Pasión por los mitos,
la historia y los sueños
Por José María Marcos,
exclusivo para INSOMNIA, Nº 218, febrero de 2016
César Fuentes Rodríguez nació en Buenos Aires en 1961. Es
licenciado en Letras por la UBA
y en Filología Hispánica por la
Universidad de Barcelona. Posee una larga y prolífica
trayectoria en el periodismo musical y en el mundillo del heavy metal. Comenzó
su labor en los tempranos ochenta y se prolonga hasta hoy con numerosos
proyectos, actividades y publicaciones. Fundó las revistas Madhouse y Epopeya (dos
de las más relevantes que se publicaron en la Argentina ), además
colaborar con diversos medios gráficos locales e internacionales. En radio
participó en el célebre programa nocturno La
Heavy Rock &
Pop y luego montó el suyo propio bajo el nombre de Ave César. Actualmente conduce Tiempos
Violentos, el programa metalero por excelencia de FM Rock & Pop. En televisión fue productor y presentador del
programa Power 30 de MuchMusic y MTL de CMTV. En 2005
publicó una biografía no oficial de la banda Iron Maiden en español, El viaje de la doncella (traducida luego
al inglés), la cual se amplió en sucesivas ediciones, mientras que su libro Mundo gótico fue el primero en
castellano dedicado al fenómeno de la subcultura gótica. Ambos volúmenes fueron
también publicados en España. A fines de 2009 apareció El infierno y los celacantos, una novela gótica con elementos
policiales, eróticos y de ciencia ficción que trata acerca del mundo de los
sueños y la oposición entre el mito y la historia. En octubre de 2015,
Editorial Muerde Muertos publicó su libro de cuentos La hinchada caballerosa, en la Colección Ni Muerde
Ni Muertos. En diálogo con INSOMNIA,
César Fuentes Rodríguez hizo un repaso de su trayectoria y sus pasiones.
EL HEAVY METAL, LOS GRIEGOS,
LOS
ROMANOS, EL SIGLO DE
ORO ESPAÑOL
—Sos un importante
referente de la música, especialmente del heavy metal. ¿Qué puentes encontrás entre
la literatura y la música?
—Bueno, el puente lo encontré al mismo tiempo que mi
vocación profesional. Es decir, yo transitaba el camino de la literatura y el
de la música como senderos paralelos. Y pensaba que no podían cruzarse. Ya
tenía algunos artículos publicados cuando llegué a la revista Riff Raff allá por los ‘80 y pude
publicar asiduamente. Así fue como se estableció el puente para mí. Siempre
tuve como prioridad tratar de escribir lo mejor posible al momento de describir
la música, con el mismo estándar que manejaba para la literatura. Esa fue
siempre mi forma de honrar a ambas.
—¿Qué escritores
reconocés entre tus influencias? ¿Qué libros en particular? ¿En qué sentido te
han marcado?
—Creo que a la hora de escribir la mayoría de mis
influencias resultan involuntarias o en todo caso me cuesta percibirlas. Mi
base son los clásicos griegos y romanos, sobre todo La Ilíada
y La Odisea de Homero, Hesíodo, Horacio, La Eneida
de Virgilio, Apuleyo y Petronio. También la literatura española del Siglo de
Oro: Góngora, Lope, Calderón, el Quijote y las Novelas ejemplares de Cervantes, por supuesto, y en especial la
picaresca de Mateo Alemán, El buscón
de Quevedo y El lazarillo de Tormes.
Sería difícil no ver esta influencia particular en un cuento como “El desventurado
San Macario”. Otra vertiente son los clásicos ingleses, de Shakespeare a Oscar
Wilde pasando por Los cuentos de
Canterbury de Chaucer y el Tom Jones de Henry Fielding. De la modernidad lo
que me fascina es la narrativa. Básicamente los escritores que me atrapan son
los creadores de mundos: García Márquez, Tolkien, Poe, Frank Herbert, James Joyce,
Salman Rushdie... Entre los compatriotas, el Adán Buenosayres me sigue pareciendo por lejos la mayor novela
argentina y un hito que nunca recibe el reconocimiento debido, aunque no
dejaría de mencionar la estatura del Bomarzo
de Manuel Mujica Láinez ni el magnetismo deforme de Los siete locos de Roberto Arlt. En los últimos tiempos me he
volcado a leer ciencia ficción, que era para mí una especie de asignatura
pendiente. Incluso me atreví a escribir algún cuento como “Jardines hidropónicos”,
con el que terminé curiosamente satisfecho a pesar de mis estándares de
autocrítica.
