“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

“La cuarta dimensión del signo”

José María Marcos, Leandro Avalos Blacha, Leonardo Oyola, Iñaki
Echeverría y Esteban Castromán festejando la salida del nuevo libro.
Editorial Alto Pogo presentó la novela La cuarta dimensión del signo, de Esteban Castromán, el jueves 14 de julio de 2016 en Nivangio Club Cultural (Colombres 946, CABA). Una gran cantidad de amigos, autores y lectores, nos reunimos para festejar el acontecimiento. Hablaron Juan Carrá, el editor Juan Marcos Almada y el autor. Comparto aquí las palabras de Carrá y algunas fotos.
Juan Carrá y Esteban Castromán.
EL DELITO COMO PRIMER MOTOR 

Por Juan Carrá

La cuarta dimensión del signo, de Esteban Castromán, parte de una de las premisas más interesantes que en el último tiempo ha fecundado al género negro: ¿Qué le tiene que pasar a un hombre común, gris, sin demasiado vuelo, para decidir convertirse en un asesino? ¿Qué cosas llevan a un hombre o a una mujer a inclinarse por el delito (en este caso el asesinato múltiple) como una forma de resolución de sus problemas? Y además, ¿qué le pasa a ese ser humano una vez que, por propia decisión, se ha convertido en un killer?
Como lector me resulta inevitable armar una especie de constelación de textos/películas/series que se relacionan de forma dinámica con el libro que tengo en mis manos. En este caso dos referencias se me hicieron ineludibles. Por un lado, El asesino, libro que George Simenon escribió en 1935, en el que un médico se entera del engaño de su mujer y decide asesinarla. A ella y a su amante. Después sigue con su vida, pero el tormento interno, la representación simbólica de esos crímenes no lo dejan vivir en paz. El crimen, en principio liberador, se convirtió en una especie de cárcel subjetiva hasta materializarse en forma de experiencia. 
Por otro lado, aparece en la constelación que desata La cuarta dimensión del signo la serie Breaking Bad. Walter White, un gris profesor de química descubre, apremiado por la muerte, que tiene un don: ser el mejor cocinero de metanfetaminas del universo. Ese símbolo lo transforma no solo en un perverso delincuente, sino también en un hombre libre. Dueño de su destino. 
En la novela de Castromán, un profesor de lingüística, obsesionado con una teoría propia que propone una superación a lo propuesto por Pierce a través de una cuarta dimensión del signo que estaría dada por la experiencia, decide tomar venganza por la matanza aberrante que sufrió su familia. Él es un sobreviviente y como tal elige ir no tanto por los responsables materiales del hecho, sino por los que, según las propias palabras del Profesor: “diseñaron las condiciones de posibilidad” para que esos crímenes fueran posibles.
Entonces, el profesor gris se lanza a la cacería de una lista de hombres y mujeres que, a su criterio, tienen que ver con su desgracia. Así, desaparece la lógica binaria de buenos y malos, para darle lugar a la complejidad social que construye a los asesinos. Castromán convierte en serial killer a un hombre común (Así como Walther Withe se parió Heisenberg) y lo lleva al límite del verosímil sin defraudar nunca al lector. Todo esto sin abandonar nunca un excelente uso del lenguaje y de la lingüística.
La cuarta dimensión del signo puede leerse tranquilamente como una novela negra, porque, en definitiva, pone en juego una lectura del mundo contemporáneo usando al delito como primer motor.
Juan Carrá, Esteban Castromán y Juan Marcos Almada.