Reseña de Buscolafelicidad.com de Laura Massolo (Extremo Negro, 2015), para Periódico Irreverentes por José María Marcos (*)
Hace más de veinte años atrás, Aníbal Ford (1934-2009), escritor, periodista y teórico de la comunicación, se preguntaba sobre el impacto de los nuevos medios en la sociedad. Le intrigaba especialmente saber qué sería de aquellos sectores hundidos en la pobreza que, en vez de recibir ayuda económica concreta para salir de su situación de vulnerabilidad, recibían cada vez más estímulos de productos y servicios a los cuales difícilmente accedieran. En su libro Navegaciones (1994), Ford señalaba que si bien la crisis mundial no era responsabilidad de los medios, su desarrollo producía transformaciones complejas en la percepción y en la construcción de sentido.
La novela Buscolafelicidad.com de Laura Massolo, finalista del Concurso Extremo Negro 2015, parece compartir esta preocupación e indaga sobre el impacto del uso de internet en la biografía de Patricia Mabel Bello, una joven de treinta años que no trabaja y vive aún con su madre en un barrio de la periferia del Conurbano argentino, tal vez del segundo cordón donde lo rural se confunde con lo urbano. Dicha zona se manifiesta a través de los ruidos que llegan desde el exterior, los diálogos, las visitas inesperadas, un viaje en colectivo. Son pequeñas dosis que pintan la desazón con maestría.
La muchacha es atractiva, pero un poco lenta. Cursa repostería y hace terapia. Su refugio de una guerra silente es una habitación dentro de la casa mantenida por el marido de su madre, quien maneja un remís y obtiene el dinero de manera peligrosa. En su madriguera, Patricia se transforma en Tristeza —un personaje sin pasado— para participar de un foro digital donde recibe consejos de Sabio, Nerón, Nicole y otros avatares. Ellos utilizan palabras alentadoras, risueñas o difíciles que le permiten imaginar un destino diferente. A veces, el remisero se cansa de que use la computadora, corta la energía eléctrica, y hasta esa luz de esperanza se vuelva intermitente.
Poco a poco, el entorno y el mundo virtual comienzan resquebrajarse y a confundirse. Al tiempo que se manifiestan las carencias del foro, su entorno revela su rostro menos amable. Patricia/Tristeza parece no entender lo que sucede, o quizá, por sentirse incapaz de torcer el destino, se deja llevar sin demasiada resistencia por el tour del naufragio.
Suele decirse que los hombres estamos hechos de historias. Eduardo Galeano les reprochó a “los científicos” que dijeran que sólo somos átomos. No sé si el autor de Las venas abiertas de América Latina conocía la frase del divulgador Carl Sagan que —apelando a la poesía, para explicar nuestra constitución física— señaló que estamos formados por polvo de estrellas; a Galeano, tal vez, le hubiera gustado.
A través de una notable construcción de personajes y atmósfera, Laura Massolo se pregunta qué seríamos si olvidamos que somos herederos de una historia social y parte del cosmos, y en qué nos convertiríamos si nos resignamos a perder el espacio público aceptando que nuestro único campo de expresión está en las redes sociales. Quizá valga la pena salir a la calle y descubrir que la vida también puede ser algo tangible. No vaya a ser cosa que nos convenzan de que nuestros sueños y la libertad son apenas un puñado de bits.
(*) Publicado el jueves 23 de junio de 2016