LOS DÍAS EN MADHOUSE
Y EPOPEYA
—Fueron grandes momentos porque estaba todo por hacer y al
manejarme de forma independiente tuve toda la libertad necesaria para llevarlo
a cabo. Era una locura porque hasta el momento de salir Madhouse las revistas y fanzines dedicados al metal no hacían más
que copiar y traducir notas internacionales de otros medios. Madhouse rompió esa burbuja cuando empezó a hacer reportajes
telefónicos o a través de corresponsales, y se vio que otra manera de hacer
periodismo era posible. Nos tocó también la época feliz de las leyendas
extranjeras que venían por primera vez a la Argentina a lucir su
música y fue una etapa donde el crecimiento se daba con cada revelación. Epopeya representó luego un paso
adelante con un gran equipo de periodistas muy metidos en lo que estaba pasando
en el mundo a nivel creativo y me dio la oportunidad de jugar con muchos
resortes y guiños de la cultura clásica. El cuento “El enemigo inminente”, que
abre La hinchada caballerosa, fue
publicado por primera vez en un editorial de Epopeya, en aquella página inicial donde siempre se incluía un
pasaje de literatura épica. Así que en una entrega donde no estuvo Tolkien, ni
Tasso, ni Bradbury ni Virgilio, hubo lugar para un cuento mío que hoy forma
parte de un libro. Nada mal para un berretín.
—Volviendo al presente,
¿qué te da hoy el mundo de la música y la radio?
—La música
siempre me ha dado buenos momentos, pero poder transmitirla, escogerla y
explicarla fue siempre mi mayor placer. Hubo tiempos en que la radio también me
dio la chance de contar historias, repasar los ideales de la adolescencia y
pespuntear con el hilo de la cultura el perfil de las obras musicales. También
hoy, aunque la radio ha cambiado mucho y la inmediatez no siempre deja lugar a
la holgura de los conceptos, me sigue dando esas satisfacciones. En tiempos
como estos, de aglomeramiento visual, la radio todavía puede generar la pausa
necesaria para abrir los bronquios del espíritu. Calculo que ese es el secreto
de su vigencia para los oyentes y de su encanto para quienes la realizamos.
IRON MAIDEN Y EL
FENÓMENO GÓTICO
—¿Cómo fue escribir El viaje de la doncella (2005),
biografía sobre Iron Maiden, que luego fuera traducida al inglés? ¿Cuál creés
que fue tu aporte al contemplar el fenómeno desde un país como Argentina?
—Mi problema con las biografías es que normalmente me
resultan un amasijo de datos y poco más. En cierto modo me molesta que se
describa a la banda en cuestión desde una cierta frialdad profesional, de modo
que cuando tuve que contar la historia entera preferí poner énfasis en la narración.
Mi idea era escribir una biografía que pudiese leer cualquiera, ya fuese un fan
de Maiden o un lego completo, y que al terminarla no quedase la impresión de
que se trata de una biografía más de una banda más, sino que hablamos de una
banda especial, tan especial como la experiencia misma del fan de esa banda que
la ha seguido durante todos esos años y está perfectamente al tanto de por qué
lo ha hecho. Seguramente hay biografías de Iron Maiden con más datos que esta,
incluso con más fotos o declaraciones, pero me arriesgo a afirmar que ninguna
está contada así. Y el hecho de contarla desde una posición periférica,
poniendo énfasis en el contacto que tuve personalmente con la banda en
Argentina o en España, creo que aportó una cierta universalidad a la visión,
como si apuntase a un itinerario personal que nunca pierde de vista desde donde
se enfoca el fenómeno.
—En Mundo gótico (2007) abordás el fenómeno
de la subcultura gótica. ¿Existe una movida gótica en Argentina? De ser así, ¿tiene alguna particularidad diferente?
—Al menos existió una movida gótica durante la primera
década del milenio que hoy se va diluyendo, igual que en todas partes, y
probablemente no tuvo rasgos vernáculos peculiares salvo por la concomitancia
con expresiones pasajeras como las de floggers y emos. Digo concomitancia
porque ni floggers ni emos podrían encuadrarse fácilmente dentro del fenómeno
gótico como tal. “Lo gótico” en sí mismo va mucho más allá de una tribu o un
estilo musical. Tiene que ver ante todo con una visión estética, y es capaz de
atravesar las disciplinas artísticas. De hecho, Mundo gótico es un libro que se ocupa del impacto de esa visión en
la música, la literatura, el cine, la moda y las artes eróticas a partir del
hito concreto que marca la publicación de El
castillo de Otranto de Horace Walpole en 1764, una especie de patada
inicial y muy nítida de todo el movimiento gótico hasta nuestros días.
EL MITO, LA HISTORIA Y LOS SUEÑOS
—En 2009 apareció El infierno y los celacantos, una
extensa novela gótica con elementos policiales, eróticos y de ciencia ficción
que trata acerca del mundo de los sueños y la oposición entre el mito y la
historia. ¿Cómo surgió esa historia?
