que todos tenemos
adentro”
Por José María Marcos, exclusivo para
INSOMNIA, Nº 196, abril de 2014
Alvaro Vanegas, nacido en Bogotá el 17 de abril de 1980, es
un escritor abocado a desarrollar historias de suspenso y terror, lector y
admirador de Stephen King. Su primera novela, Mal paga el Diablo, fue publicada en 2012 por E-531, lanzada en la Feria Internacional
del Libro de Bogotá y en poco tiempo tuvo una segunda edición. Su libro de
cuentos Despertares atroces apareció
a fines de 2013, en formato digital; cuenta con más de dos mil descargas y puede
bajarse gratuitamente de la red. Su segunda novela, No todo lo que brilla es sangre, será lanzada en abril durante la Feria de Bogotá, por E-531.
En diálogo con INSOMNIA, Vanegas habló
de su pasión por la literatura y el cine y entre otros conceptos subrayó: “Para
mí, el terror es útil a la hora de contenernos. Al leer o escribir una historia
de terror, o al ver una película, nuestra mente se libera, y en cierto sentido
hacemos todo aquello que jamás haríamos en la vida real”.
Alvaro Vanegas y José María Marcos. |
TODO EMPEZÓ CON
MISERY
—Vayamos al
principio. ¿Cuándo comenzó esta pasión por la literatura?
—Empecé, creo yo, a los quince o dieciséis años. Fue después
de leer por primera vez un libro de Stephen King: Misery, para ser exactos. Recuerdo lo que sentí cuando terminé
aquel libro. Algo de tristeza por tener que deja atrás una historia que me
encantó y ganas de escribir algo igual. Por otro lado, cuando tenía diez años,
o tal vez nueve, un tío político me dejó ver por primera vez una película de
terror, su nombre es Retribution, la
tradujeron como Alma asesina. En
mitad de la película se fue, y nos dejó solos a mí y a mi hermana, cuatro años
menor que yo. Poco después me dejó ver El
exorcista. Sigo pensando que fue irresponsable de su parte, pero gracias a
eso escribo lo que escribo ahora. Así que igual tengo que agradecerle.
—¿A qué escritores admirás?
—La influencia de Stephen King se nota mucho, en especial en
los primeros cuentos. Hace unos años decidí que tenía que abrir mi mente un
poco más, llegaron a mis manos libros de Peter Straub, John Saul, James Herbert
y Dean Koontz. Todos ellos me han influenciado en mayor o menor medida. Pero no
todo ha sido terror; también me encantan Elmore Leonard, Chuck Palahniuk y
Douglas Coupland, por ejemplo, y algunos escritores colombianos como Ricardo
Silva o Efraim Medina. De todos ellos he aprendido algo, tanto que mi novela
más reciente se aleja bastante del género, aunque igual tiene fantasmas. No
pude evitarlo.
—¿Qué libros te
marcaron?
—Definitivamente Misery,
de King. Del mismo autor, La larga marcha
y Apocalipsis. Out, de Natsuo Kirino, me parece una novela perfecta. Víctimas, de Dean Koontz, es
espectacular. El ladrón de chicle me
gustó tanto que planeo usar la misma estructura en mi tercera novela.
LAS MUJERES SON
MEJORES VILLANAS
El autor ha sido tallerista de creación literaria en
universidades, colegios y la Red
de Bibliotecas Públicas de Bogotá, tanto de creación literaria como de
escritura de guión. Escribe columnas de opinión en diferentes revistas
digitales.
—¿Qué obsesión aparece
con recurrencia en tus historias?
—El miedo, siempre. Me gusta hablar del asesino que todos
tenemos adentro y el tema del demonio y la religión me encanta, aunque no soy
una persona religiosa. Mis protagonistas suelen ser personas frustradas, y
estoy convencido de que las mujeres, por su naturaleza visceral, son mejores
villanas.
—¿Podés contarnos cómo
abordás el proceso creativo?
