José María Marcos, Fernando del Rio, Carlos Marcos y Sebastián Chilano. |
A continuación, Carlos sostuvo: “Es un placer compartir esta
mesa con Fernando del Rio y Sebastián Chilano, porque nos gusta mucho lo que
han hecho a dúo en Furca y El geriátrico. En lo personal, disfruto
de escribir a cuatro manos porque la novela es una ciudad silenciosa y
completamente vacía, donde si no hay alguien, como en este caso mi hermano, me
pierdo y no hay palabra posible que me ayude a encontrar el camino. Tanto en la
escritura de nuestra novela anterior, Recuerdos
parásitos, como en esta, Muerde muertos , seguimos
trabajando con el pasado, y mi hermano funciona como un personaje que me remite
a un espacio donde podemos seguir jugando, algo que es clave para la creación. Trabajamos
sobre un concepto heideggeriano, que
es muy difícil de explicar, pero que una sobrina de 6 años pudo mostrármelo muy
sencillamente. Una tarde, me dijo que podía leerme el pasado, el presente y el
futuro. Sostenía un mazo de cartas. Me insistió tanto que, al final, acepté su
propuesta. Le pregunté por el presente, y tras cerrar los ojos y volver a
abrirlos, me respondió: ‘Aquí estamos’. Le pregunté por el futuro y me
respondió: ‘En el futuro los autos van a volar, las casas van a ser redondas, y
vos vas a ser re-viejo’. Cuando llegamos al pasado, me dijo: ‘Con el pasado
podés hacer lo que quieras’. Me pareció una respuesta genial, porque, en
definitiva, es lo hemos hecho nosotros en estas experiencias narrativas, en
relación a nuestro pasado en común”.
LA SOMBRA DE IGNACIO
Los hermanos Marcos junto a un nuevo lector muerde muertos: Facundo Gabriel. |
José María: —Una
novela es una historia de largo aliento. Cuando comienzo a escribirla suelo
imaginar el principio, cierto nudo y el desenlace. Ciertamente, suelen existir
lugares en blanco, con muchos elementos imprecisos, que hay que ir moldeando.
Algunas cosas quedan en el camino, y en su lugar surgen otras. Al menos en mi
caso me gusta tener un final hacia donde ir, aunque puede pasar que las mismas
acciones te lleven a replantear ciertos aspectos. En el caso de esta novela, el
final estaba desde el principio. Pese a esto, parte de nuestro juego es
incomodar al otro con ciertos giros imprevistos, para obligarlo a esforzarse a encontrar
nuevas salidas, nuevos caminos, que nos lleven al mismo destino. Resumiendo: en
el caso del personaje que a mí tocó (Jesús Figueras Yrigoyen) era fundamental
la sombra de ese hermano muerto, y escribí bajo esta premisa.
Carlos: —En mi
caso, no sé. Cada uno se hizo cargo de un personaje: dos viejos que intentaban
llevar adelante sus vidas y la búsqueda. Pero, como dije, para mí la novela es
una ciudad vacía y siempre me olvido de hacia dónde vamos. De hecho, mi
hermano, desde su faz malvada de editor, en algún caso me ha liquidado algún
personaje menor que no encajaba.
Sebastián Chilano:
—¿Sienten que el germen de la novela está en el primer capítulo?
Carlos: —Creo que
es fundamental ese capítulo porque se plantea un escenario de poder y de
extorsión. De allí en adelante las acciones comienzan a desarrollarse y a
tensarse.
José María: —Sin
duda es así. Carlos
escribió esa primera carta, y cuando me la mostró, automáticamente me pregunté:
“¿Qué haría Jesús Figueras Yrigoyen?”. Y pensé: la primera reacción sería
pensar en tirar la carta a
la basura, aunque de inmediato diría: “Sé que me están extorsionando, pero no
me aguanto no saber”. Cuando abracé esa certeza, supe que ahí estaba el motor de
la novela.
Sebastián Chilano:
—Me llamaron la atención los nombres de los personajes. ¿Tienen alguna
connotación especial?
Carlos: —Todos
los nombres tienen una carga previa, por diversos motivos. A veces remiten a
personas reales de nuestra infancia o de la actualidad, y otras a personajes de
ficción.
José María: —En
mi caso, trabajé con varios nombres de periodistas que hoy tienen entre 70 y 80
años. Los imaginé colegas de mi personaje, para situarme en una época y una idiosincrasia,
y fueron una guía fundamental.
Fernando del Rio:
—Esta novela tiene una estructura muy diferente a las nuestras (Furca y El geriátrico), porque se trata de acciones que se cuentan a través
de cartas consecutivas. ¿Cómo fue trabajar con este formato? ¿Los limitó de
alguna manera?