Blaise Orbañeja busca
el Tratado teórico del oficio de muerde muertos
y Jesús Figueras Yrigoyen quiere saber sobre el destino de su hermano Ignacio.
Cada uno tiene algo que el otro desea, y sólo juntos pueden llegar a descubrir
por qué el azar los ha puesto en el mismo camino. Redoblando su apuesta por el
terror, lo erótico, la trama policial y el realismo delirante, los hermanos
Marcos presentan una novela epistolar que transcurre entre Buenos Aires y
Salamanca, reconstruyendo los pasos de los extraños muerde muertos , que se
suman al panteón de los seres fantásticos de la mejor literatura universal.
¿Cuáles nombraría
cada uno como sus referentes literarios?
CM: En mi caso es
un poco más difícil pensar la influencia literaria. Trabajar en bibliotecas y
librerías de anticuarios te trae un revoltijo de lecturas imposibles. Trato de
leer todo lo que cae a la
mano y soy altamente influenciable.
JMM: En mi niñez:
Patoruzú, Patoruzito, Condorito, Sábados de súper acción, Hollywood en castellano y Kenia Sharp Club. En mi adolescencia:
los poetas surrealistas, con Artaud y Pizarnik a la cabeza. Más adelante: Ernesto Sabato, Enrique
Medina, Stephen King, Bernardo Kordon, Clive Barker, H.P. Lovecraft, Antonio
Dal Masetto, Alberto Laiseca y Liliana Bodoc. Hoy: un revoltijo de influencias
que va desde mis investigaciones relacionadas con los cuentos fantásticos,
raros, de horror y demás sobrenaturalezas, hasta infinidad de autores
contemporáneos que sigo, porque me gusta saber qué y cómo se escribe hoy.
¿Cómo nace el binomio
“los hermanos Marcos”?
JMM: Como
comentábamos antes, la lectura está íntimamente ligada con nuestra infancia,
con lo lúdico de aquella época, y también con nuestra adolescencia cuando
Carlos era el primer lector de mis textos, y yo, el primero de los suyos. Esa
intimidad, esa confianza, fue modelando ese binomio. Si retomo la anécdota
infantil: quizás todo haya nacido con la historia de un enano piojoso que bajó
de una carabela.
CM: El sello “los
hermanos Marcos” surge por un desacierto generalizado y por extenuación. Nos
viene ocurriendo desde siempre que muchos no saben quién es “Carlos ”, y quién, “José
María”. Viejos compañeros de infancia nos cruzan al día de hoy y nos saludan
como si fuéramos el otro; incluso, hace unos días, un tío nuestro que vive en
Francia y que viene muy de vez en cuando, comenzó una charla conmigo en un
asado familiar y la terminó telefónicamente con mi hermano. En el ámbito literario
lo mismo. “¿Vos leíste allá?”. “No, ése es mi hermano”. “¿Vos publicaste
aquello, o lo otro?”. “No, ese es mi hermano”. “¿Vos estuviste en tal
presentación?”. “No, ése es mi hermano”. Etcétera, etcétera, etcétera. Cosa que
ya nos divierte y no nos preocupa desmentir. Le seguimos la corriente a todo
despistado que nos pregunta a nosotros por nosotros mismos, o viceversa. En una
presentación de un libro donde tenía que hablar yo (a último momento se me
complicó), José María me reemplazó leyendo un texto que comenzaba: “Buenas
noches, soy Carlos
Marcos”. Así las cosas, para todos, es más sencilla la denominación “los
hermanos Marcos” que nos permite estar en varios lugares al mismo tiempo, y a
veces, en más de dos, gracias a lo esquizofrénico del ambiente literario.
JM: Además, hay
una gran tradición en el sello “hermanos”.
CM: Claro: los
Grimm, los Cuestas, los Cohen, los Karamazov, los Pimpinela, los Pinzon, los
Writh, los Kip, los Dalton, las hermanitas diabólicas, los Lumière, los
Wachowski, los Maristas, las Brönté, los Marx, los Lopilato, los Ábalos, los
Schoklender, los Expósito, los Tanner, los Warner, los Podestá, los Visconti,
los Macana... Algunos ejemplos son más felices que otros, pero que, al fin y al
cabo, componen una lista a
la que queríamos sumar la denominación “los Marcos”.
Siendo hermanos les
deben consultar siempre por sus semejanzas. ¿Cuáles son sus diferencias
formativas y estéticas?
CM: No voy a
simplificar la tarea de los lectores, pero recurriendo a algunos lugares comunes
bastante endebles, uno es más épico y otro más poético, uno más barroco y otro
más gótico, uno más onírico y otro más descarnado, uno trata de olvidar la
realidad trasponiendo lo imaginario y otro trata de olvidar lo imaginario
traspasando los rasgos de la realidad. Es decir: uno es más un traje de
ceremonias y otro más un traje de combate, pero tratamos a un mismo tiempo que
sean de buena tela, con una buena costura y una buena hechura.
En una sola frase,
¿cómo se definiría el uno al otro?
