“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

ESCRITURA 4 X 4: MUERDE MUERTOS

En el marco del 2º Festival Azabache de Novela Negra y Policial, presentamos con mi hermano Carlos la novela Muerde muertos (quien alimenta a quién...), acompañados por Fernando del Rio y Sebastián Chilano, quienes han escrito a dúo dos novelas. A continuación, parte del INFORME ESPECIAL sobre el festival preparado por la revista INSOMNIA.

José María Marcos, Fernando del Rio,
Carlos Marcos y Sebastián Chilano.
Apenadas iniciado el festival, el jueves 11 de mayo de 2012 se concretó la presentación de Muerde muertos (quién alimenta a quién…), la segunda novela de los hermanos Carlos y José María Marcos (Muerde Muertos, 2012), quienes conversaron con Fernando del Rio y Sebastián Chilano. “Esta novela es una suerte de declaración de principios. Su nombre es el mismo de la editorial, porque nuestra intención fue crear una obra que ponga de manifiesto cuál es nuestra posición ante la literatura. Las dos principales líneas de la editorial son Muerde, para lo erótico, y Muertos, para el horror, y aquí se unen porque creemos que el miedo y el deseo son dos caras de una misma moneda. Este año, incluso, reeditamos Beber en rojo (Drácula), de Alberto Laiseca, que forma parte de esta mirada fundacional —explicó José María Marcos, en el comienzo de la presentación—. Por otra parte, la novela busca contarles a nuestros lectores qué son los muerde muertos, que se hallan entroncados dentro de una tradición de oficios populares muy vinculados con el animismo y la magia”.
A continuación, Carlos sostuvo: “Es un placer compartir esta mesa con Fernando del Rio y Sebastián Chilano, porque nos gusta mucho lo que han hecho a dúo en Furca y El geriátrico. En lo personal, disfruto de escribir a cuatro manos porque la novela es una ciudad silenciosa y completamente vacía, donde si no hay alguien, como en este caso mi hermano, me pierdo y no hay palabra posible que me ayude a encontrar el camino. Tanto en la escritura de nuestra novela anterior, Recuerdos parásitos, como en esta, Muerde muertos, seguimos trabajando con el pasado, y mi hermano funciona como un personaje que me remite a un espacio donde podemos seguir jugando, algo que es clave para la creación. Trabajamos sobre un concepto heideggeriano, que es muy difícil de explicar, pero que una sobrina de 6 años pudo mostrármelo muy sencillamente. Una tarde, me dijo que podía leerme el pasado, el presente y el futuro. Sostenía un mazo de cartas. Me insistió tanto que, al final, acepté su propuesta. Le pregunté por el presente, y tras cerrar los ojos y volver a abrirlos, me respondió: ‘Aquí estamos’. Le pregunté por el futuro y me respondió: ‘En el futuro los autos van a volar, las casas van a ser redondas, y vos vas a ser re-viejo’. Cuando llegamos al pasado, me dijo: ‘Con el pasado podés hacer lo que quieras’. Me pareció una respuesta genial, porque, en definitiva, es lo hemos hecho nosotros en estas experiencias narrativas, en relación a nuestro pasado en común”.