—La creatividad es un músculo. Para mí lo más complicado es
obtener una buena idea. Un punto de partida que en serio te mueva, que te
obligue a escribir. Después pienso en un buen final, prefiero tener claro para
dónde voy. Si tengo el principio y el final, lo demás es una labor de
secretaria, como si alguien te dictara al oído lo que debes escribir. Por
supuesto que a veces el final cambia, las historias y los personajes suelen
tomar vuelo y exigir ciertos puntos de giro, pero de eso se trata.
—¿Por qué elegís el
terror como modo de expresión?
—Para mí, el terror es útil a la hora de contenernos. Al
leer o escribir una historia de terror, o al ver una película, nuestra mente se
libera, y en cierto sentido hacemos todo aquello que jamás haríamos en la vida
real. Yo, por ejemplo, nunca asesinaría a alguien, mucho menos a martillazos
mientras en mis manos salpica la sangre y los trozos de sesos vuelan por todos
lados. Pero un de mis personajes lo hizo en mi primera novela, y debo confesar
que me sentí muy bien mientras lo escribía. En cierto modo, fui yo el que
cometió ese asesinato.
¿EL DIABLO MAL PAGA?
Vanegas se desempeña en el mundo audiovisual desde 2003, en
el campo de la producción, la investigación, la realización y la escritura de
guiones. Entre estos se destacan: “Celo”, en el que además es co-director, y
“Recordación”, producido y protagonizado por Alejandro Aguilar, afamado actor
colombiano. Esta impronta cinéfila se nota en su producción.
—¿Cómo nació Mal paga el Diablo (2012)?
—Una novia, a la que quise mucho y con la que tuve una
relación de seis años, trabajó durante algún tiempo en un casino. Era dealer.
Todos los días me contaba historias sobre los clientes. Alguna vez, ella misma
me regaló un bono para jugar. Lo hice y pude conocer de primera mano este
mundo. Mientras jugaba Black Jack pensaba: ¿y si pudiera saber qué carta viene?
Así nació la idea de venderle mi alma al diablo a cambio de conocer el futuro.
La idea, no obstante, me dio vueltas en la cabeza durante años antes de
decidirme a escribirla, me daba pánico embarcarme en una novela.
—La protagonista
central es ludópata. ¿Cómo trabajaste este universo? ¿Investigaste?
—Sí, durante un par de años jugué en casinos de manera
intermitente. Por alguna razón no terminé perdiéndome en aquel mundo, pero
conocí personas que sí, que no pueden concebir su vida sin jugar. Es triste,
muy triste.
—Es una novela muy
visual. ¿El cine está presente en su imaginario a la hora de escribir?
—Amo el cine. Me obsesiona. Mientras escribía soñaba con que
alguna vez alguien quisiera hacer la película. Eso es una realidad hoy en día,
el guión ya está listo, esperamos empezar rodaje a principios de 2015. Siempre
que escribo me imagino una película. Cuando dicto talleres les repito a mis
estudiantes hasta el cansancio: “Piensen en imágenes, más que en palabras”.
—¿Cómo ha sido la
recepción de los lectores?
—Ha gustado mucho, modestia aparte. No niego que tengo
detractores, pero ellos son tan necesarios como cualquier otro elemento en esta
maquinaria.
—¿Qué aporte pueden
hacer los escritores hispanos a este género de vasta tradición?
—Los hispanos somos más pasionales, más viscerales que los
gringos o los europeos. Eso puede ser una desventaja, claro está, pero bien
usado, puede marcar la diferencia.
HAY DESPERTARES QUE
SON ATROCES
La primera publicación de Vanegas ocurrió en 2010 con el
cuento “Tiene que hacerse”, escogido junto con otros quince relatos entre más
de 260, para la antología Qué relatos,
editada por la página web española Más
Cultura. También en 2010, el cuento “Parmenio, el invisible” ocupó el tercer
puesto entre más de 100, en la categoría Fantasía en un certamen de la misma
página. En 2011, “Equilibrio” salió tercero entre más de 600 relatos, en el
Concurso Historias Inversas. Ese mismo año fue escogido con “Una razón para
sonreír” para la antología Los iletrados,
avalada por el Ministerio de Cultura Colombiano. “Tiene que hacerse”,
“Equilibrio” y “Una razón para sonreír” integran Despertares atroces (2013).
