“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

Buenas chicas malas

Mil clavados  (Carne Argentina, 2017) , de Natalí Tentori, y Una chica de provincia (Gárgola, 2007), de Selva Almada

Recientemente se presentaron los libros Una chica de provincia, de Selva Almada, y Mil clavados, de Natalí Tentori. El de Selva Almada pertenece a la Colección Laura Palmer no ha muerto, dirigida por Ricardo Romero para la editorial Gárgola, mientras que el de Natalí Tentori se halla publicado mediante Carne Argentina. Aunque se trata de dos universos distintos, hay una red que los contiene: el escritor Alberto Laiseca, su maestro.
En el caso de Almada, el autor de Los sorias hizo la presentación del libro calificándolo como un “objeto deslumbrante”. “Decir que este libro está bien escrito es insultarlo —destacó Laiseca—. Tiene profundidad. La profundidad que da el genio y no el talento, cosa poco frecuente en literatura”. Una chica de provincia contiene tres historias breves que hablan de la vida a partir de la muerte (según la autora, “mi trilogía de Entre Ríos”). El registro en primera persona al estilo del género memorias, sumado a los escenarios, el lenguaje y algunos tópicos compartidos, provoca que los tres relatos puedan leerse como una sola narración. Hay una mínima trama en cada uno, pero la clave está en la descripción minuciosa que gira alrededor del abismo que obsesiona a la autora. Dice por ejemplo Almada: “Una tensión erótica atravesaba el aire como ocurre siempre en la desgracia. Las tetas caídas y estriadas de las vecinas, de golpe, parecían llenar los corpiños. Se endurecían los traseros como botones de rosa. Goteaban mieles de camatí de los muslos”.
Mil clavados es un delicioso libro de relatos, donde la trama permite que se luzcan los giros de humor negro de la autora, algunos pasajes melodramáticos y la evocación a los juegos de la infancia. Cierra un largo poema, Juraría que estaba moviendo la cola cuando lo pisó el camión, donde quizá se halla concentrado lo mejor del estilo de Tentori. En él se cuentan el drama de un niño y de su perro, atropellados por un camión. Las descripciones de la escena, del hospital y del post accidente son una belleza. Cuenta en un momento: “En la ruta el acompañante maneja / impávido / alerta / le corre un asco por la garganta / el exceso de calor, la noche… y le aterra que eso sea todo / que no amanezca nunca / así la vida / una vela prendida en alguna parte / un perro muerto en su haber / un chico herido / un amigo que ahora no está / una mujer esperándolo”. Tentori dedicó su libro a “tres magos de la palabra: Haidée Montesano, Alberto Laiseca y Margarita Roncarolo”.
Como el nombre-chiste del libro de Ute Ehrhardt que dice “las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes”, estos libros pueden llevarnos un poco al cielo, un rato al infierno, y a otros tantos sitios donde ni Dios ni el Diablo sabrían cómo llegar de no ser porque hay buenas chicas malas, como Tentori y Almada. (Por José María Marcos, La Palabra de Ezeiza, 15-12-07)