LA SOMBRA DE IGNACIO

Los hermanos Marcos junto a un nuevo lector
muerde muertos: Facundo Gabriel.
Sebastián Chilano:Muerde muertos comienza cuando un personaje (Jesús Figueras Yrigoyen) recibe en Salamanca una carta, donde lo invitan a la aventura de buscar un libro. A cambio, le proponen revelarle lo que pasó con su hermano Ignacio, que ha muerto. Este hermano es un personaje sin voz que termina siendo como un Dios omnipotente que recorre toda la novela. ¿Fue intencional que esta sombra recorriera la novela de comienzo a fin?
José María: —Una novela es una historia de largo aliento. Cuando comienzo a escribirla suelo imaginar el principio, cierto nudo y el desenlace. Ciertamente, suelen existir lugares en blanco, con muchos elementos imprecisos, que hay que ir moldeando. Algunas cosas quedan en el camino, y en su lugar surgen otras. Al menos en mi caso me gusta tener un final hacia donde ir, aunque puede pasar que las mismas acciones te lleven a replantear ciertos aspectos. En el caso de esta novela, el final estaba desde el principio. Pese a esto, parte de nuestro juego es incomodar al otro con ciertos giros imprevistos, para obligarlo a esforzarse a encontrar nuevas salidas, nuevos caminos, que nos lleven al mismo destino. Resumiendo: en el caso del personaje que a mí tocó (Jesús Figueras Yrigoyen) era fundamental la sombra de ese hermano muerto, y escribí bajo esta premisa.
Carlos: —En mi caso, no sé. Cada uno se hizo cargo de un personaje: dos viejos que intentaban llevar adelante sus vidas y la búsqueda. Pero, como dije, para mí la novela es una ciudad vacía y siempre me olvido de hacia dónde vamos. De hecho, mi hermano, desde su faz malvada de editor, en algún caso me ha liquidado algún personaje menor que no encajaba.
Sebastián Chilano: —¿Sienten que el germen de la novela está en el primer capítulo?
Carlos: —Creo que es fundamental ese capítulo porque se plantea un escenario de poder y de extorsión. De allí en adelante las acciones comienzan a desarrollarse y a tensarse.
José María: —Sin duda es así. Carlos escribió esa primera carta, y cuando me la mostró, automáticamente me pregunté: “¿Qué haría Jesús Figueras Yrigoyen?”. Y pensé: la primera reacción sería pensar en tirar la carta a la basura, aunque de inmediato diría: “Sé que me están extorsionando, pero no me aguanto no saber”. Cuando abracé esa certeza, supe que ahí estaba el motor de la novela.
Sebastián Chilano: —Me llamaron la atención los nombres de los personajes. ¿Tienen alguna connotación especial?
Carlos: —Todos los nombres tienen una carga previa, por diversos motivos. A veces remiten a personas reales de nuestra infancia o de la actualidad, y otras a personajes de ficción.
José María: —En mi caso, trabajé con varios nombres de periodistas que hoy tienen entre 70 y 80 años. Los imaginé colegas de mi personaje, para situarme en una época y una idiosincrasia, y fueron una guía fundamental.
Fernando del Rio: —Esta novela tiene una estructura muy diferente a las nuestras (Furca y El geriátrico), porque se trata de acciones que se cuentan a través de cartas consecutivas. ¿Cómo fue trabajar con este formato? ¿Los limitó de alguna manera?
José María: —Las limitaciones a veces son también estimulantes, porque generan nuevas posibilidades. Nosotros queríamos contar esta historia, mitad en Buenos Aires y mitad en Salamanca, para trabajar nuestros recuerdos vinculados a la ciudad donde nació nuestro padre en 1931 y vivió hasta los 18 años. Para nosotros, Salamanca tiene una carga muy especial. Antes de viajar efectivamente a España, nosotros conocimos Salamanca merced a los relatos familiares y a las cartas de nuestras tías que, mes a mes, llegaban a nuestro pueblo, Uribelarrea. En la niñez, esas cartas venían de lugares lejanos, llenos de magia y misterio, donde habían ocurrido grandes epopeyas. Todo esto era amplificado por la mirada de nuestro padre, quien, nostálgico de su tierra, nos contaba con orgullo que Salamanca habría sido fundada por Hércules. Allí radica el origen de la novela: el pasado en común, construido por palabras. No quisimos que una primera persona contara la historia simplemente, ni que un narrador omnisciente lo hiciera, sino que las cartas fueran contando la historia, a la manera en que nosotros fuimos conociendo Salamanca. A su vez que este formato nos permitió dejar plasmados nuestros puntos de vista divergentes, también posibilitó mostrar cómo toda historia es siempre un relato colectivo y una forma de evocar lo que inevitablemente se va perdiendo.