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El mundo de Mariano Buscaglia

Pasión por el pulp, el weird gaucho y los libros extraños

Por José María Marcos, exclusivo para INSOMNIA, Nº 237, enero de 2018

Escritor, editor y traductor, Mariano Buscaglia (Argentina, 1976) posee un vasto conocimiento sobre literatura fantástica y viene desarrollando un interesante aporte a través de la historieta, el pulp, el weird gaucho, el rescate de textos olvidados y la historiografía de estas expresiones. Habiendo estudiado historieta en el taller de su abuelo Alberto Breccia, Mariano realizó guiones para Patricia Breccia (que se publicaron en la segunda etapa de la revista Fierro) y colaboró con Lito Fernández y con Lautaro Fiszman. Participó durante algunos años en las revistas de ciencia ficción, pulp y fantasía editadas por Christian Vallini Lawson (Aventurama, Acción y Fantasía, Ópera Galáctica, etcétera), y hoy colabora con Cinefanía. En el 2015 publicó en InterZona Trasnoche vudú (Colección Zona Pulp) y la Trilogía del Cuchillo compuesta por las novelas weird gaucho El retobao, Homo pampeanus y Pampa perra, en Fan Ediciones. Bajo el seudónimo de Joe Rough, publicó un weird western: Las ciénagas del diablo (Colección Bolsilibros Fan, de Fan Ediciones). Es creador de Ediciones Ignotas, sello especializado en literatura argentina fantástica y policial, agotada y fuera de circulación. En la colección estrella de la editorial, Los Exhumados, se reeditaron obras inhallables, como Tres nouvelles fantásticas argentinas (1880-1920); Casos policiales de William Wilson, de Vicente Rossi; El vampiro y otros cuentos de horror y misterio, de Víctor Juan Guillot; y La máscara del horror y otras pesadillas fanta-bélicas, de Ernesto Bayma.

EL TALLER DEL ABUELO BRECCIA

—En tu adolescencia estudiaste en el taller de historietas Alberto Breccia (1919-1993), uno de los íconos de la historieta argentina y mundial, quien además es tu abuelo. ¿Qué significó ser nieto y discípulo de quien creara obras inolvidables como Sherlock Time, Ernie Pike, Mort Cinder, Vida del Che Guevara, todas con guiones de Héctor Germán Oesterheld, así como Perramus con guion de Juan Sasturain y Los mitos de Cthulhu, adaptado por Norberto Buscaglia, tu padre?
—Estudiar en lo de mi abuelo me permitió codearme con gente maravillosa, chicos en aquel entonces, que ahora son dibujantes consagrados. Lo magnífico de esas clases era escuchar al viejo. Siempre tenía salidas insólitas o anécdotas riquísimas. Tenía un don extraordinario para la enseñanza, con pocas palabras te marcaba hacia dónde tenías que ir. Y nunca me hizo sentir que tenía coronita por ser nieto de él. Antes de dibujar mi primera historieta tuve que pasar por todas las etapas que pasaron todos los alumnos. Y diría que hasta un poco más que ellos, porque no era tan inspirado con los ejercicios.
—Tu padre fue guionista de historietas y profesor de Letras especializado en Latín y literatura latina. ¿Qué aprendiste de él en relación a la literatura?
—Mi viejo me introdujo en los clásicos. También intentó enseñarme buena gramática y mejor ortografía, cosa que jamás logré dominar.
—De tus primeras lecturas, ¿qué fue lo primero que te impactó? ¿Hay alguna obra que seguís releyendo cada tanto?
—Hubo libros capitalesy muy formativos. Edgar Rice Burroughs y sus sagas marcianas y tarzánidas, por un lado; los cuentos de Jack London; la prosa de Leonardo Castellani, la de Borges y, sobre todo, Ferdinand Céline que constituyó una obsesión durante muchos años.
—¿Tenés algún/os autor/es u obra/s que considerás fundamentales en tu formación?
—Los diálogos de Jorge L. Borges fueron como una lectura acelerada de la historia de la literatura, luego toda su obra, también lo fue Céline, Joe R. Lansdale, Mark Twain, Stevenson, Leroux, Fredric Brown, Dumas, Bukowski o E.R. Burroughs.

