“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

La extrañeza que siempre estuvo allí

Reseña de Los fantasmas siempre tienen hambre, de José María Marcos (Muerde Muertos, 2010). Escribe: Alberto Ramponelli en Lo de Rampo

La lectura de este libro de relatos de José María Marcos me permite destacar dos cuestiones. Por un lado, la variedad argumental. Cada historia explora temas y conflictos diferentes entre sí, lo que hace de cada una un pequeño universo autónomo, aunque el ámbito pueblerino en el cual transcurren pueda ser similar (algún pueblito del partido de Cañuelas, por qué no, puede prestar el marco a esta variedad). Variedad, por otra parte, que destaca la capacidad imaginativa puesta en juego al tejer estas historias (sigo creyendo que la imaginación es la herramienta más poderosa de un narrador). El otro aspecto que me gustaría señalar es el modo natural con que se instala el componente fantástico en estos textos. No irrumpe al modo de Cortázar (uno de los grandes referentes en cuanto al uso del fantástico en nuestra literatura), provocando el choque de dos planos diferentes de realidad, sino que, en este caso, lo sobrenatural, lo anómalo está contenido en la misma realidad cotidiana, como agazapado, y sólo hace falta un mínimo detonante para que se haga visible. Me recuerda a algo que dijo Steven Millhauser, uno de los grandes narradores norteamericanos contemporáneos: “El tipo de escritura que me gusta no convierte al mundo en algo extraño, sino que restaura en el mundo la extrañeza que siempre estuvo allí”. Y la escritura que José María Marcos discurre con la misma naturalidad con que el elemento extraño se hace visible, como si quisiera decirnos que por debajo de la aparente normalidad de la vida cotidiana, nos acecha el ineludible horror para hacerse presente en el momento menos esperado y con toda su carga ominosa. Quedo a la espera de nuevos fantasmas (y que tengan hambre, claro).