—¿Cómo nació el
segundo libro?
—En realidad fue escrito antes que la novela, pero Mal paga el Diablo fue necesario a la
hora de que una editorial se decidiera a poner su sello y publicarlo. Si no
hubiera existido la novela, tampoco hubiera tenido una ilustradora dispuesta a
tomarse el trabajo de hacer once ilustraciones y seguro no hubiera tenido un
diseñador que aportara la portada. Nació gracias a una mujer (no termino de
entender, aún hoy, sus motivaciones), que fue la que me exhortó a dejar de
escribir “porque sí” y que más bien compilara los que consideraba mis mejores
cuentos.
—Son relatos de
distintas épocas. ¿Qué unidad encontrás en ellos?
—Todos nacen y culminan con alguna clase de “despertar”.
—E-ditorial 531
anunció que en breve saldrá tu segunda novela, No todo lo que brilla es sangre. ¿Podés adelantarnos algo?
—Como les dije, se aleja un poco del género que hasta hoy me
caracteriza y se acerca más a la novela de crimen. Aunque igual tiene uno que
otro ingrediente sobrenatural, y hay muertos y sangre y todas esas cosas que
nos encantan, nada de eso es el eje de la historia. Les puedo adelantar que es
más compleja que la primera, y personalmente, me parece mucho mejor. Cuenta la
historia de cuatro personas que deciden, por diferentes razones, unirse para
cometer un crimen, pero no tiene nada que ver con narcotráfico, prostitución o
todos esos temas tan recurrentes en mi país.
“STEPHEN KING ES UN
GENIO”
Al referirse al Maestro de Maine, Alvaro Vanegas expresó: “Stephen
King es un genio, de eso no cabe duda. Pocos como él, logran retratar las
oscuridades inherentes a la naturaleza humana, y las convierte en historias
que, lejos de pretender aleccionar, entretienen. Si tuviera que recomendar tres
libros de él, solo tres, elegiría: Misery,
El fugitivo y Doctor Sueño (este último, obviamente, después de haber leído El resplandor). Les aseguro que si
empiezan por estos, no van a poder parar. De las películas, aunque al autor no
le gustó, me encanta la adaptación de Kubrick de El resplandor, también Milagros
inesperados (malísima traducción del título), y, para mí, la mejor adaptación
de un texto de King: La niebla, de
Frank Darabont”.
ASÍ ESCRIBE. El cuento “Se mueven” integra el libro Despertares atroces, de Alvaro Vanegas (E-351, 2013), que puede
bajarse gratuitamente en PDF o EPUB (*)
Cuando Jorge abrió la puerta del apartamento no notó nada raro,
pero luego, detrás de la mesa de comedor, vio a su esposa Tatiana, agazapada en
un rincón, los ojos desorbitados, la piel brillante por el sudor, el pelo desordenado,
blandiendo un cuchillo con sus manos trémulas. Una punzada de pánico surcó el
pecho de Jorge, que abrió los ojos sorprendido y se quedó quieto, con la puerta
aún entreabierta, sin decidirse a entrar.
Tatiana ni siquiera se había percatado de la presencia de su
esposo, solo miraba al vacío.
—¿Tatiana? —atinó por fin a decir Jorge, con el ceño
fruncido.
Ella reaccionó inmediatamente. Lo observó sin reconocerlo en
un primer momento, para luego soltar el cuchillo e incorporarse de un salto, abalanzándose
a la humanidad de su esposo, quien cada vez se sentía más confundido. Lo abrazó
y rompió a llorar, balbuceando algo que Jorge no lograba entender. Él la abrazó
también por unos segundos y luego la apartó para mirarla a los ojos.