—La inspiración original provino de la mitología griega, de
un episodio del viaje de los argonautas: el mito de Hilas. Al comienzo de su
expedición en busca del Vellocino de Oro, los argonautas recalan en Anatolia y,
mientras los demás preparan la comida, este hermoso muchacho (favorito de
Hércules, nada menos) sale a buscar agua. Finalmente da con un manantial donde
llenar los cántaros y, al mirarse en el espejo de la fuente, son otros ojos los
que ve, los de una ninfa enamorada que le tiende los brazos alrededor del
cuello y lo arrastra al fondo de su morada. Hércules, preocupado por la tardanza,
va en busca del compañero llamándolo a voces por todas partes, pero no lo
encuentra y los argonautas parten también sin él. Hilas jamás regresó. Nadie
supo nunca si la ninfa lo ahogó por despecho al rechazar sus favores, o si
quedó prisionero para siempre de sus caprichos. Me pareció una estupenda
metáfora del amor y el deseo, porque el amor y el deseo son siempre terrenos
resbaladizos, en los que uno puede realizarse o abismarse, quedar preso y aun
así extasiarse. A partir de ese embrión se fueron agregando personajes y
episodios. Y el telón de fondo del relato serían los sueños. Anthony Burgess
escribió que el sueño es en realidad una película dentro de la golová (cabeza), excepto que entonces
parece que uno puede caminar y participar en todo. ¿Qué pasaría si los sueños
pudieran filmarse? A esa pregunta fue respondiendo inorgánicamente el argumento
de la novela.
—A fines de 2015,
Editorial Muerde Muertos publicó tu octavo libro, La hinchada caballerosa, un volumen de cuentos donde abordás
diferentes géneros, mezclando temas y símbolos populares con eruditos. ¿Cómo
surgió?
—Se trata de una selección de cuentos que fueron
escribiéndose a través de los años y eso hace que su heterogeneidad esté
justificada. No soy la misma persona que cuando tenía 15 años y escribí mi
primer cuento. Fui acumulando relatos pero no se me ocurrió reunir un puñado
hasta que llegó la oportunidad de publicarlos. Por eso es que en el mismo
volumen hay un cuento de fútbol narrado en lenguaje popular al lado de una
fantasía mítico-simbólica de expresión cultista como “Cebras”. Y pueden
convivir en proximidad una utopía de ciencia ficción como “Jardines hidropónicos”,
un policial inspirado en Arthur Machen como “Mascarada” y una maratón
escatológica como “Saeta profana”. Creo que el resultado es el de un paseo
refrescante a través de los varios registros lingüísticos y estilos literarios
que testimonian los muchos e inconstantes hombres que he sido, si se me permite
parafrasear a Dolina.
—¿Cómo nacen tus
historias? ¿Podés dar algún ejemplo pensando en La hinchada caballerosa?
—Normalmente se me ocurre una idea y si no escribo algo en
el momento se me olvida, pero hay ciertas ideas que persisten y no se resignan
a desaparecer. Son algo así como seres no formados del todo, es decir, ideas
que no tienen remate, que no poseen estructura ni un final que les dé sentido.
El cuento que da título al libro fue una idea muy vieja y al mismo tiempo muy
loca. Una hinchada caballerosa equivale prácticamente a un oxímoron, y sería un
engendro impensable a la luz de lo que una hinchada significa dentro la
tradición costumbrista argentina. Más allá de lo que el fútbol tiene de negocio
sucio, de alienación colectiva, de patoterismo vulgar y reduccionismo mental,
la propia estructura del espectáculo parece concebida para agitar las pasiones
más bajas y los odios menos defendibles. Ir a la cancha implica fundirse
automáticamente con un bando que no sólo promueve la agresión gratuita y el
desprecio por el adversario sino también participar de un ritual propicio para
remover las peores lacras ocultas de la sociedad: racismo, autoritarismo,
superstición, nacionalismo, homofobia, masificación, sexismo, espíritu
gregario, antagonismo de clase, xenofobia, resentimiento… Pero al mismo tiempo
el fútbol posee la magia de su conexión con el pasado, de las tradiciones del
barrio y de los viejos. Y donde están el barrio y los viejos, está la dignidad
de la clase trabajadora. Por ese lado se podía apelar a la caballerosidad, se
podía hablar de honor sin una sonrisa cínica. Jugué con esa idea durante muchos
años, hasta que un día no distinto a los demás en Barcelona me obligué a
escribir un relato a partir de ella. El protagonista podía ser el caudillo
barrabrava, pero debía haber algo así como un supra-protagonista: la hinchada
de Racing. Un coro de tragedia griega hecho a la medida. Y ahí surgió la figura
del “pueta”, del intermediario entre el mito y la historia, entre lo particular
y lo eterno, una especie de Eurípides retirado y venido a menos que cuenta con
detalle lo que parecía imposible a priori. Y todo afloró naturalmente, como un
alivio... el tono, el lenguaje, los entretelones, el punto de vista. Cuando lo
que se cuenta está vivo (porque nace en aquel instante), los recursos técnicos
salen solos y se adaptan al alumbramiento.
