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INSOMNIA | El mundo de Claudio Ferraro

“Stephen King trabaja con la paranoia del mundo moderno”
 
Por José María Marcos | Especial para Insomnia | Edición 295 | Mayo de 2023


“En mayo de 1991 cumplí treinta años. Casado, enamorado y con una vida hermosa. Junto a Laura, mi compañera, ya teníamos dos hijas. Trabajaba en un banco liquidando sueldos y quería hacer otra cosa. Algo distinto. No sabía qué. Un día vi un aviso en el diario Página/12 en el que Ana María Bovo promocionaba un taller de narración oral de cuentos. Lo dictaba en el subsuelo del Foro Gandhi, sobre la calle Montevideo, en la ciudad de Buenos Aires. El taller costaba lo mismo que yo le pagaba por mes a mi psicoanalista. En la siguiente sesión fui y le dije que dejaba terapia. Había decidido aprender a contar cuentos. Imagino que el psicoanalista habrá pensado: enloqueció. Pero, bueno, así empezó todo”. Con estas palabras, el narrador argentino Claudio Ferraro recordó su primer paso hacia un universo que lo condujo a distintos escenarios durante más de treinta años. “Tengo la dicha de haberme presentado en toda la Argentina, desde Tartagal hasta Ushuaia, y también en Chile, Ecuador y Perú”, contó Ferraro, quien está por estrenar “El rey del terror”, un espectáculo de narración oral sobre cuentos de Stephen King, que lleva el subtítulo “Tres historias para descubrir que el mundo tiene dientes... y puede morderte en cualquier momento”. Las dos primeras funciones están programadas para los sábados 13 y 20 de mayo de 2023, a las 21 horas, en 743 Multiespacio Artístico (Cochabamba 743, ciudad de Buenos Aires). En diálogo con INSOMNIA, habló sobre los inicios, la trayectoria y su próximo trabajo.
—¿Guardás alguna escena de infancia donde reconozcas el germen de tu vocación?
—Me crié con mi abuela. Ella decía que me gustaba que me leyeran ficciones. No me acuerdo de eso. Sé que empecé a leer desde los cuatro años y medio. De mi infancia tengo una imagen de la tele: Andrés Percivale, periodista, locutor y actor, quien se sentaba en un banquito alto de madera, uno muy parecido al que uso yo, y todas las noches, al finalizar la transmisión del Canal 13, narraba un cuento. Un tiempo más tarde descubrí a Juan Verdaguer. Él contaba chistes, vestido de smoking, con economía de gestos. Sus historias tenían doble sentido, pero no decía groserías. Y están las películas. Me crié viendo el ciclo Sábados de Súper Acción, en Canal 11 (hoy, Telefé). Cada jornada, la primera película era de terror o ciencia ficción. Ahí descubrí al gran Vincent Price. Mucho tiempo después supe que muchas de esas pelis estaban basadas en historias de Edgar Allan Poe y Howard Phillips Lovecraft.
—¿Quiénes son tus referentes en el campo de la narración oral?
—La primera es Ana María Bovo. Con ella me formé, y al año de asistir a su taller, armé mi primer espectáculo. Hasta ese momento yo no sabía que había encuentros de narración oral. Enseguida conocí a Marta Lorente, luego a José Campanari y más tarde a Juan Moreno.
—¿Cuál fue tu primera presentación?
—“Relato incierto”, con una selección de textos de autores diversos. Me presenté en el auditorio de FM La Tribu, sobre la calle Lambaré. Vinieron a verme setenta y tres personas, en su mayoría eran amistades y familiares. Yo estaba muy contento por la respuesta del público. Fue fuerte y raro a la vez. Narré catorce cuentos en cuarenta minutos. Estaba acelerado y nervioso. Al mes siguiente hice otra función y estuve más relajado.
 