CM: Para mi
hermanito tendría varias frases elogiosas. Una, la que primero pensé casi
automáticamente y que José repite en más de una oportunidad: “Denme lo que he
venido a buscar y me iré”, que pertenece a un personaje de Stephen King. Empeño
y desafío en un solo golpe.
JMM: Imaginación
en estado puro. Uranio 235 natural. Una muestra de ello es el libro iluSORIAS, que saldrá en mayo de 2013,
con 165 artistas plásticos que ilustran la novela Los sorias, de Alberto
Laiseca. Es una idea que se le ocurrió a Carlos y que puso en marcha de la mano de Mica
Hernández.
JMM: Ha sido una
experiencia muy enriquecedora y lo que más nos enorgullece es haber logrado una
tercera voz, que no es de
Carlos ni de José María, sino de los hermanos Marcos, pues
nuestras obras individuales son muy diferentes. Eso fue algo que aprendimos en
el proceso, y por eso ambas novelas llevan el subtítulo “quién alimenta a
quién”.
Muchos autores hablan
de sus libros como hijos. ¿Cómo se siente esta paternidad compartida? ¿Existe
una diferencia de percepción con sus libros en solitario?
CM: Yo me levanto
por las noches a darle la teta. En cambio, José le cambia los pañales. Nos
complementamos bastante bien y los acompañamos mucho juntos. No, de verdad: es
un placer, nos divierte y siempre lo hemos tomado como una extensión de crédito
en nuestros juegos infantiles. En solitario nos convencemos de cualquier cosa.
A mí me gusta pensar que es una novela erótica, con ribetes macabros, y José
que es una novela de horror, con detalles eróticos. A lo mejor, sea ambas
cosas, y eso nos permite seguir brincando cada uno su propia cuerda, en una
misma travesura.
Al fundar la editorial Muerde
Muertos, ¿ya contaban con la explicación de la marca, o esta surgió recién al
proyectar la novela?
CM: El nombre de
la editorial es
anterior a la
novela. Cuando comenzamos a barajar nombres, el término “muerde muertos ” salió de
un viejo cuaderno de apuntes, de datos raros, extravagantes y pavadas totales
que todos llevamos como parte de la tarea de escribir. Está tomado de una
pequeña nota al pie de un libro de Bruguera, de una colección que se llama “Los
enigmas del mundo”. Es un ensayo sobre fenómenos paranormales y seudo
científicos que rozan lo fantástico y lo increíble. Se nombraba allí a los
“croque morts” muy ligeramente. Investigando un poco, la anécdota resultaba
fascinante, y una traducción oportuna al castellano colocaba a la profesión a la altura de la sociedad Marcos
& Marcos. La novela ahonda un poco más en esa mitología y le agrega toda
una teología al sello editorial.
JMM: El concepto
“muerde muertos ”
era tan fuerte, que, luego de poner en marcha la editorial, se nos ocurrió que
la nueva novela debía llamarse así, para de paso dar a conocer cuáles son
nuestras inclinaciones estéticas. En esta segunda novela siempre iba a existir
un libro, lo que no sabíamos era que iba a terminar llamándose el Tratado del
oficio del muerde muertos.
¿Cómo toma forma en
el imaginario de los hermanos Marcos el oficio de muerde muertos ? ¿Existe
alguna referencia cinematográfica o literaria que los haya influido en esta
creación en particular?
CM: No hay muchas
referencias al oficio. Igual vale agregar que nuestra idea, tanto en esta
novela como en la anterior, fue comenzar en un escenario clásico, hasta
remanido te diría. Recuerdos parásitos
se iniciaba con el protagonista escapando, cuando medio extraviado encuentra un
cadáver en la noche en un pueblo perdido. Muerde muertos se inicia
con la búsqueda de un manuscrito y un hermano desaparecido, de modo que se
inscribe en una genealogía imposible de detallar, que citamos constantemente
hasta reírnos de ella.
JMM: El uso del
procedimiento epistolar no surge como homenaje o referencia a obras clásicas,
sino porque nuestro padre (nacido en Salamanca en 1931 y venido a la Argentina en 1949) sigue hasta
hoy manteniendo una fluida comunicación con la familia de allá, a través de
cartas, donde es capaz de relatar largas peripecias, muchas dignas de obras
literarias. De niños, a su vez, ese intercambio nos maravillaba, porque las
cartas que llegaban de Salamanca estaban plagadas de cosas que nos parecían
sacadas de Las mil y una noches, y entonces, ese Salamanca imaginado por
nosotros, que es el que aparece en la novela, era el lugar propicio para la
concreción de ciertos prodigios.
¿Cómo surge la idea
de los dos protagonistas y de sus motivaciones?
CM: A los
protagonistas les otorgamos nuestras profesiones, o, mejor dicho, las ideas
trucadas de nuestras respectivas profesiones. Buscamos que fueran dos sujetos
que hubiesen transitado sus quehaceres con cierta pasión, pero que se
encontraran retirados y que alguna vieja deuda los mantuviera alertas.
JMM: Traté de
exacerbar en el periodista una mirada desencantada que otorga una profesión que
oscila entre el pragmatismo y cierta ética, entre la búsqueda de la verdad como
valor máximo y la decepción de ser apenas el furgón de cola del poder, que en
última instancia siempre termina decidiendo qué es la verdad.
