Don Verídico ultimaba detalles para abandonar la Tierra
mientras la Duvija cebaba unos mates. Afuera del rancho los esperaba la nave
que los llevaría a la
NASA. Fiel a su costumbre, el gaucho hablaba:
—Yo conocí a un mozo que amaba a su tierra por sobre todas
las cosas.
—Un buen muchacho sería.
—Bueno era, sí, pero no se bañaba nunca. Pocogiénico decía
que la riqueza del hombre estaba en la tierra. Un día le crecieron plantas en
los bolsillos del pantalón.
—¿De qué tipo?
—De zapallo. Al principio andaba de un lado para el otro con
las ramas que asomaban, orgulloso, pero al final tuvo que quedarse en la
catrera. Pesaban mucho.
—Qué lo parió, che.
—Sí, parió zapallos. Parecía un buen negocio, el de Pocogiénico,
pero no se los pudo comer, porque salieron igualitos a él. Se hizo carnívoro y
empezó a perseguir al perro.
—¡Ay, mi Dios! El perro es el mejor amigo del hombre...
—Pocogiénico no se achicaba ante ninguna vocal y decía que
el perro es el mejor amigo del hambre.
—¿Y se lo comió?
—No. Tuvieron que negociar. En una mitad del rancho vivía el
perro y del otro Pocogiénico y sus zapallos.
—¿Y qué pasó con los zapallos?
—Pocogiénico no resultó gran padre y nunca consiguió que
hablaran.
—Cosa de no creer. ¿Y cómo terminó todo?
—Los zapallos se hicieron amigos del perro y empezaron a
ladrar. Juntos decidieron echarlo a
la calle.
—¡Desagradecidos!
—No tanto. Lo ataron con una cadena para que cuidara el
rancho y lo instruyeron en el
arte del ladrido. Y él, cansado de la tierra, aprendió a
mirar la luna con la ilusión de los poetas.
Nota: Don
Verídico es un personaje popular creado por el escritor uruguayo Julio César
Castro (1932-2003), característico por un tipo de humor absurdo ligado al mundo
rural.
(*) El relato forma parte de la edición Nº 119 de miNatura, dedicada al género breve fantástico. Especial “El día en el que abandonemos la tierra”.