EL SUSPENSO, EL TERROR, EL HUMOR NEGRO
 
Claudio Ferraro ha presentado los espectáculos “Cuentos de terror para asustarse en familia”, “Inciertos relatos matrimoniales”, “El que las hace, las paga”,  “Segundas nupcias”, “A veces la Sombra: historia de un monstruo solitario”, “Soy leyenda”, “Y... ¿comieron perdices?”, “Deshormonizado”, “Del lado oscuro”, “Ingenioso y perverso” y “Estados alterados”, entre otros. En 2016 expuso en Ecuador la charla “Todos los miedos”, a partir de textos de Stephen King. En 2018 participó en Necronomicón, el libro del infierno, película dirigida por Marcelo Schapces, junto a Diego Velázquez, María Laura Cali, Victoria Maurette, Cecilia Rosetto, Daniel Fanego, Nico García, Claudio Martínez Bel, Claudio Da Passano y Federico Luppi.
—¿Cómo seleccionás los relatos?
—Al principio narraba cuentos de autoras y autores conocidos. Luego empecé a pensar en ejes temáticos. Tengo tres especiales con relatos matrimoniales; otro sobre la venganza; y uno para niños y niñas a partir de nueve años (“Cuentos de terror para asustarse en familia”). “Estados alterados” está formado por piezas de terror del siglo XIX, en el que decidí que no hubiera relatos de Edgar Allan Poe ni de H.P. Lovecraft. En 2022, para festejar mis treinta años contando historias, hice un homenaje a Roald Dahl. Ahora estoy con el de Stephen King. Es importante que sea clara la propuesta, que no sea algo genérico como “Los cuentos de la tarde”. Elijo cosas que primero me gustan a mí. Por suerte, el público acompaña.
—¿Con qué emociones trabajás?
—Juego con el suspenso y el terror. Siento que esa es mi identidad. Cuando empecé, pensaba que actuaba solo para lectores. Después me di cuenta de que no.  Vienen también personas que no leen, pero se enganchan igual. Desde hace quince o veinte años estoy trabajando mucho con el humor negro y el suspenso, también con el terror, por ejemplo, con los cuentos de la serie televisiva Alfred Hitchcock presenta. Hace veinticinco años conseguí los libros que contienen buena parte de las historias de ese ciclo. Un cuento modelo es “Cordero asado”, de Roald Dahl, donde una mujer comete el crimen perfecto al asesinar a su esposo con una pata de cordero congelada y luego se les da de comer a los policías que investigan. Esta historia juega con el humor, el suspenso, la comedia negra. Busco que el público se sorprenda. Me inclino por los finales inesperados. O con dos y con tres finales, como algunos textos del propio King.
—En tu repertorio, ¿qué cuentos nunca fallan?
—Los de Roald Dahl, autor de “Las brujas”, “Matilda”, “Charlie y la fábrica de chocolate”. Opino que Dahl es ingenioso y perverso. Los de Roberto Fontanarrosa. “La zarpa de mono”, de William Wymark Jacobs.
—¿Sabés por qué?
—Tocan temas universales. Por otro lado son relatos que narré muchísimas veces. Los tengo muy domados. Sé en qué momento va a funcionar cada historia, en esta escena se ríen, en esta otra se van a sorprender.
—Hiciste una adaptación de la novela Soy leyenda de Richard Matheson. ¿Sos de partir de novelas para tus narraciones?
—En dos oportunidades trabajé con una novela. La primera fue con A veces la Sombra: historia de un monstruo solitario de Esteban Valentino. Yo ya tenía ganas de hacer Soy leyenda, pero venía demorándome por su extensión. En un viaje a Tucumán conocí a Valentino. Me cayó bárbaro y me contó que se le ocurrió escribir su novela pensando en Soy leyenda. Así, primero, adapté A veces la Sombra. Cuando decidí hacer Soy leyenda, me di cuenta que debía hacer un guion. Estuve tres meses para escribirlo. Había escenas que tuve que adaptar de la escritura a la oralidad. Todavía tengo el cuaderno con el guion. Le pedí a Marta Lorente una supervisión y me sugirió narrarlo en primera persona, desde la perspectiva de Robert Neville, el personaje principal. De este modo me pude meter en la piel del protagonista que está solo frente a los vampiros. Pensar esta primera persona resultó algo muy poderoso.
 