—Cálmate —le pidió—, no entiendo nada de lo que dices, ¿qué
pasa?
Tatiana pareció recuperar un poco la compostura, por lo
menos lo suficiente para hablar de manera articulada.
—Se están moviendo, te juro que se están moviendo —exclamó
con voz entrecortada.
—¿Moviendo? ¿Quién, de qué hablas?
—Ellos —respondió Tatiana señalando con su mano izquierda el
corredor que daba a las habitaciones — los muñecos de peluche.
—¿Los muñe...? —Jorge sacudió la cabeza como quien quiere
aclarar las ideas. La soltó y se apartó, mirándola con expresión severa—. ¿Es
una broma? ¿Qué quieres decir con eso?
—Se movieron, Jorge, se movieron —espetó Tatiana, a punto de
romper a llorar de nuevo y la mataron, mataron a Luisa.
Por un segundo, el mundo de Jorge se desdibujó. La angustia se
apoderó de él en un santiamén.
—¿Qué... qué dijiste? — preguntó.
—Ellos —repitió Tatiana—, ellos mataron a Luisa —dejó de
mirar a Jorge para observar con aprensión la puerta del cuarto de su hija —se movieron,
cobraron vida. Son asesinos despiadados. Cuando me di cuenta de lo que habían hecho
no me permitieron salir de apartamento. Me arrinconaron. Pero escucharon las llaves
en la puerta y corrieron a esconderse. Me salvaste la vida.
Jorge la escuchaba sin dar crédito al montón de sandeces que
mascullaba su esposa. No lo pensó más y se aprestó a correr hacia el cuarto de
Luisa, su hija de siete años. Tatiana se apresuró a detenerlo.
—¡No! —gritó ella, interponiéndose en el camino de Jorge—. No
vayas desarmado, llevá el cuchillo —dijo levantándolo del suelo.
Jorge empujó a su esposa por primera vez en casi nueve años
de casados.
—¡No seas ridícula! —profirió—. ¡No voy a entrar con un cuchillo
al cuarto de Luisa, la mataría del susto!
Ella lo miró consternada.
—¡Pero es que ya está muerta! ¿No lo entiendes?
Jorge no lo entendía, esa era la verdad. Corrió al cuarto de
su única hija sin imaginarse siquiera lo que esperaba tras esa puerta.
La carnicería con la que se encontró era algo para lo que no
estaba preparado. Su hija yacía muerta en la cama, con profundos cortes en todo
su cuerpo, rodeada de peluches inmóviles puestos de cualquier manera. Fueron
varios segundos en los que Jorge no pudo apartar la mirada de su hija fallecida.
Luisa, enmarcada por la sangre, aún tenía los ojos abiertos, incluso parecía observarlo.
Jorge creyó ver que uno de los peluches se movía y hasta le pareció que
sonreía, pero eso, por supuesto, era absurdo.
Y de pronto, con una claridad que surgió de la nada, Jorge
entendió...
Pudo sentir el abrazo mortal de su esposa. Tatiana, desde
atrás, con un movimiento preciso, rebanó el cuello de su esposo de lado a lado.
La sangre no se hizo esperar y abandonó el cuerpo de Jorge en un manantial
escarlata. Él logró, con sus últimas fuerzas, volverse para mirarla.
—Te lo dije —murmuró ella con auténtica angustia y mirando a
todos lados, asustada a más no poder— son ellos. Se mueven —con el cuchillo,
que ahora goteaba sangre, apuntó hacia los peluches—, ¡pero no van a poder
conmigo, engendros!
Acto seguido dio la espalda a Jorge, que con su último
hálito de vida la observó salir de la habitación.
Tatiana se agazapó en un rincón, los ojos desorbitados, la
piel brillante por el sudor, el pelo desordenado, blandiendo el cuchillo con
sus manos trémulas, la sangre de Jorge escurriendo por sus dedos.
—No van a poder conmigo —dijo con un hilo de voz, mirando a
cualquier parte—, no van a poder.
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