—Estudiaste Letras en
la UBA y
Filología Hispánica en la
Universidad de Barcelona y sos un apasionado por el
conocimiento. De tener que optar, ¿qué elegís: el mito o la historia?
—No se trata de optar. El mito y la historia se
complementan, o al menos no se estorban mientras cada uno se mantiene en su
esfera. En El infierno y los celacantos
doy el ejemplo de la guerra de Troya, y de cómo la epopeya de Homero no
interfiere con los hallazgos arqueológicos de Heinrich Schliemann, por más que
digan cosas totalmente distintas. El mito creado por la poesía y el hallazgo de
la ciencia no hacen más que dignificarse mutuamente. En cambio, la Biblia , el Corán y todos
esos tratados dogmáticos y monoteístas no toleran a Darwin, por ejemplo. Dicho
de otro modo, quienes creen que en el principio hubo una creación divina se
ensañan contra la evidencia de que tal revelación no es más que un cuento, una
tradición sin ninguna base en la realidad. Los grandes mitos, como tales,
prescinden del tiempo; lo único que cambia de ellos a través de las épocas es
la perspectiva, como si de girar un prisma se tratara: surgen colores y matices
desconocidos y se opacan otros que antes brillaban vivamente. Como dijo alguna
vez un crítico, y nos viene al caso, “Homero es más actual que el diario de
esta mañana”. La religión, por el contrario, siempre tiene hambre de presente
con su aspiración de creerse eterna. Como presume de responder a un orden
superior, el celo de imponerla a toda costa es, según el momento histórico, una
tentación o una enfermedad. La religión representa el ejemplo extremo de cómo
el mito puede comerse a la realidad y destruir lo auténticamente humano que hay
en nosotros al punto de negar la belleza que somos capaces de generar.
—¿Cuál es tu relación
con el mundo de los sueños? ¿La vida es sueño?
—Debo reconocer que para mí, antes aun del mito y la historia,
estuvo el sueño, que convive con la realidad y en el fondo es la fuente de toda
imaginación. Si la realidad es famosa por superar a la fantasía, el sueño a
veces se vuelve tan audaz que aspira a superarlo todo, a desafiar nuestras
certezas y a trasladarnos a mundos imposibles que sólo se mantienen dentro de
la pompa de jabón que registra nuestro periscopio consciente. Hoy me resulta
gracioso recordar cuando mis padres me reprendían por dormir demasiado.
Seguramente no entendían que yo me quedaba en la cama por algo más que simple
vagancia, me quedaba esperando aquellas imágenes maravillosas que se producen
al filo de la vigilia, toda esa magia. Ni la realidad ni la fantasía producen
estampas como esas donde hasta nuestro cuerpo parece un vehículo incierto, transitorio
y fugaz vapuleado por cataclismos etéreos.
UN HINCHADA
CABALLEROSA: TARJA TURUNEN,
MARIO IAN, WILLY
QUIROGA Y OTROS AMIGOS
EN LIBRERÍAS Y A
DOMICILIO
A través de Que Leer SA, La hinchada caballerosa, de César
Fuentes Rodríguez (cuentos, 2015), integrante de la Colección Ni Muerde
Ni Muertos, ya puede comprarse en las librerías de Galerna, Cúspide y Yenny. Además
puede adquirirse a través de un sistema de venta directa, escribiendo a malpascal@yahoo.com.ar.
UN LIBRO DE PERFUMES
UNIVERSALES
Sobre La hinchada
caballerosa (Muerde Muertos, 2015) de César Fuentes Rodríguez, el escritor
Luis Alexis Leiva expresó: “La hinchada
caballerosa es un libro de perfumes universales. Estamos hechos de historias.
La humanidad misma no es más que el compendio de su propia suma de historias. Y
así tenemos este libro de cuentos. Un rey conquista reinos ajenos menos una
mujer; la humanidad y sus intentos por vencer el paso del tiempo; un insólito
capo barrabrava de La
Guardia Imperial ; un santo perseguido. Todo es material para
contar una historia. La maestría en la sencillez y claridad del lenguaje,
sumado a la profundidad de lo que se cuenta, convierten a estos relatos en algo
imposible de abandonar. César Fuentes Rodríguez deja en cada cuento un
nostálgico aroma de buenos momentos... o de buenas lecturas. Entre humoradas,
ironías y anécdotas, leerás a un narrador cautivante y ameno, divertido y
locuaz. La hinchada caballerosa te mostrará la mejor y la única manera de
contar buenas historias: escribir bien”.
César Fuentes Rodríguez junto a Ricardo Iorio. |