ENSEÑANDO A NARRAR
 
Ferraro es docente, profesor de enseñanza primaria, y se desempeñó como maestro bibliotecario. Entre 1993 y 2009 coordinó talleres de narración para niñas y niños de 6° de la escuela primaria. Entre 2002 y 2021 fue profesor del taller Narración Oral de Cuentos, alcanzando once cátedras en profesorados de educación inicial y primaria en cuatro institutos de formación docente. En 2002 recibió el Premio Pregonero a Narrador Oral de Cuentos otorgado por la Fundación El Libro. “Compartí mi experiencia en los profesorados para que los y las docentes tengan a la narración como herramienta didáctica”, explicó en diálogo con INSOMNIA.
— ¿Podés describirnos la dinámica de tus talleres?
—Voy de lo más sencillo a lo más complejo. Trabajo con literatura, con cuentos de autor. Si el grupo es numeroso, la primera actividad es inventar una historia grupal. Eso permite que todos y todas cuenten un fragmento, y a la vez, escuchen lo que está pasando para poder continuar. Se cuenta “con” el público y no “para” el público, dice Juan Moreno. Hay que estar atento con lo que sucede. Por eso, cuando narro no está apagada la luz sobre el público, quiero ver los rostros. Después les pido que narren una anécdota personal significativa, agregando y sacando la información que crean necesaria para que la historia “funcione”. Esto permite visualizar un estilo, y a veces hasta habilita alguna recomendación. Suelo llevar cuentos literarios, a veces para narrar en grupo y otras para narrar solos. Determinados textos tienen cierta oralidad, son muy narrables. Luego eligen un texto y lo narran.
—¿Qué debería tener en cuenta aquel que quiera iniciarse en esta disciplina?
—Que le guste y que sienta que tiene alguna condición personal. Es un problema forzar esto. Todos y todas tenemos en nuestra familia alguien que comparte anécdotas en cada reunión. En general cuenta las mismas anécdotas y nos reímos en los mismos momentos. Esa persona es un narrador o narradora. Su objetivo no es armar un espectáculo, pero es un narrador espontáneo.
¿En qué se parece a la actuación y en qué se diferencia?
—Mucha gente que me ha visto dice que soy actor. Yo respondo que no soy actor, que soy un narrador oral de cuentos. Si algo tengo de actuación, lo pongo al servicio de contar historias. A veces sucede que compongo una voz para un personaje. Pero no soy de hacer miles de voces. Prefiero tener en claro la intención de los personajes y lo que quieren decir. Trabajo con textos que tienen muchos diálogos. Con estas voces, los personajes se arman en la cabeza del público. Respecto a la actuación: alguna vez me pasó de ver a algún actor que dice contar cuentos, cuando lo que está haciendo es decir el texto. Los narradores compartimos la “historia” encerrada en el relato literario, la “película” que se nos hizo en la cabeza. Esta es la gran diferencia.
 
“ME GUSTARÍA HACER UN GRAN REX”
 
—¿Cuál es el balance de estos treinta años de trayectoria? ¿Fuiste cumpliendo  tus metas?
—No sé si cuando empecé tenía una meta específica. Suelo hacer el chiste de que me gustaría hacer un Gran Rex contando cuentos, cosa que no sé si va a suceder. Viajé por toda la Argentina, desde Tartagal hasta Ushuaia, y me presenté en Chile, Ecuador y Perú. Si alguien me pregunta por qué narro historias, le contesto que es el modo que elegí para comunicarme. Contando historias digo lo que pienso. Estoy feliz con lo que hago.
—En estas tres décadas ocurrieron infinidad de transformaciones sociales y tecnológicas. ¿Notás cambios en relación a la recepción por parte del público?
—Para nada. Contar historias y escuchar historias sigue teniendo la misma vigencia. Desde 1992 hago presentaciones en un montón de lugares, teatros, escuelas primarias y secundarias, escuelas en barrios populares o en barrios cerrados, institutos de formación docente, eventos privados, cumpleaños, casamientos. Si tenés claro qué vas a contar y cómo lo vas a contar, funciona. En una época como esta, tan vinculada con la imagen y el sonido, nosotros somos imagen y sonido. En vivo.
 