PRIMERO NACIÓ EL HOMO PAMPEANUS


—¿Cómo nació la Trilogía del Cuchillo (El retobao, Homo pampeanus y Pampa perra), editada por Fan Ediciones, una obra que se enmarca en el weird gaucho?
—Primero escribí lo que luego sería el segundo tomo, Homo pampeanus, como una continuación de un libro olvidado de Gastón Leroux que se llama Balaoo, sobre un homínido humanizado suelto en el París rococó. Lo ubiqué en un marco criollo y exploté la idea de Florentino Ameghino que sostenía que el hombre se había originado en la Argentina. A ese tomo le siguió El retobao, sobre brujerías y el mandinga, y luego, Pampa perra, donde a la brujería se le sumó el marco de la Guerra de Paraguay, hombres lobos y lobisones. La idea de formar con eso una trilogía fue de Sergio Salgueiro que tuvo la voluntad y el valor kamikaze de editarlo.
—¿En qué obras abrevaste para la escritura de esta Trilogía?
—En obras camperas como las de Eduardo Gutiérrez, en memorias militares sobre la guerra del desierto, memorias de viajeros extranjeros en la Argentina de aquel entonces, y en algunos autores típicos del período como Ebelot, Graham, Prado, Hudson o Mansilla.

EL PULP, LAS JERGAS, LAS ILUSTRACIONES, EL CINE


—Publicaste Trasnoche vudú (Interzona) y Las ciénagas del diablo (Fan Ediciones), dos novelas breves imbuidas en el espíritu pulp de los bolsilibros. ¿Cuál es tu vínculo con este universo?
—Gigante. Me gusta mucho el género, por su vastedad temática y porque estos autores escribían sin pretensiones literarias y consiguiendo, así y todo, enormes logros.
—Tanto en la trilogía como en el género pulp desarrollás un notable trabajo con la jerga. ¿Tenés algún método de trabajo al respecto?
—No, más allá de lo que voy leyendo para documentarme.
—Pertenecés a una familia de ilustradores. Además de tu abuelo Alberto Breccia, también lo son tu madre Cristina y tus tíos Patricia y Enrique. ¿Cómo es un tu relación con este mundo?
—De admiración. Nunca me sentí un Breccia de sangre y creo que de todos los nietos soy el único que tiene una posición de fan auténtico frente a la obra de todos. Los colecciono y les mangueo dibujos en cada oportunidad que tengo.
—Para algunos de tus trabajos has apelado a los seudónimos. ¿Por qué motivo?
—El seudónimo me permite distanciarme del producto y, como por lo general, el resultado final de lo que escribo me desagrada, me permite atacar sin falsa modestia la porquería que terminé por escribir. Cuando uno escribe la identidad casi es como un lastre. También permite no tomarte en serio.
—Has publicado relatos y artículos en diversas revistas. Sos colaborador habitual de las publicaciones de Cinefanía. ¿Cómo te llevás con el cine?
—Me fascina. Es un complemento de la literatura. Sobre todo el cine fantástico o el western.
—Si pudieras elegir, cuál de tus libros publicados transformarías en una película. Si tuvieras un presupuesto ilimitado, ¿quiénes serían los protagonistas?
El retobao, seguramente. Lo filmaría tipo fábula, todos los hombres tendrían cabezas de pájaros. La haría en stop motion, muda y con colores pasteles, pero chillones.