¿En algún momento
trastabillaron o se sintieron acotados por la decisión de embarcarse en una
novela epistolar?
CM: Pienso que
este procedimiento nos ayudó muchísimo para desarrollar nuestras contradicciones,
para poder avanzar y canalizar cualquier discusión a través de la
correspondencia. Allí se daba el duelo, el contrapunto. Se nota y eso la hace
interesante también por las discrepancias y las incongruencias del acuerdo.
JMM: En todas las
novelas que escribí, solo o con Carlos, viví siempre más o menos lo mismo:
arranco con la convicción de que estoy ante una idea genial, que esta vez voy a
escribir mi mejor novela. Empiezo lleno de optimismo y alegría, pero, a mitad
de camino, me asaltan las dudas, se me da por pensar que estoy arruinando la
idea maravillosa, o que en realidad no era para tanto, hasta que me llamo a
orden y me digo: “No hay peor novela que la que no existe”, y sigo adelante,
cortando y jibarizando cabezas, a troche y moche. Invierto esa tendencia a
creer que la mejor novela es la
que se está por escribir. Esa es una linda metáfora, pero
nada más. Las mejores novelas son las que están escritas. Y cuando pongo el
punto final siento un placer inigualable.
Uno de los aciertos
de la novela es la verosimilitud en los nombres de personajes y lugares. ¿Son
pura invención o se corresponden con alguna realidad?
CM: Como
escritores espiamos mucho ese reflejo tembloroso de la realidad, nos divertimos
con ese pasatiempo. En la novela hay de todo: personajes con nombres ficticios,
con nombres reales, múltiples referencias literarias, chistes internos,
complicidades con amigos y hasta pequeñas maldades cifradas. Pero todos los
personajes son reales: siempre son reales para nosotros. La ley de hierro,
invariablemente, es la musicalidad de los nombres, la arquitectura del acierto,
el equilibrio exacto entre la provocación y el homenaje. Persistentemente, una
sabia ingenuidad.
JMM: Para darle
encarnadura a mi personaje me basé en periodistas o escritores amigos que
tienen más o menos la misma edad que el personaje de la novela, y los hice
interactuar en la ficción. Eso me ayudaba a imaginarlo en determinado contexto
histórico, cultural, social, y verlo inmerso en cierta temporalidad. Una de las
personas que nombro al pasar es el historiador Víctor García Costa , quien forma
parte de una peña de intelectuales que se llama “La Mesa de los Jueves”. Mi
personaje, por la edad, podría ser parte de esa “Mesa”.
¿A la hora de escribir la novela,
pautaron capítulo a capítulo con precisión, esbozaron las líneas generales del
argumento y decidieron un final o ni siquiera eso?
JMM: Es muy
difícil pautar todo capítulo a capítulo. Hay escritores que dicen que lo hacen
de este modo. En mi caso me gusta imaginar un final posible y marchar hacia él,
y así fue cómo trabajamos.
CM: Creo que cada
uno decidió vivir el proceso de manera bastante disímil y aún recordarlo de
modo completamente opuesto. Me gusta pensar que, aunque jugamos con los mismos
soldaditos de plomo, él estaba en la primera guerra mundial y yo en la segunda,
y a pesar de eso, conquistamos Kamchatka a un mismo tiempo.
Ahora que hay una
especie de boom zombi que desdibuja su origen, sus metáforas y parábolas, ¿con
qué costado del fenómeno zombi comulga la novela Muerde
muertos?
CM: No sé si el
llamado “boom zombi” desdibuja en algo tanto al boom como al zombi. Por un
lado, a la
industria le da lo mismo que sea un zombi o una milanesa de soja hispano
parlante, si es que funciona, y por otro, no voy a decir que zombis y travestis
eran los de antes, no. Quizá podríamos pensarlo en términos de eficacia, y ahí,
sí, revisitar sus orígenes, sus metáforas y sus parábolas para actualizar
algunas ideas. Mientras tanto, la novela, nosotros y los zombis compartimos esa
ideología fangosa, mezcla de orientalismo Zen y primitivismo cabeza dura, de
que el mundo tendría que marchar de otro modo. Como los zombis, tenemos la
simple confianza en las virtudes del amor universal hacia la carne literaria,
la sangre de la lectura y las vísceras travestis del arte.
JMM: El zombi
moderno es un monstruo que nace en el cine en 1968 con George Romero, con la
colaboración involuntaria de Richard Matheson y su novela Soy leyenda. A mi juicio, este zombi es el monstruo que habla mejor
de nuestros tiempos: un ser sin trascendencia, que sigue caminando pese a estar
muerto. En el caso de nuestra novela, la presencia zombi está más influenciada
por el viejo zombi que viene de África, que es una especie de ser manipulable y
que contempla la dimensión religiosa. Nuestra novela en sí es una novela gótica
que sigue trayendo un poco de oscuridad y de escepticismo ante lo establecido.
Es una novela que nos recuerda que la realidad se nos puede agrietar en un abrir y
cerrar de ojos.
Nota publicada en enero de 2013.
Nota publicada en enero de 2013.