SU RELACIÓN CON “EL REY DEL TERROR”
 
—¿Qué es lo que te conmueve de Stephen King?
—Leo a Stephen King desde hace cuarenta años. Me lo recomendó un amigo. Desde entonces no paré. Leí las novelas, casi todas, y los cuentos, diría todos, al menos los publicados en castellano. Cementerio de animales es la novela que más me conmovió. La leí dos veces. Es terrible, un claro homenaje a “La zarpa de mono”. Valoro el subtexto que hay en las historias de Stephen King. Si tomás Carrie, se asocia con el acoso escolar. 22/11/63 es una novela que, con la excusa de un viaje en el tiempo, describe la situación política y social de Estados Unidos en la década del 60. Siempre hay algo que podés conectar con la realidad, como si quisiera decir: guarda que esto no se trata solo de vampiros, monstruos o el más allá, esto es acá, que es peor. Tiene un cuento donde existe una empresa con un método escalofriante para dejar de fumar (“Basta S.A.”). Me parece perturbador y muy real porque sabemos que es muy difícil abandonar el tabaco. En otro, un tipo con cáncer se encuentra con el diablo y este le dice: “Mirá, yo te puedo sacar el cáncer, pero tenés que joder a alguien”. El protagonista elige perjudicar a su “mejor amigo”. Cuando le pregunta si le va a cobrar el alma, el diablo le contesta: “El alma no vale nada, está sobrevalorada”, y le solicita el 15% de sus ingresos durante quince años. Debe depositar el dinero en una cuenta offshore en un paraíso fiscal. Me parece una extraordinaria y terrible metáfora sobre el capitalismo. Me conmueve Stephen King. No tiene desperdicio. Por eso lo narro desde hace mucho tiempo.
—¿Tenés alguna adaptación fílmica favorita?
—Me gustan las películas, aunque en algunos casos son desparejas. Mis preferidas son varias. Las dos “It”. La primera la vi en video y la segunda en el cine. La versión original de Carrie. Aún me sigue dando miedo la mamá de Carrie, con una Sissy Spacek maravillosa. El resplandor, con un Jack Nicholson sacado, y luego, la segunda versión, para video, con el propio King interviniendo en el guion. La zona muerta, con Christopher Walken, un actor estupendo, donde se cruza lo sobrenatural con lo político.
—¿Qué se puede adelantar de tu show en homenaje al Maestro de Maine?
—Se llama “El rey del terror”. Hace más de veinte años que abordo historias de Stephen King. La primera vez fue en “Cuentos casi perversos”, junto a Marta Lorente. Ella narraba dos relatos latinoamericanos, y yo, en el medio, compartía “Basta S.A.”, que será el primero de “El rey del terror”, una historia con una vigencia absoluta. En un espectáculo que estrené hace más de diez años (“Del lado oscuro”), narré “Un buen matrimonio”, que tiene cien páginas y me llevó mucho tiempo prepararlo. Ese relato es una película espeluznante. No va a estar en este nuevo encuentro, porque es muy largo. Va a haber dos cuentos que son inéditos en mi repertorio. Las tres historias de “El rey del terror” pertenecen a momentos distintos de su literatura: “Basta S.A.”, de El umbral de la noche (1978); otro del libro Todo oscuro, sin estrellas (2010); y un tercero de El bazar de los malos sueños (2015). Se estrena el sábado 13 de mayo, a las 21 horas, en 743 Multiespacio Artístico (Cochabamba 743, San Telmo, CABA) y habrá una segunda función el 20 de mayo. La idea es seguirlo presentando en diferentes espacios.
—¿Por qué pensás que se encuentra tan vigente el cuento de terror en pleno siglo XXI?
—Ya lo dijo Lovecraft: “El miedo es la emoción más antigua”. El valor adicional de Stephen King es que observa los miedos de la humanidad en su conjunto. Algunas cosas que se le ocurren son desagradables. Trabaja con la paranoia del mundo moderno, no solo con el terror sobrenatural. En “Un buen matrimonio”, por ejemplo, una mujer descubre que su esposo, que es divino, cálido, amoroso, hace treinta años que viola mujeres y las mata a mordiscos. Ella nunca sospechó nada. Es terrorífico y posible. King habla del matrimonio, de la institución matrimonial, recrea situaciones de su vida, de su labor creativa. Stephen King mira el mundo con suma atención y con ese material escribe. Detecta los temores universales y así comprende sus miedos y los nuestros.
 
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