decisión más importante que había tomado José María, era una oportunidad, no podía rechazarla, allí Blasco lo necesitaba para llevar adelante el nuevo semanario, y él no dudó, era la decisión correcta. No pensó lo mismo en el 2002, un año antes había aceptado ser el nuevo director... pasaron 20 años y hoy sale una nueva edición.