“El fondo del corazón es árido. El hombre siembra sólo aquello que puede… y lo cuida”. Stephen King, Cementerio de animales

La Mesa de los Jueves | Las tumbas, 35 años

La primera novela de Enrique Medina, que describe la crueldad y la opresión dentro de los institutos de menores, apareció en 1972 y marcó un hito dentro de la literatura de habla hispana.


Por José María Marcos | La Mesa de los Jueves, Nº 32/34, pág. 24, abril-junio de 2007

Galerna reeditó una obra clave de la literatura argentina: Las tumbas, de Enrique Medina. En esta ocasión se le ha agregado un “Glosario” (con expresiones del lunfardo) y una “Advertencia del autor”: “No importa que uno haya dejado de ser uno y ahora sea otro. El libro adquiere su independencia al ser publicado. Borges presumió de ocultar ciertas páginas. Céline pretextaba que si no hubiera tenido que ganarse la vida lo habría suprimido todo. Quizás exageraban, o no; vaya a saberse. Hay otros caminos: La mano en el pecho, es uno”. Medina sabe de qué habla: esta novela se publicó por primera vez en julio de 1972 cuando él tenía 34 años, el mundo era otro, y ya han pasado casi cuatro décadas. En esta edición pueden apreciarse pequeñas modificaciones y supresiones de algunos términos, así como la reagrupación de algunos párrafos y la eliminación de varios puntos suspensivos, pero no hay reformulación de la historia original: las peripecias de un niño que es testigo-víctima de las relaciones de poder dentro de los reformatorios. Su forma de narrar, corrosiva y directa, sigue sonando actual quizás porque, como dijo el escritor dominicano Manuel del Cabral, lo principal de la literatura no sea el estilo, sino el contenido: “El Quijote no tiene estilo, es hueso puro y por eso sigue estando vigente. No tiene una sola página que no tenga jugo”. Desde esta lógica, Medina nos sacude al comienzo diciendo sin medias tintas: “Había terminado el segundo de la primaria cuando me internaron. Me puse a llorar como un desesperado al darme cuenta de que me iban a separar durante mucho tiempo de mi vieja. Ella lloraba, pero se iba”. Un párrafo que encierra el germen de la iniciación en un mundo brutal, donde el protagonista deberá luchar solo para no terminar muerto en un reformatorio a causa de los golpes de las celadoras, o para escapar del destino de hampón que sí cumplirá su amigo de cautiverio, quien ilustrará con su foto la sección Policiales de Crónica. Tanto David Viñas como Rodolfo Walsh elogiaron la aparición de Las tumbas, que marcó el inicio de una obra que incluye la publicación de veintitrés libros y traducciones al inglés, portugués, italiano, francés, húngaro y checo, además de adaptaciones para el cine y el teatro. Para quienes nunca leyeron a Enrique Medina, la nueva edición de Las tumbas representa una buena posibilidad de descubrir un autor imprescindible de nuestra literatura contemporánea.

► Rodolfo Walsh sobre Las tumbas (1972): “En esta campaña neumática los reclusos reconstruyen la pirámide social sobre su elemento primitivo, la fuerza. A ella se adhieren el prestigio, el dinero. Si el resultado parece una caricatura más que un reflejo de la sociedad externa, es sólo porque están suprimidas las mediciones innecesarias, las fábulas piadosas. En este mundo no hay casi más salida que el tránsito de víctima a victimario a través de una larga carrera de simulación y sometimiento. Solamente los mejores vislumbran otro horizonte: la delincuencia violenta que aparece purificadora porque inconscientemente apunta al corazón del mal, una sociedad putrefacta que encierra niños en campos de concentración. Los mecanismos narrativos de Medina no difieren quizá de los que el Pollo descubrió cuando trataba de contarle a su amigo Martínez cómo era el mundo. Esos mecanismos crean su propia retórica pero la retórica se disuelve frente a la brutalidad de los hechos. Entonces el lenguaje balbuceante se vuelve al mismo tiempo preciso, y esa confluencia produce los mejores momentos de un testimonio vigoroso y sorprendente sobre una categoría de presos sociales”. La Opinión, 8 de agosto de 1972