PASIÓN POR EXHUMAR LIBROS EXTRAÑOS


—Creaste Ediciones Ignotas, donde rescatás del olvido obras de la literatura fantástica. ¿Cuándo y cómo nació el sello?
—Nació hacia mediados del 2015. Fue producto de la necesidad que sentía de rescatar un vagón de libros nacionales e internacionales que estaban sumidos en el olvido. Esta tendencia, hoy día, está creciendo y soy uno de los exponentes más pequeños en este sentido. Aunque mantengo el mérito de seguir siendo un suicida intrépido.
—La Colección Exhumados de Ignotas está dedicada a la recuperación de textos de autores argentinos. ¿Qué material has exhumado hasta el momento?
—Por el momento cuatro libros. Tres nouvelles fantásticas argentinas 1880-1920 que recupera tres novelitas fantásticas de Raúl Waleis, Enrique Rivarola y Pedro Angelici. A ese le siguió: Casos policiales de William Wilson de Vincente Rossi, obra capital en la historia de nuestra literatura policial, donde por primera vez se editan todos los cuentos. El vampiro y otros cuentos de horror y misterio de Víctor Juan Guillot, donde vos hiciste un estudio preliminar y, por último, La máscara del horror y otras pesadillas fanta-bélicas, de Ernesto Bayma que recupera unos bolsilibros de mediados de los ’60. Extrañísimos, grotecos y con pasajes surrealistas y pesadillescos.
—De acuerdo con tus conocimientos, ¿existe mucho material afín a la espera de ser re-descubierto?
—Más de lo que imagino y conozco. Es vastísimo el panorama. Cuando uno cree que ya barrió todo un campo o una época, al poco tiempo descubre un tendal de autores desconocidos que deambulaban en el mismo período con autoediciones o publicando en revistas menores.
—¿Cómo ha sido editar a un personaje tan singular como Ricardo Esquilachi?
—De Esquilachi editamos Sasquatchs criollos, el Roswell de Montegrande y la Parusía y después La ola oscura, guía de campo contra las maledicencias zeta reticulis y reptilianas. Sin ánimo de ofender, Esquilachi es un ufólogo de salón y un teósofo de barrio. Lo imprimimos con un sello fantasma, a pedido de un amigo, y porque puso plata para ayudarnos con una edición de Ignotas. Los libros de Esquilachi pecan de un amateurismo supremo que son producto, como muchas de las autoediciones, de un ego sobrealimentado, más que de un talento dormido.
—Sos traductor, también. Entre otros trabajos, a través de Ignotas, nos hiciste conocer El hombre de vapor de las praderas, de Edward S. Ellis, y El Leñador de Hojalata de Oz, de L. Frank Baum, ambos editados por tu sello Ediciones Ignotas. Son dos obras de una notable imaginación. ¿Cómo llegaste a ellas?
—Las traducciones fueron hechas en colaboración y mis aportes nunca fueron demasiado precisos. L. Frank Baum siempre fue parte de mi canon personal y creo que la lengua castellana tiene una deuda muy atrasada con la saga de Baum. Sus libros están entre lo mejor que leí en mi vida y tienen una profundidad simbólica y esotérica que abruman. Es uno de los exponentes más maravillosos de la imaginación en toda la historia de la literatura. La publicación del doceavo libro fue como una especie de pago por adelantado de esa deuda y lo elegí por ser uno de sus libros más extraños. Lo mismo sucedió con El hombre de vapor de las praderas. Es un libro fundacional en la literatura estadounidense, al ser la primera novela de ciencia ficción y el antecedente directo de géneros modernos como el steam punk o el weird western. Con Mallory Craig-Kuhn estamos trabajando en otra dime novel fantástica. Pero estos libros tienen la contra de ser dificilísimos de vender.
—¿Podemos conocer en qué proyectos andás?
—El año que viene vamos a editar un libro maravilloso, cuya edición estará a cargo del investigador Román Setton. Una obra inédita desde su primera publicación en revista, que recuperamos con notas, estudios y las ilustraciones originales. Ya hace casi un año y medio que estamos trabajando en ese libro con Mallory Craig-Kuhn, Román Setton y Sergio Salgueiro. Si la plata alcanza, la idea es sacar después de eso una antología de cuentos weird gauchos que contará con alguna colaboración ilustrativa de Enrique Breccia. Pero las ventas son escasas y el cobro complicado… Veremos.

UN VAMPIRO DE ALBERTO BRECCIA EN EL MUNDO STEPHEN KING. Alberto Breccia (1919-1993) fue un temprano admirador de Stephen King. Hoy, gracias a su nieto Mariano Buscaglia, podemos ver a un vampiro que dibujó en la dedicatoria de Salem’s Lot: “A Mariano, de su abuelo Tito Dracul”. Al respecto, Mariano contó: “Siento una admiración profunda por Stephen King, por sus novelas más reconocidas, sus ensayos y su personalidad. Componen una lección absoluta en todo sentido. Como siempre, el conocimiento de King llegó a mi familia a través de mi abuelo, que solía traernos los libros para que lo catáramos nosotros y luego, según nuestro juicio, los leía él. Así pasó por nuestras manos It, que considero la mejor novela de terror de fines del siglo XX, y Salem’s Lot que, al gustarme tanto, terminó por regalármela y me la dedicó con una caricatura de él mismo en plan vampiro. Mi película predilecta del universo King siempre fue Creepshow, por ese gusto a revista barata de las EC”.

PARA SABER MÁS: EDICIONES IGNOTAS
www.ediciones-ignotas.blogspot.com